En los tiempos esplendorosos de la Roma Republicana muchos de sus éxitos militares se consiguieron gracias a la disciplina de los legionarios que lograron enmendar los errores de sus jefes supremos.     

     El panorama electoral de nuestra región exige de los ciudadanos, cosa harto difícil, que enmienden los errores de nuestra clase política.    

      Cayo Lara decía, hace pocas fechas en un periódico regional, que la “derecha en estos siete meses había demostrado no saber gobernar” y hay que darle la razón porque en realidad no lo ha hecho. En los treinta años que llevamos de periodos electorales, a parte de estos siete meses, sólo hubo unos breves cuatro años en los que la derecha, a pesar de estar en el poder, poco gobernó si es que algo gobernó.      

    No obstante las nuevas técnicas de regeneración de tejidos, si es que Don Cayo se presta a ello, y no dudamos que lo haga como probo ciudadano y buen español, podrían disparar la industria española de blindados a las más elevadas y envidiadas cotas de la tecnología mundial.  

        Porque indudablemente durante esos veintiséis años la Izquierda demostró que sabía gobernar y lo hizo hasta la saciedad. Sus planes de destrucción de la calidad, de exaltación de lo banal, de exacerbación del localismo desintegrador, de exaltación del sectarismo ideológico y, como no, su gran habilidad para la evaporación del dinero público hacia lugares ignotos o para su exhibición despilfarradora en multitud de obras carentes de fin y de sentido, muchas veces hasta cerradas (Niemeyer, campus de Mieres  y un larguísimo etc.) ponen de manifiesto lo positivo que hubiese sido que en esos veintiséis años la Izquierda no hubiera gobernado y lo baratos que nos hubieran resultado sus políticos, si a condición de no tomar ninguna decisión  ni salir de su casa, les hubiésemos enviado el sueldo a la misma por no hacer nada.      

    Hay cosas peores que no hacer nada, hacer muchas malas y ninguna buena y propiciar la decadencia de la región año tras año a pesar de las fuertes cantidades recibidas desde fuera.

         Aunque la Izquierda asturiana y la española en general se han acabado convirtiendo en un verdadero cáncer político. Eso no puede seguir justificando en muchos casos la inoperancia de la derecha cuya única actuación positiva es la de ser “unos buenos administradores de fincas” desde el Gobierno central. La política correcta exige mucho más, planteamiento estratégicos a largo plazo, sentido del Estado, concepto de la ciudadanía, defensa de los principios morales y no pueden seguir obteniendo el voto, no propiamente de sus seguidores, sino de los aterrados por el desmán izquierdista, con el único argumento: “y si no me votas a mi ¿a quién vas a votar al PSOE?”     

     Estas elecciones tienen que ser su última oportunidad, si no la aprovechan, los ciudadanos que basados en la sensatez pretenden alcanzar, dentro de lo posible, el bien común, deberán reorganizarse y actuar en consecuencia adoptando medidas drásticas.