Sabado, 27 de julio de 2024
el año que comienza
El catolicismo y las religiones
Una de las constantes observadas en las religiones antiguas es la evolución de los dioses con el tiempo. Si nos fijamos en la religión del antiguo Egipto, el caso de Horus, el dios halcón, es paradigmático. Aunque no se conoce con suficiente detalle, es innegable que el muy poderoso Horus del periodo predinástico y primeras dinastías, acabó siendo reemplazado por un Horus secundario, hijo de Isis y Osiris, manteniendo, eso sí, el carácter protector del Faraón. Puede que ello sea inevitable. Cada generación hereda de la anterior bienes de todo tipo, religión incluida, pero al hacerlos suyos los transforma en beneficio propio.
Mirando las cosas desde esa perspectiva, se entiende mejor las continuas tentaciones a que se vieron sometidos los israelitas, y, en cierta medida, la progresiva purificación de la idea de Dios llevada a cabo por los profetas, bajo la asistencia del Espíritu Santo.
Comparando lo sucedido en Israel con lo ocurrido en la Iglesia, se pueden encontrar cierto paralelismo y notables diferencias. El paralelismo estaría en que tanto los profetas como los santos y el magisterio eclesial insisten una y otra vez en mantener la fidelidad a Dios, apartándose del pecado. La gran diferencia sería que mientras la comprensión de Dios por parte del pueblo de Israel cambió profundamente a lo largo del Antiguo Testamento, una transformación similar no es viable en el Cristianismo porque, al ser Jesucristo Dios mismo, su mensaje no puede alterarse.
Sin embargo, la tendencia a adaptar la fe a las conveniencias particulares ha persistido en el ser humano y la Iglesia ha sufrido en el transcurso de los siglos todo tipo de desviaciones y, en consecuencia, se han multiplicado las divisiones. Recientemente, algunos católicos, tanto teólogos como obispos, tratan de nuevo de modificar la fe recibida como si fueran dueños de ella. Pero, en lugar de separarse de la Iglesia como hicieron los arrianos, los nestorianos o los protestantes, pretender modificarla quedándose dentro. Algo semejante ocurrió ya con los gnósticos en el siglo II y costó mucho resolver el problema. Todo parece indicar que tampoco ahora va a ser fácil.
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