En la actualidad, la aparición del así llamado Estado islámico, cuya mera existencia sólo se explica por el decidido apoyo de grupos sunníes, tanto locales como regionales (Arabia Saudí entre otros), ha puesto, por fin, de relieve lo que en realidad lleva ocurriendo desde hace 13 años.

Las atrocidades de los grupos terroristas incluyen enterrar vivos a niños y violar 40 veces al día a una adolescente. La crueldad no deja fuera ni siquiera a los propios musulmanes, llegando a crucificar a unos niños por comer un trozo de pan durante el día en el Ramadán.

El silencio, cuando no la tergiversación, de los medios de comunicación del "mundo libre" y la pasividad, cuando no la abierta complicidad, de los gobiernos occidentales clama al cielo. A modo de ejemplo, una manifestación a favor de Sadam Hussein fue presentada como una manifestación en contra; solamente los que sabían árabe, viendo los carteles, se dieron cuenta de la burda manipulación.

Frente a esta oscura barbarie infernal, destaca luminosa la poderosa acción de Dios que da fuerza y vigor a los cristianos de estas zonas que viven su vida martirialmente.

La historia de la muerte  de Cristina, una chica de 12 años de Bagdad, puede resultar ilustrativa.

El 31 de octubre de 2010, domingo, pidió ir con su madre embarazada a misa. Su hermano se quedó en casa por estar enfermo y su padre no pudo asistir por el trabajo (en los países musulmanes el domingo es día laborable). La madre sintió un frio terror al entrar en el templo y se paró a rezar a la Virgen de Lourdes. De pronto, notó que su hija no estaba y cuando la encontró rezando en la parte posterior del templo la riñó por asustarla al haberse marchado de su lado sin avisar, pero la niña no le hizo mucho caso pues estaba concentrada rezando. Al poco de comenzar la misa se oyó una explosión cercana que rompió los cristales de la iglesia. Los soldados que protegían la entrada acudieron a ver qué pasaba y murieron a manos de los terroristas, que, acto seguido, volaron las recias puertas del templo. Algunos fieles pudieron huir por la sacristía. Antes de ser llevadas al presbiterio la hija de 12 años dijo a su madre  "Si me quieres no tengas miedo". (El P. Montes destacó la paradoja de la niña consolando a la madre y haciéndose eco de las palabras de Jesús a sus  discípulos "No tengáis miedo"). Al llegar al altar fueron ametralladas. La adolescente murió en el acto, pero su madre resultó ilesa porque cayó sobre ella una mujer. Durante cuatro horas estuvo inmóvil haciéndose la muerta, respirando los gases del aire acondicionado que se había reventado como consecuencia del tiroteo, pensando en su hija muerta al lado y preocupada por el efecto de los gases en la hija que llevaba en sus entrañas. Durante cuatro años su rostro permaneció contraído en un rictus de amargura y fue incapaz de acudir a una iglesia por temor a un nuevo atentado. Solamente cuando su hijo hizo la primera comunión logró sacar fuerzas de flaqueza y pudo acompañarle. El conferenciante nos contó que recientemente  ha vuelto a ver a la madre de Cristina y se sorprendió de que su rostro hubiese perdido todo rastro de amargura. Ella le confesó que había recobrado la paz al soñar con Jesucristo que le mostraba a su hija en su corazón. Entonces comprendió que ella era feliz en el cielo. El P. Luis Montes añadió que lleva consigo una foto de Cristina y cuando tiene un problema, le reza a la niña y ella se lo resuelve.

El sacerdote terminó la charla diciendo que el terror produce sufrimiento, pero el padecimiento es mayor si uno se siente aislado. Pidió oraciones y conectar con http://amigosdeirak.net/ para que los cristianos perseguidos no se sientan solos.