Domingo, 24 de noviembre de 2024
La negativa del presidente del Congreso a que hablara González en la Cámara llevó a organizar otro acto en el Palacio en el que intervino
El protocolo para la jura de la Princesa surgió de un 'pulso' entre González y Peces-Barba durante la de su padre
Como presidente de la Cámara Baja, Peces-Barba fue el encargado de organizar el acto y según él mismo cuenta en el libro 'La democracia en España' (1995) le produjo "disgustos sin cuento". Su plan preveía, recuerda, "un juramento ante las Cortes Generales presididas, como establece la Constitución, por el presidente del Congreso, que recibía el juramento y previamente explicaba con unas palabras el sentido del acto".
La intervención del entonces Príncipe de Asturias se limitaba a la lectura del juramento, que Peces-Barba certificaría con una escueta intervención que se cerraría con "¡viva la Constitución!, ¡viva el Rey!, ¡viva España!". Por lo que se refiere a los Reyes Juan Carlos I y Sofía, "tenían un lugar preferente pero no presidían la sesión", una responsabilidad que recaía en él mismo.
Con ello, Peces-Barba dice que lo que quería era realzar al Parlamento y su vinculación con la Corona. "Ni se me había pasado por la imaginación que este planteamiento", que asegura que consultó con los servicios del Congreso y también con el entonces presidente del Senado, José Federico de Carvajal, "pudiera suscitar problemas", como los hubo, "y muy serios".
En diciembre, desde Moncloa se pusieron en contacto con él para decirle que debería intervenir González. "Mi primera reacción fue de estupor, porque nunca pensé en esa posibilidad, y tengo que reconocer que no la tomé en serio, porque me parecía inverosímil", confiesa en su libro. "Pero insistieron con gran presión y persistencia", añade.
Según el entonces presidente del Congreso, aunque decían que al presidente "le daba igual", en Navidades "empezaron las filtraciones interesadas a periodistas, señalando que todo el conflicto venía de un acto de soberbia mío, de un deseo incontenible de figurar y otras maledicencias parecidas". Peces-Barba se defiende asegurando que cuando asumió la Presidencia del Congreso ya había dejado claro que no repetiría, así que esas acusaciones no se sostenían.
A su juicio, la insistencia en que por la importancia del acto era necesario que hablara González no era sino "una perversión del estado de partidos y de los excesos a los que estaba llegando la exaltación del liderazgo de Felipe González".
Para intentar salvar la situación, Peces-Barba pensó en "una especie de refrendo del juramento", lo cual requería de la "aceptación pacífica de la oposición". "En ningún caso quería poner en peligro el consenso del acto y la brillantez de una ceremonia que era un símbolo de la nueva situación democrática consolidada y una expresión visible de la monarquía parlamentaria".
Sin embargo, Manuel Fraga, quien entonces lideraba la oposición al frente de Alianza Popular, "reaccionó con energía" y dijo que "si hablaba el presidente tenía que hablar el jefe de la oposición". En esta tesitura, Peces-Barba se decantó por mantener el proyecto inicial y así se lo hizo saber tanto a Zarzuela como a Moncloa.
En todo este proceso, resalta el que fuera presidente del Congreso, no hubo ninguna conversación directa con González, sino que todo se hizo "a través de intermediarios". "Se había llegado a tal borrachera de éxito que todos, según comprendí entonces, éramos unos simples delegados del presidente, sin personalidad ni independencia", lamenta.
A los pocos días de tomar la decisión fue cuando tuvo conocimiento de que el Gobierno había preparado "una ceremonia paralela en el Palacio de Oriente, donde se le imponía al Príncipe la Cruz de Carlos III para que hablase el presidente del Gobierno". Además, su director de gabinete, Carlos Zapatero, le comunicó que ni él ni el presidente del Senado ni los miembros de las mesas estarían invitados al acto.
"Me parecía increíble que se pudiera llevar a esos extremos una discrepancia, que se había resuelto de la forma más razonable posible, y que además de desconsiderar a los presidentes de las cámaras podía suponer una desvalorización del Parlamento", asegura Peces-Barba, para quien "organizar en palacio una ceremonia paralela era destruir la primacía del Parlamento y todo por un personalismo excesivo y por un afán de protagonismo que pasaba por encima de cualquier obstáculo por muy razonable y justificado que fuera".
El que fuera también rector de la Universidad Carlos III se muestra muy crítico con González. "Lo importante era que el presidente hablase, no que el príncipe jurase", se lamenta, afeando que el acto en el Palacio Real no era sino "un monumento al culto a la personalidad".
Este 'choque' entre ambos presidentes y el doble acto en el 18 cumpleaños del entonces Príncipe de Asturias que resultó del mismo es el culpable del protocolo que Casa Real, Gobierno y Congreso ya han cerrado para el juramento de la Princesa Leonor.
La heredera del trono jurará la Constitución en una primera ceremonia en el Congreso, que estará presidida por Francina Armengol, a la que seguirá otro acto en el Palacio Real en el que recibirá el Collar de la Orden de Carlos III. En esta segunda ceremonia, como ya ocurrió en 1986, está previsto que tome la palabra el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y aún está por ver si hablará también el Rey Felipe VI.
Cabe esperar que, como ya hiciera su padre, lo haga vestida de civil y sin un crucifijo encima de la mesa. Según cuenta Peces-Barba en el citado libro, fue él quien insistió en que el Príncipe no jurara con uniforme militar.
En cuanto a la ausencia del crucifijo, sostiene que "no era lógico que estuviera" dado que la Constitución "afirma tajantemente que 'ninguna confesión tendrá carácter estatal'". "El príncipe no juraba como creyente, sino como ciudadano, y ningún Estado no confesional puede situar en un acto público el signo de una confesión religiosa, por mayoritaria que fuera", argumenta.
Una de las diferencias más señaladas entre la jura del Rey y ahora la de la Princesa Leonor será la relativa a los invitados. Cuando el entonces Príncipe de Asturias juró la Constitución lo hizo en presencia no solo de sus padres y su hermana, sino también de su abuelo paterno, Don Juan, además del Gobierno y otras altas instituciones del Estado.
En el caso de la Princesa Leonor, el Rey emérito no asistirá a ninguno de los dos actos institucionales sino que, al igual que el resto de la familia del Rey y de la familia de la Reina, solo ha sido invitado a la "celebración familiar" que habrá en el Palacio de El Pardo, según adelantó Zarzuela cuando hizo oficial la fecha.
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