Aunque muchos males de este mundo podrían evitarse si entre nuestro género o génera, estuviese presente una virtud llamada prudencia (prudencio sería mucho pedir), no parece que dicha virtud vaya a estar entre las preferidas por nuestros antedichos dirigentes pues, entusiasmados con sus flamantes carteras, y como si su propiedad y uso transmitiese ciencia y conocimientos exhaustivos, se creen capaces de ejercer magisterios de un día para otro con el lógico resultado y si no, al tiempo, de tener que estar siendo sujetos con más frecuencia de la debida de aquella expresión que reza: "donde dije digo, digo Diego..."

Porque sí, queridos lectores, a pesar del poco tiempo transcurrido, ya vamos teniendo muestras claras de este ejercicio del poder desde el desconocimiento, la ignorancia y, sobre todo, de la banal autosuficiencia y de la petulancia.

Por citar algunos ejemplos: A las protestas totalmente justas y fundadas de nuestros agricultores por la desproporción de precios de sus productos entre origen y consumo final, aparte de otros problemas, a nuestro presidente no se le ocurre ninguna explicación mejor que echar toda la culpa de ese malestar a las grandes superficies, a los supermercados, cuando resulta que dentro del mercado de dichos productos, solamente un siete por ciento es comercializado a través de esos establecimientos. Ignorancia totalmente impropia de alguien que se precie de elementales conocimientos de economía y que ni satisface a unos sino que por contra, incomoda, y gravemente, a otros.

Otra ocurrente muestra que de haber sido un comentario de tertulia de café, tendría hasta gracia pero que expresada por un ministro responsable del ramo, entra dentro del despropósito y del ridículo y  que, de llevarse a efecto en forma de decreto o lo que sea, traería como consecuencia el monumental incomodo por parte de los afectados, es la que intento transcribir: Resulta que el cerebro gris (más bien gris oscuro) de este notorio notable ministro, ha parido, más o menos lo siguiente: Se prohibirán las promociones comerciales como la del ejemplo que se expone (no garantizo sea literal la cita en la forma pero sí en la idea o fondo): "Por la compra de un jamón, regalamos una botella de 1 litro de aceite de oliva virgen". Pues lo dicho: PROHIBIDO. ¿Por qué? Pues según la citada y envidiable mente: "porque eso sería denigrar, devaluar y despreciar el aceite de oliva virgen."  No, no es broma, ni es un invento mío o una manipulación de la verdad: mis oídos, los dos, lo han escuchado hace un par de días, a través de una emisora de radio.

Tal razonamiento resulta tan ridículo que cuesta creerlo pero es cierto. Pongan vds. por poner, que en vez de una botella de aceite, se regalase, vamos a improvisar  por comparar, 1 kg. de cerezas del Jerte, ¿se denigrarían devaluarían o se despreciarían las excelentes cerezas del Jerte por esa razón? Quizá se potenciarían más, aunque no lo necesiten. ¿Y si se regalase un diamante? Sí, sí, porque así lo decidió el promotor de ventas del comercio. ¿Se denigraría, devaluaría o despreciaría el diamante?

En fin, es que estos "nuevos ricos de la política" creen que el usuario, comprador o sea el ciudadano, es tonto y hay que protegerlo para que no lo engañen. Vamos hombre, sean ustedes serios y admitan sus limitaciones; recaben información fiable, documéntense, practiquen la prudencia y métanse en la cabeza, por dura que sea, que una cartera ministerial no es ni de lejos, una lámpara de Aladino.

Francisco Alonso-Graña del Valle