Cuando planteó la posibilidad de derrocar a Sadam Husein por ser un tirano y haber utilizado prácticas de exterminio contra los curdos por parte de unos ochenta países del mundo occidental, otro considerable número de ellos pretendió torpedear la operación. Estos últimos contaban con el apoyo de toda una red de agitadores sociales de origen totalitario en su ideología presente en todos los países, aunque los gobiernos de los estados opositores no fueran todos de la misma ideología.

         Sin embargo en el momento presente todos están de acuerdo en el derrocamiento de Gadafi, gobernante de carácter terrorista aunque reconducido a posiciones más moderadas por las enérgicas advertencias de Ronald Reagan.      

    En cuanto a Mubarak, sin que lo consideremos precisamente un individuo destacado por sus virtudes democráticas, hay que reconocer que mantuvo una postura pacífica con relación a occidente e incluso podríamos calificar de moderadas sus relaciones con Israel, no obstante al citado mundo occidental le parece perfecto su derrocamiento.        

  En este caso, supongo que el propio Mubarak debe estar atónito por la actuación de Occidente en general y de USA en particular.    

      Llegados a este punto me viene a la memoria el ya lejano derrocamiento del último Sha de Persia, gobernante autoritario y en absoluto ejemplar contra el que surgió un movimiento, en teoría, liberador y que al final dio paso al régimen de los ayatollahs, con Jomeini a la cabeza, que convirtió al Irán en un infierno y en un grave peligro para el mundo, haciendo parecer por comparación al depuesto Sha un “santo varón” dejado en la “estacada” por el mundo occidental, comandado por un tan experto vendedor de cacahuetes como nefasto político.  

        Ya habíamos apuntado desde este periódico que en el momento actual podríamos encontrarnos con un fenómeno parecido y de hecho el CNT libio ya ha empezado a “enseñar la patita” como el lobo de caperucita hablando de implantar la Sharía.    

      Ante esta situación tan complicada como peligrosa se nos ocurre realizar las siguientes reflexiones:    

      ¿Están nuestros gobernantes locos como decían en el pueblo de Asterix de los romanos?       

   ¿Los afanes totalitarios que invaden a nuestros políticos, incluso, aunque en menor medida, a los de aquellos partidos que no tienen una raíz marxista, los hacen añorar en el fondo el islamismo porque en éste, el jefe político es el jefe religioso (el Califa es el comendador de los creyentes) a diferencia de sus estados donde existe la “molesta” separación Iglesia Estado procedente de la doctrina católica? Imagínense lo que disfrutaría Rubalcaba, caso de ganar las elecciones, no sólo persiguiendo a los ciudadanos con la policía, la fiscalía y la inspección de hacienda sino además aherrojando sus conciencias con la amenaza del infierno.      

    ¿Será el presidente Obama , como apuntaron en su momento voces de la oposición, un infiltrado del islamismo?

         Todas estas preguntas y otras más seguramente nos las irá contestando el tiempo, esperemos que despejando estos temores por bien de todos.      

    Esteban Alú Mortera