Domingo, 24 de noviembre de 2024
señalan en un libro dos
"En España el voto es muy ideológico, no se tiene sentido de la utilidad política"
El comportamiento electoral español a lo largo de décadas muestra una percepción de las ideologías como bloques enfrentados, "casi totalizadores", sin entender los partidos como herramientas útiles para la sociedad. Así lo entienden los profesores de Ciencia Política Adolfo Hernández y Consuelo Laiz, que publican 'Atlas de elecciones y partidos políticos en España (1977-2016)', un trabajo de carácter enciclopédico que documenta todos las elecciones generales desde la Transición hasta la irrupción de los nuevos partidos.
Los profesores, que presentarán su libro el próximo 24 de mayo en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, explican en una entrevista con Europa Press que en España está empezando una nueva situación de política "laica", porque hasta ahora el voto era "muy ideológico".
"No se tiene sentido de la utilidad política", argumenta Hernández, por lo que castiga a un político por pactar con otro, entendiendo los acuerdos como traiciones a las ideas. Es más, se resta importancia a lograr acuerdos políticos a pesar de que supongan un cierto beneficio para todos.
Esta perspectiva contrasta con la tendencia generalizada de pérdida de identidad de los partidos. Según los profesores, los partidos son "máquinas electorales diseñadas para ganar comicios" y de lo contrario "se hunden". "Se han abandonado los grandes debates ideológicos por una visión más práctica de satisfacción de demandas", apuntan.
En este sentido, ponen como ejemplo la crisis de los partidos socialdemócratas, que achacan a la reducción de la clientela socialdemócrata y a una impugnación de las propias bases de esta ideología, como el Estado de bienestar. "La crisis ha limitado las políticas públicas sociales, perdiendo la socialdemocracia su razón de ser. Hasta la UE recomienda que las ayudas sean menos universales, lo que supone una grandísima transformación", explica Laiz. "Que el Estado de bienestar no aplique políticas de carácter universal ya cuestiona la propia socialdemocracia", añade.
Ambos coinciden en señalar la actual pérdida de interés y desafección hacia la política pública, que, consideran, responde a distintos fenómenos. Por un lado, la rápida institucionalización y profesionalización de esta actividad facilitó el distanciamiento entre los dirigentes de los partidos y sus militantes.
La financiación pública, apunta la profesora Laiz, más allá de su necesidad hizo que los partidos se pudieran separar de su electorado al no depender económicamente de las cuotas de sus afiliados, perdiéndose la función de socialización política y de formación de la opinión que caracterizaba a las organizaciones políticas y convirtiendo a los partidos en círculos herméticos.
"La propia forma de crear las listas, centralizadamente, hace que no se tenga que conquistar otros perfiles sociales, económicos o regionales. Se forman campanas de cristal en las que los partidos flotan y no necesitan bajar a la tierra", afirma Laiz, y señala que los partidos apuestan toda su comunicación a los medios, dejando abandonados a los ciudadanos.
Por otro lado, Hernández apunta que los partidos españoles han perdido la función social y de instrucción cívica que ejercieron en los primeros años de la Transición: "se han dedicado a otras cosas produciéndose un divorcio con la ciudadanía", reflexiona. De hecho, sostiene que los partidos "evitan el debate sobre grandes problemas", lo que, a su juicio, a la larga deteriora la relación entre los políticos y la sociedad.
Preguntados si los españoles pasan factura por los casos de corrupción, los expertos detallan que tradicionalmente nunca ha habido una gran correlación entre corrupción y comportamiento electoral, si bien a partir de 2011 se ha comenzado a castigar, y se ha hecho "de golpe".
A lo largo de la conversación, los autores realizan numerosas referencias a la fragilidad del sistema democrático, un proceso "muy complejo de construir" pero "muy fácil de que se disuelva y que no quede nada". "Es endeble, solo se sostiene si los ciudadanos quieren sostenerlo", apunta Laiz.
Y entienden que el buen funcionamiento del sistema electoral ha legitimado el sistema democrático español en su conjunto, gracias a que los comicios durante 40 años han sido "limpios, rápidos y con unas reglas del juego claras y respetadas".
En este sentido, avisan de que el abstencionismo es el gran desafío al que se enfrenta el sistema español, ya que, en su opinión se pueden plantear importantes conflictos de gobernabilidad si se viven procesos electorales con una muy baja participación.
"Si hemos tenido Democracia durante 40 años es porque las elecciones han legitimado al sistema, a los gobernantes y a los partidos", subraya Hernández, quien reclama una reacción más pedagógico por parte de los partidos para abordar la crisis de desafección política porque "con eslóganes poco se va a lograr".
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