Miercoles, 27 de noviembre de 2024
Ciudadanos desaparece de la Asamblea de Madrid y acelera la decadencia iniciada las generales
Iglesias deja la política al fracasar en frenar a la derecha y en pleno 'sorpasso" de Más Madrid al PSOE
El candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid y líder de la formación morada, Pablo Iglesias, ha decidido abandonar la política activa tras fracasar en su objetivo para derrocar a la derecha e impedir que PP y Vox sumaran mayoría.
Además y aunque ha logrado mejorar moderadamente los resultados de su formación, ha concluido que su figura impide a la izquierda sumar en unos comicios con una movilización histórica, al servir como un "chivo expiatorio" que moviliza a "lo peor" de la sociedad. En consecuencia, no tomará su acta de diputado, pese a que dijo que aceptaría el puesto en el que le situarán los ciudadanos, y deja el futuro grupo parlamentario en manos de la número dos de su lista, la coportavoz Isa Serra.
Una renuncia que se produce tras ser verse relegado a un papel irrelevante en la política madrileña y superado por Más Madrid y la candidata Mónica García, que retoma el testigo de Íñigo Errejón como fuerza emergente en el arco de la izquierda y llegando a dar el ansiado 'sorpasso' al PSOE que perseguia desde la gestación de Podemos.
Con el 99,11% escrutado, la candidatura abanderada por Iglesias ha logrado el 7,2% del voto emitido votos (259 124 sufragios) y un total de 10 diputados provisionales, que mejoran los resultados respecto a los datos de mayo de 2019, cuando su espacio político cosechó el 5,6% del voto y siete parlamentarios regionales.
No obstante queda lejos de los resultados de 2015, en plena efervescencia por su irrupción en el panorama político, cuando Podemos obtuvo un total de 591.697 votos (el 18,64%) y 27 diputados, si bien en un contexto en el que aún no existía Más Madrid y en el que IU concurrió por separado pero no obtuvo representación institucional.
Pese a esa mejoría, Unidas Podemos queda en quinto lugar en la Asamblea de Madrid, por detrás de Vox y sin opciones de impedir la victoria de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, y su reelección, que era su objetivo primordial al aspirar a ser determinante para fraguar un gobierno de coalición socialista.
Además, en el ala progresista ve como el descalabro del PSOE es aprovechado por Más Madrid con el efecto 'Mónica García, la auténtica revelación de estas elecciones, que sorpassa a los socialistas y cosecha más del doble de votos que Unidas Podemos con 609.540 sufragios (el 17%) y 24 escaños en la cámara madrileña.
Y es que precisamente la escisión gestada por Errejón deja tocado a los morados, máxime cuando Más Madrid rechazó su oferta de candidatura conjunta para reforzar el mensaje de unidad de la izquierda y dejar superadas las disputas pasadas.
El exvicepresidente anunció el 15 de marzo de forma sorpresiva dejaba su cargo en el Gobierno para presentarse como candidato a los comicios madrileños, en pleno 'terremoto político' ante la fracasada moción de censura en la región de Murcia y el adelanto electoral decretado por la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso.
Un movimiento que se calificó como audaz en el seno de la formación morada que situaba los comicios también en clave nacional, reafirmaba apuesta por desbancar a la principal líder regional crítica con el Ejecutivo central e impedir en el rearme de la derecha en Madrid
Aunque también tenía una clave interna y era garantizar la presencia de Unidas Podemos en la Asamblea, entredicho en los sondeos previos a su salto a la contienda madrileña, un objetivo que ha conseguido.
Sin embargo, también aspiraba a abrir un nuevo ciclo alcista, cuya guinda era formar parte del Ejecutivo, que rompiera la tendencia de caída electoral que arrastra el espacio político desde 2019, tanto en el plano autonómico como nacional, que no ha alcanzado.
Pero su salto a la contienda electoral del PSOE también contribuyó a gestar un relevo tranquilo, que venía barajándose desde hace meses, en el liderazgo de Unidas Podemos en el Gobierno en favor de Yolanda Díaz.
No obstante, su marcha abre ahora también el proceso de dar entrada a nuevos liderazgos también en el plano orgánico del partido, algo que no estaba previsto dado que, antes de los resultados de las elecciones, había transmitido que su mandato como secretario general de Podemos era hasta 2023.
Iglesias decidió arriesgar su posición política y fió todo a una movilización masiva de los barrios del sur y municipios de la periferia madrileña para intentar el vuelco político, al entender que ahí residía una mayoría de izquierda pero tendente a la abstención, frente a los bastiones electorales del PP.
Una tesis que, a tenor de los resultados, ha quedado refutada al teñirse de azul el mapa de municipios de la Comunidad, pese a registrarse también modestos incrementos en estos enclaves del cinturón rojo para su lista.
