“Los próximos 100 años” es el título de uno de los últimos libros del politólogo George Friedman. El autor, húngaro de nacimiento e hijo de supervivientes del holocausto, emigró de niño a EEUU huyendo del comunismo. Actualmente preside la principal consultora mundial de predicción geoestratégica.  

 Pues bien, en este libro, el autor elabora una tesis sobre cómo él entiende que se desarrollará el actual siglo XXI. Desde el comienzo del libro, ya aclara que no se trata más que de predicciones, de hipótesis, pero al mismo tiempo resulta evidente su fe en sus grandes líneas argumentales. Friedman considera que los Estados no son tan libres como parece, que la realidad limita sus opciones, que muchas veces no hay elección, de ahí que sea posible aventurar las corrientes dominantes y, por ende, predecir el futuro geopolítico.  

 A primera vista se aprecia cierta soberbia, fruto de la seguridad que tiene en sus predicciones. No obstante, hay que tener en cuenta que, dada la importancia y la capacidad que tienen estas grandes consultoras de influir en los dirigentes mundiales, uno tiene la sensación de que más que un libro predictivo, éste es un libro constructivista pues, al formular y divulgar sus tesis, parece que lo hace con la intención de que éstas sean asumidas por las élites políticas internacionales y por tanto, puestas en práctica y convertidas en realidad.  

 La gran tesis del libro es que el siglo XXI será el siglo de los EEUU. Pese a las teorías del ocaso de Occidente o de la decadencia norteamericana, él es justo de la opinión contraria, que el siglo estadounidense comenzó en la década de los 90 del siglo pasado, con el colapso del Bloque Comunista –que pone término a la Era Europea-  y el ascenso de EEUU como potencia hegemónica mundial. Según esta tesis, el poderío de EEUU se verá reforzado en el siglo XXI sin que exista ninguna nación que pueda rivalizar ni cuestionarlo. EEUU se alzará como única potencia, desvinculada ya totalmente de Europa y de la cultura europea, reforzando el surgimiento de una cultura netamente estadounidense.  

 A su juicio, y contrariamente a la opinión mayoritaria, ninguno de los países actualmente emergentes, ninguno de los famosos BRIC, tomarán el relevo de EEUU, ni estarán en condiciones de cuestionar su liderazgo mundial a lo largo del presente siglo.  

 Rusia, con sus desequilibrios internos, la total falta de infraestructuras, su inmensidad y un tremendo declive demográfico, caerá en un caos que será aprovechado por sus vecinos y perderá cualquier opción para constituirse en alternativa.  

China, arrastra similares males que Rusia: recesión demográfica, elevación desmesurada de la edad media de su población, desequilibrios entre la población rural y la urbana, el interior y la costa. Así mismo, el capitalismo de Estado, sin los mecanismos del libre mercado, asigna de manera ineficiente los recursos, priorizando la producción sobre la rentabilidad, lo que se llevará por delante el “milagro chino”. Todo ello hará que acaben imponiéndose visiones regionales, que afloren movimientos fragmentarios que cantonalicen al gran país asiático convirtiéndolo en un puzzle de fichas bajo influencia de las potencias vecinas.

  India, encajonada geográficamente, carece de opciones para expandirse y se mantendrá como potencia media. A Brasil, simplemente, no la considera como una alternativa plausible.  

 Frente a estas naciones, actualmente de moda como candidatos al relevo americano, George Friedman propone una serie de países ascendentes: Turquía, Japón y Polonia.  

 Turquía aparece como la única entidad capaz de aglutinar al grueso del mundo islámico en un proyecto común. A caballo entre Europa y Asia, Turquía aprovechará la debilidad rusa adueñándose del Mar Negro, los Balcanes, el Cáucaso, Asia Central y se proyectará sobre los antiguos dominios del Imperio Otomano.

  Japón, con total carencia de materias primas, entrará en pugna directa con EEUU por el dominio del Pacífico e intentará su expansión por sus entornos habituales: Manchuria, Corea, Siberia, etc.

  Polonia aprovechará, al igual que Turquía, la debilidad rusa y se expandirá hacia el Este y hacia el Sur, lo que hará que ambas choquen por el dominio de las áreas fronterizas.

  A mediados de siglo, George Friedman pronostica una guerra entre EEUU y Japón y Turquía, de la que obviamente saldrán vencedores los Estados Unidos, que de esta manera verán reafirmado su poderío. Este nuevo conflicto mundial tendrá unos efectos similares a los de la II Guerra Mundial: crecimiento económico y desarrollo tecnológico sin parangón.  

 En el apartado referido al conflicto armado, el autor se detiene en el desarrollo concreto de la guerra. Imagina las nuevas tecnologías desarrolladas con fines bélicos: robótica, nuevas formas de generación de energía, dominio del espacio y de la luna, etc. En ocasiones se deja arrastrar por visiones futuristas que se me antojan ciertamente infantiles, utilizando terminología ciertamente cinematográfica, como la de las Estrellas de Batalla.

  Para acabar el siglo, el autor vaticina un aumento de las fricciones México- EEUU. México, convertido ya en una potencia reseñable, ejercerá una presión demográfica y cultural brutal sobre los territorios del Suroeste de EEUU (territorios perdidos por México a mediados del siglo XIX). La población de esas zonas, políticamente estadounidense pero culturalmente mexicana, se debatirá entre la fidelidad cultural y la política, lo que producirá un conflicto de baja intensidad entre ambas potencias que no podrá ser resuelta por medios militares convencionales.

  En definitiva, es un libro de política ficción que contempla al mundo como un gran tablero de ajedrez, alejado del happythinking y la Alianza de Civilizaciones dominante. Un mundo de choques y confrontaciones, de dominación y ambiciones ¿Acaso nos sorprende?