Sabado, 20 de abril de 2024

EL ORIGEN DE CATALUÑA Y EL INDEPENDENTISMO (V)

Uno de los documentos utilizados para preparar este capítulo ha sido un informe elaborado en 1822 por el académico de la historia Juan Sans y Barutell acerca de los antecedentes del antiguo blasón del condado de Barcelona, las célebres barras rojas y amarillas. La tradición popular y a la vez romántica pretende explicar el origen de tan legendario escudo en un enfrentamiento entre los normandos y el Ejército carolingio, ayudado por los hombres de Wifredo, quien resultó herido en la batalla. Enterado el rey franco Carlos el Calvo del suceso, pronto se apresuró a visitarle en su tienda de campaña para preocuparse de su estado de salud. Cuenta la tradición que en señal de agradecimiento por la defensa del territorio y por haberse expuesto a la muerte, untó sus dedos en una de las heridas del noble y marco cuatro barras de sangre en el escudo dorado: "Estas cuatro gloriosas barras "dijo el rey" serán en adelante, esforzado conde, vuestras armas, y de todos vuestros descendientes; armas, que tomadas de la misma sangre que habéis derramado en mi servicio serán las más gloriosas que jamás haya tenido noble alguno". La crónica no precisa ni fecha ni lugar.

Hasta aquí la leyenda y la fábula que al parecer salió del escritorio de uno de sus primeros biógrafos, Bernat Boades, personaje que difícilmente pudo encontrar rastros escritos de aquel episodio de sangre en historias anteriores sobre los reyes de Aragón y Cataluña como las recogidas por el monje de Ripoll, el primero que recopiló toda la información de Wifredo a finales del siglo XII, o las aparecidas en las crónicas oficiales de Jaime el Conquistador y Pedro el Ceremonioso.

Ni en aquellas fechas del siglo IX se tenía constancia de armas en escudos y banderas "establecidas probablemente a fines del XI o principios del XII", ni Carlos el Calvo gobernaba ya el imperio carolingio pues había fallecido el año 877 en Avrieux, en los Alpes, y los acontecimientos debieron tener lugar hacia el año 878 o años más tarde cuando Wifredo ya ostentaba el título de conde de Barcelona.

Otras fuentes aseguran que el monarca de la historia no fue Carlos el Calvo sino su hijo Luis el Tartamudo (846-879) o tal vez Carlos el Gordo (881-887), monarca cobarde marcado por la debilidad de carácter y salud, cuyo mandato estuvo alterado por las invasiones normandas que asediaron París y que en vez de entrar en combate con los revoltosos, prefirió negociar las condiciones para que abandonaran su propósito. Cuentan que les compró la retirada a cambio de cierta cantidad de dinero y que les autorizó a saquear la región de Borgoña de vuelta a casa. Es posible que entre los nobles que acudieron al socorro de París estuvieran los hombres de Wifredo porque aquellas invasiones tuvieron lugar en noviembre de 885 y se repitieron a lo largo de dos inviernos.

Muchos han sido los estudios referidos a este romántico episodio y pocos los que han podido demostrar la certeza de los datos que dieron origen a esta historia, incluso el debate ha ido más allá de lo puramente histórico y se ha desviado por otros caminos para conocer quien fue el primer personaje que falseó la pretendida cuna del escudo catalán. De todos los candidatos aparecidos en los escritos consultados han sido señalados con el dedo acusador de la patraña el citado Boades y el valenciano Pere Antón Beuter, quien incorporó en su Crónica General de España (Valencia, 1552) esta leyenda copiada de un episodio parecido que tuvo como protagonistas a Fernando el Católico y a un caballero andaluz. Lo cierto es que la historia fue copiada, adornada y hasta deformada por múltiples copistas y literatos que la adaptaron a sus personajes y escritos. Ciertos son los hechos siguientes: las invasiones normandas en tierras francas y los nombres de los posibles personajes, el conde Wifredo y los reyes francos Carlos y Luis; todo lo demás es producto de la fábula y la imaginación, más propia de una novela histórica de ficción que de un ensayo riguroso, lo cierto, es que la senyera no la pintó Wifredo el Velloso con su sangre, y en realidad era el emblema medieval de la casa de la Corona de Aragón, otorgado por el Papa a sus vasallos: cuatro barras doradas sobre fondo rojo". Recordemos que el rojo y el amarillo son los colores de Roma. "El medievalista catalán Martí de Riquer refutó la leyenda atribuyéndola a la "manía de buscar orígenes místicos en la heráldica" y, en concreto, a una crónica de 1555 del valenciano Pere Antón Beuter, que a su vez se habría inspirado en otro relato del castellano Hernán Mexia". La primera evidencia documentada de la señera se remonta a mucho después, al año 1150 , cuando los condados catalanes ya se habían unido al reino de Aragón.

