Las declaraciones del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, postulando que sólo los nacidos en democracia, es decir los menores de 35 años podían participar en política y por tanto acometer la regeneración del sistema, no sé si son una de esas "ocurrencias" a las que nos tienen acostumbrados los políticos españoles en periodo electoral, en eso no se diferenciaría nada de los mayores a los que intenta excluir, pero aunque sólo se trate de eso no aminora el pavor que producen sus palabras, porque no olvidemos lo que dice el Evangelio: "de la abundancia del corazón habla la boca".

Albert Rivera habrá nacido en democracia, lo que no es ningún mérito sino un mero accidente vital, y como muchos de su edad considera que la Democracia sólo consiste en votar, algunos en botar. Pero la discriminación por la edad es un principio profundamente antidemocrático. En España ya tuvo un cierto antecedente en la Falange prebélica, en la que los mayores de 45 años estaban excluidos del mando.

Es una lástima que este chico, tan "ventilado" en sus inicios pero que poco a poco se iba forjando un perfil atractivo y transversal para muchos votantes sumidos en el estupor ante el comportamiento de los partidos a los que habían votado habitualmente, se haya transmutado, durante esta campaña, en una especie de tiranuelo que comienza expulsando a los ciudadanos de mediana edad para edad para arriba y que terminará -es un proceso inexorable- proponiendo su exterminio con la excusa de que la seguridad social no tiene recursos para atender a un colectivo tan numeroso como inútil y que los que todavía no están en edad de jubilación "taponan" el ascenso de su generación. Queda la esperanza que no recorran este camino hasta el final.

Es indudable que la política española necesita una regeneración porque los partidos tradicionales han caído en la ignominia, pero visto lo que llega hay veces que uno duda si no valdrá más que sigan, al fin y al cabo, sólo robaban y despilfarraban mucho, porque de los actuales, los "moderados" de Ciudadanos quieren nada menos que condenar a la mayoría de la población a la muerte civil.

Y que decir, de los progresistas de Podemos, grandes físicos cuánticos que viajan en el tiempo con total destreza y en su afán de modernidad y renovación intentan lanzar sobre nosotros todas las lacras políticas nacidas en la Rusia del siglo XIX. El nihilismo, el anarquismo y, sobre todo, el totalitarismo bolchevique que nos trasladan a 1917. Es verdad, que con ellos no iba a haber robos a diestro y siniestro porque una vez que alcanzasen el poder del Estado se quedarían con todo, incluso con el Estado mismo, haciendo desaparecer el concepto de Res Publica. Con ese fenómeno de macrocorrupción ya no habría otros porque no habría ni qué ni a quien robar, a no ser que cayesen en la paradoja de hacérselo a sí mismos.