Yo nací en un cuartel de la guardia civil y durante toda mi infancia
viví en cuarteles del benemérito cuerpo. Una cosa que desde pequeño
me llamó mucho la atención era el retrato de un señor con uniforme
azul, con pecho rojo. A mi padre le preguntaba ¿Quién es ese señor, y que hizo para que
tengan su retrato en los cuarteles? Mi padre me respondía. Es el
capitán Cortés que entrego su vida en defensa del santuario de Santa
María de la Cabeza en Andujar (Jaén).
Es normal que un cuerpo que tiene como lema "La Guardia civil muere,
pero no se rinde" de tanta importancia a personas que anteponen el
amor de la patria a todo.
Nació el Capitán Cortés en Valdepeñas de Jaén  el 7 de junio de 1887,
fue bautizado con el nombre de Santiago Cortés González, era el tercer
hijo de Rafael Cortés Carrillo y Ana González Mesa. Desde muy pequeño
se vio inclinado hacia la milicia y de sus padres  heredó el profundo
amor a España. A la edad de 20 años ingresó en la Academia Militar de
Infantería de Toledo y cuatro años después ya era alférez.
En el año 1926, con la graduación de teniente ingresó en el cuerpo de
la Guardia Civil. Cuerpo al que amó con toda su alma y por el que
entregó su vida. Ocho años después asciende a capitán y es destinado a
la sexta compañía de la Comandancia de Jaén.
Santiago Cortés fue artífice y símbolo máximo, de la defensa del
Santuario de la Virgen de la Cabeza. Afirmaba este heroico Capitán "El
honor es la divisa de la guardia Civil, el deber su cometido". Desde el primer momento, avisó  que nadie iba a permanecer en el Santuario contra su voluntad. Se esperaba una brega muy dura a cuantos
permanecieran defendiendo el honor del uniforme del instituto al que pertenecían.
Un factor importantísimo es la manera de mandar del Capitán y su sentido del honor, era su fuerte fe religiosa. La religión era el método más idóneo para sostener difíciles esperanzas y la necesaria
moral.
Al estallar la guerra civil, se refugiaron, en agosto de 1936 en el Santuario de Santa María de la Cabeza 165 Guardias civiles 44 paisanos y 4 sacerdotes. En los primeros días de septiembre, las autoridades republicanas pidieron a las fuerzas mandadas por el Capitán Cortés que entregasen
las armas y procedieran a la evacuación. Ante la negativa de este excelente Capitán, los bombarderos arreciaron y comenzó un terrible e inhumano asedio. Durante el asedio don
Santiago Cortés mantuvo el contacto con sus compañeros usando palomas
mensajeras.
Tuvieron que esconder la imagen de Santa María de la Cabeza para que
no la profanaran, actualmente no ha aparecido esa imagen y en el
Santuario hay una réplica.

El balance de bajas supero los 150 muertos entre ellos el propio
Capitán Cortés, que murió en el hospital de campaña en la sierra de
Andujar. Esta persona tan admirable fue condecorado, a título póstumo, con la
Cruz laureada de San Fernando, máxima distinción del ejército Español.

José Manuel Miranda Alonso.