Su mensaje de plantear los comicios como "una defensa de la democracia" ante el avance del "fascismo y la extrema derecha", que parecía evocar una antítesis del lema popular 'comunismo o libertad', no ha penetrado en un electorado que se ha movilizado de una forma histórica.
Y a pesar de que focalizó el "riesgo para la democracia" que suponía el avance de la derecha y la posible alianza con Vox, él mismo ha reconocido que su figura genera un efecto movilizador contrario a los intereses de la izquierda, pese a sus llamadas a llenar las urnas de "dignidad" para conformar un gobierno "decente" y combatir el "blanqueamiento" de la extrema derecha.
Además, el escenario de tres candidaturas progresistas, dado que su caladero se orientó en el votante más a la izquierda de este espectro político (a los que dirigió sus principales propuestas) que no ha sido lo suficientemente abundante para ensanchar más su base electoral, una transversalidad que sí ha logrado Más Madrid.
Tampoco ha resultado exitosa su confrontación a Ayuso ante la gestión del Covid-19, sobre todo a raíz de la situación de las residencias en la primera ola y de los polémicos protocolos sobre el tratamiento de mayores con la enfermedad, a la que no ha erosionado pese a responsabilizarla de los peores datos del país en contagios, fallecidos y hospitalizados.
Pese a que hizo bandera de su contribución a una gestión de la crisis del Covid diferente, incluso antagónica a la Ayuso, el exvicepresidente no ha rentabilizado su paso por el Ejecutivo central y el despliegue del 'escudo social', las ayudas directas al pequeño comercio, su impulso para acelerar la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital o el mecanismo de los ERTE para proteger el empleo.
En la cuestión social tampoco ha sido una baza que haya podido imponer en la contienda madrileña pese erigirse como una némesis de la dirigente popular con su reforma fiscal para subir los impuestos a las rentas altas, regular el precio del alquiler, crear una Consejería específica de Feminismos, incrementar en 1.000 millones anuales a la educación, la apuesta por una banca pública o contratar 10.000 nuevos efectivos sanitarios.
La amarga noche electoral para Iglesias termina con una carrera política que ha transformado la política nacional y que, con su carisma político, salió al rescate de su partido en escenarios adversos, como los comicios de 2019.
Ciudadanos no ha conseguido representación en la Asamblea de Madrid en las elecciones de este martes, al perder unos 500.000 votos respecto a 2019 y quedarse en un 3,57 % --con el 99,76 % de las papeletas contadas--, y ha visto frustrado su objetivo de recuperar el poder en la Comunidad de Madrid, donde gobernaba con el PP hasta el pasado marzo.
De esta manera, se acelera la decadencia que el partido inició en las elecciones generales de noviembre de 2019 y que Inés Arrimadas no ha conseguido frenar en el año y dos meses que lleva como presidenta, un periodo en el que Cs se ha hundido en Cataluña y ha perdido el poder en dos de las cuatro comunidades autónomas donde gobernaba.
La moción de censura que Cs presentó junto al PSOE en Murcia para que el PP saliera del Gobierno regional, y que finalmente fracasó, ha tenido como resultado la desaparición del partido en Madrid dos meses después.
El resultado de este 4 de mayo es el peor registrado por Ciudadanos en unos comicios autonómicos en Madrid desde 2011, cuando obtuvo un 0,16 % al concurrir por primera vez a las urnas en esta comunidad siendo todavía un partido fundamentalmente catalán.
El cabeza de lista, Edmundo Bal, se ha quedado muy lejos del 12,15 % de 2015, cuando Cs irrumpió en la Asamblea con 17 diputados, y del éxito de 2019, cuando se convirtió en la tercera fuerza de la Cámara, con 630.000 votos, un 19,46 % y 26 diputados que permitieron a Ignacio Aguado formar un gobierno de coalición con el PP.
Fue también en la primavera de 2019 cuando los resultados de la formación naranja en elecciones generales en la Comunidad de Madrid alcanzaron su punto álgido. En abril se hizo con 57 escaños en el Congreso, logrando incluso superar al PP en Madrid al recibir más de 790.000 votos, el 20,95 %, y previamente había anotado en esta comunidad un 18,82 % en 2015 -como tercera fuerza, por delante del PSOE- y un 17,79 % en 2016.
El desastre para Ciudadanos llegó con las generales de noviembre de 2019, cuando se quedó con solo diez diputados en la Cámara Baja. En aquel momento descendió al 9,07% (323.000 votos) en Madrid y esta cifra mejoraba el dato nacional, que era del 6,8 %, pero el resultado de las elecciones de este martes ni siquiera se acerca a este porcentaje.
