Sabado, 23 de noviembre de 2024

una aproximacion cristiana

Universidad

La Universidad tiene su origen en la Europa medieval cristiana. Probablemente  fue creada como centro de formación superior, pero pronto fue algo más, un reducto donde se pensaba y se discutía razonando.  Quizás su primer éxito fuera teológico, la Escolástica, pero su éxito más radical fue, sin duda, la ciencia moderna. Centros de formación y razonamiento han existido en otros tiempos y culturas, al menos, desde la Grecia clásica. Pero la ciencia es otra cosa. Presupone el convencimiento de que el mundo sigue ciertas reglas y que, además, es comprensible mediante la razón, algo que es consustancial con el pensamiento judeo-cristiano que cree que el universo es la creación de un Dios bondadoso y no arbitrario. También implica que el mundo material se puede estudiar mediante la experimentación, como hacía, sin ir más lejos, san Alberto Magno, y eso es algo que los griegos nunca llegaron a hacer de forma sistemática. Los avances tecnológicos musulmanes no acabaron de cuajar en ciencia, en parte al menos, porque las autoridades decidieron cercenar todo intento de pensamiento autónomo.

Con el paso del tiempo la Universidad fue adquiriendo una fisonomía mucho más laica, pero en sus objetivos, la búsqueda de la verdad, la formación de especialistas y la resolución de los problemas contemporáneos, todavía pueden reconocerse sus raíces cristianas.

Para formar parte de la Universidad es requisito imprescindible la inteligencia, que es un don de Dios que debe cultivarse intensamente, como nos advierte la parábola de los talentos. Si la Universidad quiere ser fiel a sí misma debe esforzarse en plantear correctamente los problemas de nuestro tiempo, con independencia y libertad y, luego, como es natural, tratar de ayudar a resolverlos sin dar la espalda a la moral. También es  urgente repensar el papel de la Universidad, no sólo en términos de probidad y excelencia, sino como impulsora de valores en desuso como racionalidad, responsabilidad, respeto mutuo, y, ¿por qué no? espíritu emprendedor.

Los cristianos que trabajamos en este medio debemos esforzarnos en hacer patente que Jesucristo es la Verdad, el anhelo último de todo hombre consciente. Que Él no se opone, sino que integra las verdades parciales, lo que persiguen las distintas ramas del saber.



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