Cada vez con más frecuencia aparece en los periódicos un nuevo caso de acoso escolar. La noticia puede que despierte cierto interés, durante algunos días, llegando incluso a generar algún debate en la radio o en la  televisión. Después el silencio y el regreso a los temas políticos, deportivos o del corazón, de todos los días. La vida continúa con indiferencia, mirando hacia otro lado, hasta que un nuevo caso salte a los periódicos y volvamos a asistir a los mismos debates y comentarios. Socialmente puede que se trate de un problema menor, de escasa relevancia, si lo comparamos  con los grandes temas políticos que nos afectan a todos; pero para las víctimas del acoso escolar es un drama muy grande, es la pesadilla de cada día, de cada hora, que sufren y guardan para sí mismas, sin atreverse a contarlo a nadie, ni siquiera a sus padres.

                Si damos crédito al informe CISNEROS X, fruto de las encuestas realizadas a 24.990 alumnos, con edades comprendidas entre 8 y 18 años, el 30% de los escolares padecen o han padecido algún tipo de acoso,  generalmente por compañeros de la misma clase o del mismo centro escolar. Los casos más graves pueden terminar con el suicidio de las víctimas o dejando  secuelas psicológicas difíciles de superar.

                A los acosadores la diversión les sale gratis, porque son menores de edad, porque las sanciones previstas en los reglamentos de régimen interno de los centros educativos son muy pequeñas y porque las víctimas son débiles y no se suelen atrever a denunciar el acoso. Además siempre pueden negar los hechos o echar las culpas a las propias víctimas. Mientras tanto, los profesores que están en contacto con los afectados no se enteran de nada, porque los acosadores nunca actúan en su presencia. Si las víctimas no hablan, el acoso es muy difícil de detectar. Es necesario que rompan el miedo a las represalias y lo comuniquen a sus profesores o a la dirección del centro educativo.

                La denuncia de la víctima no asegura la resolución efectiva de su problema. Si el acosador no confiesa, nos encontramos con  la palabra de uno contra la del otro. No es fácil saber si lo que dice la presunta víctima es verdad o si se trata de una falsa denuncia para hacer daño al presunto acosador.  Tras la denuncia escolar llega un largo proceso que implica entrevistas con los profesores, el tutor y los familiares, pudiendo llegar a la incoación de un expediente, para lo que hay que nombrar un instructor y establecer una serie de plazos, para su elaboración y posibles recursos. Los trámites pueden alcanzar hasta la Inspección Educativa e incluso a la Fiscalía de Menores.  De entrada, es posible que a la dirección del centro no le agrade tener casos de acoso escolar en sus aulas, por lo que podría intentar minimizar los hechos y buscar una solución pactada y sin sanciones. Es más que probable que los padres de los acosadores protejan a sus hijos y empleen expresiones como "no tiene importancia" o "son cosas de niños". También puede ocurrir que los acosadores sean víctimas de familias desestructuradas o que sus padres no quieran colaborar en nada, lo que hace más difícil las cosas.    Una forma de  quitarse el problema de delante sería sugerir al acosado un cambio de centro educativo. "Allí no te conoce nadie y estarás lejos del agresor". Puede que esto sea verdad y resuelva eficazmente el problema, pero no hace justicia; es más,  supone castigar a la propia víctima por padecer el acoso, ya que, dentro del capítulo de sanciones que establecen los reglamentos de régimen interior, la mayor sanción que se puede imponer a un alumno es, precisamente, el cambio de centro. Siempre queda la vía judicial, pero es poco recomendable porque es muy difícil demostrar el acoso  y  cuando la familia del acosado se mete por este camino, es porque busca una sanción contundente contra el maltratador, lo que va a ser muy improbable, tratándose de menores de edad a los que, más que castigar, hay que ayudar a formarse como personas, para que se conviertan en adultos de provecho.

                ¿Qué se puede hacer  para luchar contra el acoso escolar?  En Finlandia han puesto en marcha un plan que, al parecer, está funcionando bastante bien y ha reducido notablemente el problema. Consiste en implicar a todos los alumnos del centro educativo, para que detecten los casos y ellos mismos reprendan a los maltratadores. Esto pasa por una campaña escolar de sensibilización y concienciación, que llegue al punto de que los alumnos, que presencien casos de acoso, sean los que los delaten a las autoridades académicas. Claro que, dependiendo del grado de matonismo del agresor, el chivato podría ser su siguiente víctima, por lo que su efectividad es limitada. Otra posible solución sería la de aplicar la pena máxima prevista y obligar al acosador a cambiar de centro, aunque esta medida no resultaría del agrado de la dirección del centro que lo tiene que recibir, ni tampoco de las familias que tienen allí a sus hijos. También sería interesante disponer de un sistema de educación a distancia, con clases virtuales a través de internet, al que podrían ser destinados los alumnos maltratadores. La expulsión, sin más, del sistema educativo, no sería factible hasta los 16 años, momento en que los adolescentes podrían incorporarse al mundo laboral.  Por fortuna parece que el Ministerio de Educación se ha tomado muy en serio este asunto y que pronto dispondremos de una serie de medidas encaminadas a solucionarlo. Ojalá encuentren la manera efectiva de acabar con esta lacra. Es responsabilidad del Ministerio de Educación garantizar un clima de respeto y de tolerancia en los centros educativos, y más aún  si tenemos en cuenta que la escolarización es obligatoria hasta los 16 años.