El conde peloso

No está claro el motivo que animó a los historiadores a nombrar al conde Wifredo con el seudónimo de velloso. Las hipótesis de trabajo

han sido múltiples y variadas pero todas, absolutamente todas, chocan con el peso del tiempo y la falta de documentación precisa después de la pérdida del archivo de Ripoll por culpa de un incendio (1835) donde se almacenaba el saber de la Cataluña prerrománica y de sus primeros condes. Los autores que se han preocupado por estudiar la vida de Wifredo han pretendido explicar, más con la lógica de la lengua que con la certeza de las pruebas documentales, el origen del mote y la mayoría han llegado a la misma conclusión. El conde franco debió ser un personaje de abundante pelo en múltiples partes del cuerpo, especialmente en cara, manos y pecho, e incluso en zonas inverosímiles como la planta de los pies tal como lo recordó en su momento Rovira i Virgili en su biografía Guifré I citando a uno de sus primeros biógrafos, Bernat Boades:"És curiós de citar el detall que trobem en Bernat Boades, que diu que el lloc on Guifré tenia el senyal del pèl era la planta dels peus". Traducido, dice :(Es curioso encontrar el detalle que encontramos en Bernat Boades, que dice que el lugar don Wilfredo tenía la señal del pelo era en la planta de los pies).

Otros, en cambio, argumentan que el nombre piloso podría tratarse de un título medieval derivado de los términos latinos "comes pilosus"

que hacían referencia al señor de unas tierras boscosas, poco pobladas e improductivas como fueron al principio los primeros territorios condales repoblados, las tierras de Osona-Vic y Cardona.

 De todas formas, el mismo Rovira i Virgili indica que en su momento se hizo una traducción equivocada de Pilós por Velloso [peludo], cuando lo correcto hubiera sido Peloso, de pelo y no de vello. En la historia medieval española muchos fueron los reyes de abundante barba y hermosa cabellera pero ninguno fue llamado velloso o peludo, en todo caso pelirrojo por el color del pelo como fue el caso del emperador germánico Federico I Barbarroja (1152-1190). Por lo tanto es lógico pensar que el cuerpo de Wifredo debió tener algún rasgo llamativo por su singularidad relacionado con el pelo. Tal vez una mecha en un lugar poco común o una mata en una parte infrecuente, y hay quien argumenta que en la planta de los pies, pero resulta una incógnita imposible de desvelar a estas alturas de la historia cuando la memoria escrita fue pasto de las llamas, sin descartar, por supuesto, la abundancia de vello en todo el cuerpo.

La muerte de Wilfredo     

La política expansionista del conde velloso no gustó nada a los musulmanes que se sintieron amenazados con la ampliación de la raya fronteriza cristiana al sur del Llobregat. Las tierras de Solsona, Cardona, Berga, Manresa y Montserrat eran las posiciones más avanzadas del condado de Barcelona y constituían una provocación para el gobernador árabe de la zona, Ismail ibn Musa de Lérida, quien rechazó un ataque de Wifredo con gran derramamiento de sangre según las crónicas árabes. A pesar de estar integrados en el Imperio carolingio, los condados catalanes eran soberanos para rechazar las aceifas musulmanas y no recibían ayudas de la corona franca para reforzar la frontera sur del imperio ni para combatir con más refuerzos.

Los hombres de Wifredo defendían la Marca Hispánica con sus propios medios hasta que en una de esas peligrosas incursiones los sarracenos llegaron a las puertas de Barcelona. Los cristianos pudieron rechazar el ataque de los enemigos, que huyeron hasta las tierras de Balaguer (Lérida); en cambio el conde Wifredo recibió una profunda herida que le provocó la muerte el 11 de agosto de 897. Su cuerpo fue enterrado en el monasterio de Santa María de Ripoll que él mismo había fundado y donde descansarían en el futuro los restos de otros condes. Su cuerpo fue depositado delante de la puerta del antiguo dormitorio de los monjes según las referencias de un códice del siglo xii. Años más tarde compartiría tumba y silencio con su hijo Radulfo. El abandono provocado por la primera desamortización (1835) acabó con las ricas inscripciones del sepulcro.

El actual monumento funerario, situado en un extremo del crucero, se inauguró el 11 de agosto de 1982 coincidiendo con la fecha de su muerte. No están claras las notas sobre el verdadero lugar donde murió el conde Wifredo. Todos los apuntes indican que fue en la Ciudad Condal pero hay testimonios contrarios. Por ejemplo, en el Vall d´Ora, en la comarca barcelonesa de Solsonès, encontramos un monolito que recuerda el lugar preciso donde cayó herido de muerte el Velloso. Al parecer el enfrentamiento entre cristianos y musulmanes tuvo lugar a orillas del río Aigua d´Ora, municipio de Navès, zona fronteriza en el siglo IX.


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