A estas alturas es imposible predecir hasta dónde vamos a llegar en este país ante la acumulación de los que deberían considerarse sucesos insólitos  de que somos testigos día tras día. Digo que deberían considerarse insólitos pues lo cierto es que aquí ya no hay nada insólito y se está demostrando que nuestra capacidad de asombro (por cierto, el principio de la filosofía) no tiene límite.

Aparece ahora, en el mundo de la comunicación, una palabra importada, de complicada etimología y dudoso significado: ESCRACHE. Este término sale a la luz a consecuencia de los actos violentos a los que están siendo sometidos algunos de nuestros políticos contra su persona, contra sus familiares o contra sus propiedades a los que se culpa de las consecuencias de la imposibilidad de pagos de hipotecas. Empiezo por decir actos violentos, aunque sus actores y autores, se empeñen en hacernos creer que se trata de manifestaciones pacíficas. Escrache es acoso y acoso es un acto violento, no nos engañemos y, en su forma, es algo detestable, deleznable, ruin y cobarde pues, amparándose en la masa anónima, los “escrachistas”, "escrachadores" o "escrachantes" dan rienda suelta a sus personales fobias a diestro y siniestro poniendo en marcha sus instintos más zafios y bajos, impunemente por ahora.

Debemos confiar en la ley y la justicia pero aquí da la impresión de que no se aplican o se aplican tarde. Parece que los políticos y jueces se ponen de espaldas o, como mucho, de perfil, ante situaciones tan delicadas y graves.

El camino iniciado es muy preocupante. Ahora, toda actuación, por rechazable que parezca, se considera lícita, invocando a la libertad, término con el que se les llenaba la boca a nuestros políticos de la transición tras una "terrible dictadura".

Yo que he vivido la dictadura, la transición y el presente, me pregunto con frecuencia por nuestros avances en cuanto a libertad y pienso también en una palabra teóricamente tan hermosa como es democracia, y llego a la conclusión de que libertad es una especie de entelequia cuyo significado se entiende de modos muy peculiares y relativos y que la democracia, como sistema o modo político, es una quimera, pues el poder siempre estará en manos de unos pocos sobre otros. Me dirán que esos unos pocos en cuyas manos está el poder han sido elegidos por el pueblo, por nosotros. Es cierto, pero, para empezar, siempre dentro de unos marcos establecidos: listas cerradas impuestas por los partidos en las que pueden estar personas de nuestro agrado, pero en las que también pueden estar otras, como diríamos en Asturias, con las que no iríamos ni a "pañar duros (euros, actualmente)" con lo que, irremediablemente si queremos ejercitar nuestro derecho al voto, a ellos iría el nuestro con harto sentimiento. Hay más ejemplos de falta de libertad pero no voy a detenerme ahora en ellos y tomando el hilo nuevamente, vuelvo a preguntar: ¿Es libertad o su uso el escrache? Más bien es su abuso y, en el fondo o menos fondo, es una actitud realmente violenta y ofensiva.

Para el escritor Carlos Balmaceda al que cito al pie de la letra: "El escrache se practica como si fuera una épica moral, una epopeya justiciera, una gesta de la memoria colectiva pero que en realidad es totalmente contrario a una ética basada en la dignidad humana y los derechos humanos y un gesto sádico típico del autoritarismo. En el escrache se subvierte el deseo de justicia y se da rienda suelta a la violencia ejercida con placer sobre el prójimo... Cuando Hitler llegó al poder los nazis marcaron las casas de los judíos con la estrella de David pintada en las paredes como un grafiti y más adelante en los campos de concentración, aplicaron el escrache individual marcando con triángulos (amarillos para los judíos, rosa para los homosexuales, marrón para los gitanos; negro para las lesbianas, prostitutas, vagabundos, delincuentes, indigentes, drogadictos y alcohólicos)... Adoptar sus prácticas desvirtúa la esencia de la justicia y lesiona la vigencia de los derechos humanos". Parece claro.

Y ahora, dentro de esta ceremonia de la confusión en la que todo vale, aparecen, gracias a las nuevas técnicas cibernéticas, otros elementos practicantes del escrache, detestables y ruines que, a través del sistema Twiter y, escondidos en un cobarde anonimato, profieren, expelen, exhalan o mejor, vomitan, una amplia gama de rebuznos, insultando, calumniando y demonizando gratuitamente a quien les apetece en cada momento, utilizando además esa jerga y grafía horrorosas que ya constituyen en sí una coz a las buenas maneras de expresión. Pero claro, tratándose de verdaderos asnos a dos patas ¿qué podemos esperar de ellos si no son rebuznos y coces aunque sean electrónicos?

En fin, si seguimos así, vamos a pasos agigantados hacia el "escracharramiento" o descacharramiento general, hacia el caos en nuestra convivencia diaria, hacia el desconcierto y confusión en nuestros derechos y deberes.

Y ¿qué podemos esperar con un PP que ha perdido el Norte, un PSOE vergonzosamente desnortado y buscando auxilios en cualquier sitio que huela a izquierda (?), una IU que ya debía ser residual pescando con éxito en aguas revueltas y liándose con el diablo si es necesario para sobrevivir y también, aunque casi no merece la pena la cita, con una UPyD, a cuya heroína principal, oportunista y demagoga, cada vez se le ve más su plumero socialista, últimamente con unas opiniones lamentablemente despectivas en cuanto a la figura del Papa y sobre el aborto, y pescando también en río turbio? Poco podemos esperar, realmente. Nuestras esperanzas de tiempos mejores ya están por los suelos, pisoteadas además por una política y unos políticos que ya no respetan a nada ni a nadie y navegan en un "proceloso" (¡ay qué adjetivo más clásico me salió!) océano de trampas, sobornos, robos, injusticias y, sobre todo, corrupciones y  mentiras para nuestra enorme decepción y desgracia.

Triste panorama tenemos a la vista.

  Francisco Alonso-Graña del Valle