La monarquía ha acompañado a la historia de España desde sus orígenes, desde sus más nebulosos inicios. Reyes tuvieron los visigodos, aunque fueran electivos, y de ahí surgió el Reino de Toledo que, tras la conversión de Recaredo en el año 589, podemos ya llamar reino hispanogodo. Fue a lo largo de esos siglos de dificultosa y lenta amalgama entre el mayoritario poso hispanorromano y el minoritario elemento visigodo, cuando fue forjándose el embrión de la personalidad española. España nació siendo ya reino y su destino está íntimamente ligado a la institución monárquica. La monarquía no es garantía de comportamiento virtuoso, del mismo modo que tampoco lo es la república, ni el emirato. Pero las naciones son herederas de su pasado y los pueblos con ganas de pervivir no pueden olvidar su historia, necesitan cimientos donde construir su futuro y donde asir sus recuerdos y ubicar a sus antepasados. Una nación necesita pilares, saber de dónde viene, el porqué de sus tradiciones, su historia y la Historia de España es la historia de la monarquía española, desde Ataúlfo, el primero de la lista de los reyes godos, hasta los próximos: Felipe VI y Leonor I.  

Prescindir de la monarquía española es prescindir de una institución capital y consustancial a España, es olvidarnos de nuestro pasado y eliminar uno –por no decir el único- de los elementos aglutinadores del pueblo español. Acabar con la monarquía sería acabar con España, sus enemigos lo saben perfectamente y de ahí sus permanentes ataques a la Corona.

   La Historia nos enseña cómo cuando España abandona la forma monárquica se precipita pendiente abajo por el sumidero de la Historia, se rompe desde dentro y sólo la restauración monárquica la salva de su definitiva extinción.

   La monarquía es la institución que enlaza una generación con otra, el puente histórico entre las generaciones pasadas, presentes y futuras. Es el hilo conductor de nuestra Historia, la que nos une a nuestros ancestros. Una institución al margen de las contiendas políticas y de las luchas partidistas, aunque no de las debilidades humanas.  

 No digo que la monarquía sea una institución válida para cualquier tiempo y lugar, pues cada nación, cada pueblo, ha desarrollado y forjado su propia arquitectura institucional ligada a su tradición y a sus costumbres. Pero lo que sí afirmo es que la tradición española es la monarquía y una nación sin tradición, sin legitimidad histórica, es una nación muerta, sobre todo en el caso de España, en el que desde dentro hay élites políticas que no ya sólo la cuestionan, sino que la niegan.  

 Como dice la tradición, Gibraltar dejará de ser británica cuando desaparezcan los monos del Peñón, pues bien, si queremos que nuestra Patria no desaparezca, cuidemos de nuestra monarquía como los británicos cuidan de los monos de Gibraltar, porque España, que nació siendo reino, morirá el día que deje de serlo.