Miercoles, 27 de noviembre de 2024
Los refugiados
Desgarrada y perdida Europa
LA foto que tengo ante los ojos no es de esas que priorizan las agencias y se convierten en virales impulsadas por la morbosidad y el sentimentalismo nunca saciados de las gentes. Y sin embargo, refleja a un grupo de refugiados, digamos que sirios, avanzando bajo la nevada en algún lugar de los Balcanes. En el grupo, la única mujer camina descalza y su rostro es la viva imagen del agotamiento. Lleva a la espalda un niño de pocos años, en los brazos, más colgado que abrazado, a otro pequeño, y cogida de sus amplios y entorpecedores ropajes a una niña. Los varones que la acompañan, hasta siete, son hombres jóvenes, uno de ellos, el más cercano, presumiblemente su marido. Todos van bien calzados, abrigados, no llevan impedimenta alguna y algunos protegen sus manos del frío en los bolsillos. ¿De qué fobia hay que estar afectado para ver en esta escena un negro presagio de la Europa que se nos prepara?
A muchos kilómetros de distancia, en Madrid, casi al mismo tiempo, un parlamento autonómico tan enloquecido como esa parte de la sociedad que parece la única que cuenta, aprueba por unanimidad un conjunto demencial de medidas que presenta como "Ley de Identidad y Expresión de Género". En el artículo 4 se afirma sin más que "Toda persona tiene derecho a construir para sí una autodefinición con respecto a su cuerpo, sexo, género y su orientación sexual". Para garantizar ese inexistente derecho, se prevé hasta la hormonación de menores, incluso contra el criterio de sus padres, y se promueve una batería de castigos inauditos para quienes osen obstaculizar de algún modo la carrera hacia la autodestrucción a la que se empuja a los jóvenes.
Entre estos dos polos intolerables se debate hoy una Europa desgarrada que ha empezado a pagar con sangre y horror el tributo que nunca dejan de reclamar las siempre fracasadas sociedades multiculturales, y que se debilita social y moralmente con la instauración acrítica de una ideología de género más temible en sus efectos que el propio islamismo. La Europa oficial, la que gobierna y la que conforma la opinión, parece no tener una respuesta razonable y sensata a las amenazas que desde fuera y desde su más hondo seno la carcomen. En realidad, es buena parte del problema cuando no nos ofrece otra solución que calificar de islamófobos u homófobos a quienes advierten de los riesgos crecientes.
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