Miercoles, 27 de noviembre de 2024
... Y, IV
Para no adentrarnos en el túnel de posibilismos y especulaciones en torno al leit motiv de la serie y, para ello, nada mejor que situarnos en la escala humana de los acontecimientos cotidianos de toda índole y a nivel de calle, tierra de campos y cultivos, cumbres y picos o incluso aguas marinas y fluviales por donde eventualmente transitan y navegan personas de todas las razas que, también, incursionan en espacios aéreos y otros: concluyamos? Alguien se podría preguntar el porqué de tal minuciosidad narrativa un tanto novelesca pero, es que no quisiera dejar cabos sueltos sin utilizarlos "por lo menos eso pretendo- para el amarre de mi pobre cascarón (en algún momento y con otro timonel más experimentado y capaz hubiera sido un paquebote de cierta enjundia) al puerto circunstancial, pero no definitivo, que me ha tocado en suerte en esta particular carta de navegación trazada por el destino (sí, con d minúscula).
Desde cualquier perspectiva que observemos el devenir socioeconómico en esta nuestra era histórica, recibimos la impresión de asistir al espectáculo de un circo de tres pistas, en la que en una de ellas actúa el funambulista que, en su número esforzado y encomiable intenta a toda costa guardar el equilibrio mientras recorre de extremo a extremo un cable finísimo de acero... En otra, una amazona bella y grácil a lomos de équidos hermosos y bien enjaezados cautiva al público que, según edades y sexo, ansía consciente o inconscientemente, poseer y -¿disfrutar?- de lo que en la pista no pasa de ser un entretenimiento visual y estético de apreciable valor? Y, en la tercera, un domador talludo con voz rota y rocosa blande y golpea con autoridad la serpiente de cuero de su viejo y nudoso látigo (¡ah!, siempre un látigo).
Bien, el avezado lector -que no muy avezado- ya estará a estas alturas interpretando lo alegórico del mensaje a ser trasladado a una exposición de motivos y, quizás hasta de fundamentos, que determinan una tesis rupturista y un tanto pesimista que está implícita en el título de esta sucesión de artículos. Y es que, los eufemismos y la dialéctica empleada ad usum por especialistas y el común de las gentes de cualquier latitud, no puede esconder el irremediable fracaso de todo el circo; esto es: el crecimiento económico no es síntoma de desarrollo y bienestar de los habitantes de este planeta. Y digo "escribo- bien PLANETA, porque se trata de todos los habitantes del mismo.
Definitivamente, ni alcanzamos el equilibrio en el hilo de nuestras vidas materiales; ni logramos la propiedad definitiva y satisfactoria de équidos y amazonas insuperables que, aún estando al alcance de nuestra vista, no dejan de constituir un cierto espejismo de <pista circense>; y el domador y sus animales se cansan y envejecen, teniendo la empresa circense que renovar cada cierto tiempo, no sólo al domador y sus bestias sino, también, el número al completo, pues se trata de cautivar por todos los medios al público "pueblo- que asiste y vive el espectáculo.
Sí, señores. Es inútil el esfuerzo cuando éste se encamina primordial, sino exclusivamente, a una muelle existencia económica basada en un consumo de bienes y servicios en cascada y casi sin filtros éticos ni estéticos, pues ello conduce a una fórmula diabólica en la que los términos de producción y consumo no sólo se retroalimentan, sí que también se necesitan. Por tanto, producción y consumo han de ser sometidos y reconducidos hacia el logro de una redistribución equitativa y más humana, aunque para ello haya una tarea ciclópea de por medio que tampoco asegura éxito
alguno a priori. Tal tarea supondría, ni más ni menos, que reestructurar los soportes y el funcionamiento de la definida como affluent society. Pero, ¿quién le pone cascabel al gato?... a este gato. Pues, sencillamente, el mismo gato: el sistema y modelo económico actual, que nos comprende pero no entiende la otra parte del sujeto activo o pasivo de esta society, ésa que los griegos llamaban psyché, los romanos anima y los gnósticos en general ALMA? El cómo, es cuestión de tiempo y desgaste de los elementos del actual sistema? El cuándo, probablemente no lo veré desde mi atraque circunstancial y pasajero en el puerto señalado en mi ruta de navegación
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Juan J. Rubio
Columnistas
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