La formación naranja llegó a la campaña electoral de Madrid en un momento complicado por los efectos de las mociones de censura contra el PP en Murcia, que llevaron a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, a romper con su socio en Madrid y a adelantar los comicios, y que generaron malestar en muchos cargos de Cs, parte de los cuales abandonaron el partido.
Tampoco ha ayudado el clima de polarización, que ha dado mayor visibilidad a otras fuerzas políticas, ni el hecho de que muchas encuestas anticiparan que Ciudadanos se quedaría fuera de la Asamblea, ya que parte de sus potenciales votantes pudieron inclinarse hacia otros partidos con más opciones de traducir sus votos en escaños, como el PP.
Este 4-M supone un nuevo fracaso electoral para Inés Arrimadas, que tomó las riendas del partido en marzo de 2020 con el difícil objetivo de hacerlo remontar tras el batacazo del 10 de noviembre de 2019 y la dimisión de Albert Rivera.
En este tiempo, ha tratado de situar a Ciudadanos en el centro político, capaz de llegar a acuerdos tanto con el PP como con el PSOE. Superada la etapa en la que Rivera renegaba del "sanchismo" en 2020 su sucesora pactó medidas económicas y sociales con el Gobierno de Pedro Sánchez durante la crisis del coronavirus y apoyó el mantenimiento del estado de alarma.
Esta estrategia incomodó a algunos cargos del partido, que venía de una época en la que Rivera había intentado reemplazar al PP como referente del centro derecha y había elegido a este partido como socio preferente para los pactos postelectorales tras las autonómicas y municipales de 2019.
Pero los críticos con el giro de Arrimadas no hicieron mucho ruido entonces. Tampoco generó problemas internos el mal resultado de las elecciones de julio en Galicia, donde Cs obtuvo un 0,75% de los votos y volvió a quedarse sin representación, quizá porque lo compensó entrando por primera vez en el Parlamento vasco, en coalición con el PP.
Lo que empezó a abrir las costuras de Ciudadanos fue el hundimiento en Cataluña, su lugar de nacimiento y donde llegó a ser la fuerza más votada en 2017. Quedarse con solo seis diputados en el Parlament en las elecciones del pasado febrero, frente a los 36 que tenían antes, y ser superado incluso por Vox, hizo que aumentara el descontento con la gestión de Arrimadas y su equipo.
Sin embargo, y a pesar de que varios diputados y senadores exigieron dimisiones, la líder de Cs logró capear el temporal y seguir adelante sin modificar el rumbo, asegurando que toda la Ejecutiva estaba "comprometida con seguir luchando por el partido".
La situación cambió radicalmente a raíz de lo ocurrido en Murcia, donde la formación naranja se alió con el PSOE para echar al PP del Gobierno de la Región y del Ejecutivo municipal de Murcia. En el primer caso, el presidente autonómico, el 'popular' Fernando López-Miras, logró que varios diputados de Cs y otros previamente expulsados de Vox votaran en contra de la moción de censura, impidiendo que prosperase.
Como consecuencia de ello, Ciudadanos perdió el poder Murcia, teniendo que ver, además, cómo tres de sus diputados se convertían en tránsfugas. Y los abandonos no se limitaron a Murcia, sino que, tras la decisión de Díaz Ayuso de convocar elecciones en Madrid, comenzó un goteo de cargos de Cs que decidieron apartarse del partido, en algunos casos sin renunciar a sus actas de diputados o senadores.
Tras una nueva reunión de la Ejecutiva permanente, de la que salió el entonces portavoz en las Cortes Valencianas, Toni Cantó, para comunicar que dimitía de todos sus cargos, Arrimadas tuvo que afrontar el creciente malestar interno. Anunció la ampliación del Comité Permanente y aceptó la dimisión como vicesecretarios de Carlos Cuadrado y José María Espejo-Saavedra, aunque continuaron en la dirección.
Los reproches que han lanzado a Arrimadas quienes se han marchado se centraban en sus pactos con Sánchez, pero la presidenta nunca se ha mostrado arrepentida de ello y ha defendido que siempre ha actuado pensando en lo que consideraba mejor para los españoles en cada momento.
Durante este tiempo, ha soportado los ataques de exdirigentes del partido como Juan Carlos Girauta o Marcos de Quinto, mientras Albert Rivera -al que algunos medios de comunicación relacionan con la operación del PP para captar a cargos de Ciudadanos- permanecía en silencio, y ha reivindicado la autonomía de Cs frente a la pretensión de los 'populares' de absorberlo.
Ahora, el mal resultado electoral en la Comunidad de Madrid pone de nuevo a prueba la resistencia de la formación naranja, que se arriesga a sufrir nuevas fugas y a una crisis del liderazgo de Arrimadas.
Columnistas
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