Y como todo llega, incluso la muerte, estamos en el día de la vergüenza, en el día en que nuestros ineptos (y en muchos casos) poco honrados políticos piden el rescate de España, disfrazada de salvación del sistema financiero.        

  Eso sí, todavía nuestras cuentas no están claras y al parecer la necesidad real de nuestras entidades financieras asciende a la nada respetable cantidad de 300.000 millones de euros, desaparecidos en “combate”, entre “eres” falsos, mareas de estiércol y negros negocios que, a confesión de parte, llevan casi cuarenta años, y con todas las Instituciones tocadas o mejor hundidas, pues ninguna ha funcionado para impedir la desaparición de nuestros dineros y mucho menos el robo a España.        

  Mientras nuestros, en muchos casos poco honrados, políticos se dedicaban a tonterías diversas, muy dañinas por otra parte, como la imposición de la filosofía de género, y a lujos más propios de cortes orientales, que de la forma de vivir del pueblo español, resulta que nuestro sistema financiero tiene un agujero que todavía no han podido calcular, a pesar de tanto sueldo pagado, genios certificados oficialmente e instituciones de control,  que por lo visto se dedicaban única y exclusivamente a servir a sus ineptos amos.      

    Los nuevos señoritos políticos, surgidos después de la muerte de Franco, han convertido a España en un inmenso cortijo, desde Asturias a Andalucía,  y como nuevos ricos han dilapidado, no sólo la herencia recibida, sino también los ahorros de los españoles.     

     Recordemos que el Sistema Financiero de una nación, está formado por “el conjunto de instituciones, medios y mercados, cuyo objetivo es canalizar el ahorro que generan las unidades de gasto con superávit, hacía los prestatarios o unidades de gasto con déficit”, o en roman paladino, de captar nuestros ahorros, para así poder prestarlo a las personas privadas o públicas, es decir tienen que asegurar los ahorros y destinarlos hacía  los inversores, para así crear riqueza, tanto a unos como a otros, teniendo en cuenta que la mayor eficacia o perfección del sistema condiciona el mayor ahorro de la sociedad y en su consecuencia el dinero necesario para el avance y funcionamiento de nuestra economía y el mercado laboral.       

   Por lo visto, se reconoce que parte de los intermediarios financieros, entre ellos bancos y cajas de ahorro, saltando a la torera las leyes y reglamentos, con el silencio culpable de todas las instituciones de control, no tienen el dinero de los ahorradores, ni una ordenada contabilidad pues al día de hoy, no saben cuanto dinero ha desaparecido o en el mejor de los casos malgastado en inversiones inviables y ruinosas como en aeropuertos sin tráfico aéreo, financiación de la locura del régimen autonómico, sueldos de políticos y un largo etcétera de anormalidades tipificadas en nuestro Código Penal.    

      Todo esto era previsible y claro está, penado por la ley, pero  la ley sólo funciona en un Estado de Derecho y éste por lo que comprobamos es de deshecho, vamos un solar sobre el que hoy constituyen una enorme hipoteca inversa que los españoles del futuro no podrán pagar y por supuesto cancelar. Pero lo peor de todo es que no han funcionado los “bien pagados”, las personas que en las Instituciones tienen que supervisar y en su caso actuar para evitar que ocurra lo que está en los presentes autos de la quiebra de España, autos 1/XXI.     

     Es más, los intermediarios financieros que hoy se rescatan,  en su función transformadora, que es aquella en la que captan fondos con activos financieros que emiten, por ejemplo los fondos inmobiliarios o las participaciones preferentes o incluso depósitos a cincuenta años, ante los  que las autoridades supervisoras sólo han intervenido y citamos a la CNMV, para hacer un corralito a favor del intermediario financiero y en contra del ahorrador, vamos una estafa piramidal consentida, cosa que no es nueva, pues es el principio fundamental de nuestro derecho y su aplicación: siempre a favor del dolo.