Miercoles, 19 de febrero de 2025
pues algo intermedio
¿Milei o Vance?
Es obvio que la nueva derecha avanza en todas partes, comiéndole terreno a un centro-derecha que ha interiorizado los trágalas ideológicos de la izquierda (de la «emergencia climática» a la «violencia de género», el transexualismo o la identity politics). Pero se enhebra un tanto precipitadamente a los Trump, Le Pen, Meloni, Milei u Orban en una sola letanía, pasando por alto claras diferencias entre ellos.
Comparemos el discurso de Javier Milei en Davos la semana pasada con el que pronunció J.D. Vance "mentor intelectual y delfín del trumpismo" al aceptar su candidatura vicepresidencial en julio. El presidente argentino se reclamó explícitamente del liberalismo clásico y entonó un canto entusiasta al capitalismo. Occidente había encontrado en el siglo XIX la fórmula para el progreso constante: la tríada lockeana de «protección de la vida, la libertad y la propiedad privada». Las revoluciones liberales desencadenaron una energía innovadora que sacó a la mayoría de la pobreza; Europa y América deben su salto adelante, piensa el político de la motosierra, a «ese nuevo marco moral y filosófico que ponía la libertad individual por encima del capricho del tirano. Occidente pudo dar rienda suelta a la capacidad creativa del hombre, dando inicio a un proceso de generación de riqueza nunca antes visto».
Según Milei, la receta para el bienestar es un Estado imparcial que no se endeuda y reduce su intervención al mínimo imprescindible. El declive occidental se debe a haber sustituido el liberalismo por la socialdemocracia, los derechos-protección (que implican la abstención del Estado) por los derechos-prestación: «En algún momento del siglo XX perdimos el rumbo y los principios liberales que nos habían hecho libres y prósperos fueron traicionados». El pretexto para la expansión constante del Estado fue la redistribución de la riqueza, so capa de «la siniestra, injusta y aberrante idea de la justicia social». La igualdad ante la ley se trocó en la «igualdad a través de la ley», el Estado redistributivo. Esa redistribución adopta últimamente la forma de cuotas woke que atienden al sexo, la raza o la orientación sexual, no al mérito, a la hora de asignar puestos.
La solución de Milei es meridiana: volvamos al Estado pequeño y neutral, a las leyes ciegas al color y los genitales; a la meritocracia, el equilibrio presupuestario, los impuestos bajos y el librecambismo. Argentina arruinó su esplendor de principios de siglo a base de proteccionismo peronista y «justicia social»; su error fue «cerrarse al libre comercio» (sic).
¿Y qué dijo J.D. Vance en julio pasado? Lo contrario: acusó al libre comercio de la destrucción de empleo en EE. UU. («Joe Biden apoyó en su momento el NAFTA, un mal acuerdo comercial que externalizó a México muchos buenos empleos manufactureros; Biden le dio a China una bicoca de acuerdo comercial que también destruyó muchos empleos de clase media»).
Vance es un peso pesado intelectual, un político-filósofo. Entre sus influencias están la doctrina social de la Iglesia, el pensamiento de René Girard y las ideas de teóricos postliberales como Sohrab Ahmari o Patrick Deneen. Lo característico del postliberalismo es la crítica del «fusionismo» liberal-conservador que informó a la derecha norteamericana en la Guerra Fría. Vance comparte esa crítica: «Creo que el Partido Republicano ha sido demasiado tiempo una coalición de conservadores sociales y libertarios económicos, y no pienso que los conservadores sociales se hayan beneficiado mucho de esa alianza». En efecto, los postliberales culpan al liberalismo de la descomposición de la familia, del abortismo, de la destrucción de empleo, de la descristianización, de la fragilidad creciente de la clase trabajadora… Usan una retórica populista que raya en la lucha de clases: las «élites globalistas» (los «anywhere», capaces de adaptarse a las exigencias cambiantes de la sociedad competitiva y tecnificada) explotan y desprecian al «pueblo enraizado» (los «somewhere», vinculados a lugares y empleos concretos). Frente a la fe liberal en la mano invisible y benefactora del mercado, abogan por la promoción estatal del «bien común».
Un servidor cree que el liberalismo económico sí es compatible con el conservadurismo social. Los liberales clásicos fueron conscientes del valor irremplazable de la familia, las iglesias y otros cuerpos intermedios. Al discurso libertario de Milei le falta peso conservador (aunque, eso sí, defiende con rotundidad el derecho a la vida desde la concepción); al discurso antiliberal de los Vance o Deneen le sobra inquina anticapitalista y antimeritocrática. La nueva derecha necesita un rumbo intermedio a esos dos extremos. Otro día veremos cómo.
Columnistas
Vance es un peso pesado intelectual, un político-filósofo. Entre sus influencias están la doctrina social de la Iglesia, el pensamiento de René Girard y las ideas de teóricos postliberales como Sohrab Ahmari o Patrick Deneen Publicado en el Debate
Por Francisco J Contreras Leer columna
La subida global de temperaturas y la conveniencia de ir sustituyendo las fuentes de energía tradicionales (gas, petróleo y carbón) por otras más sostenibles es un tema de permanente actualidad tanto en los medios de comunicación como en la política. Frente a la versión aplastantemente mayoritaria del problema y sus soluciones, el ciudadano atento y bien informando acaba descubriendo algunos problemas a los que no se les presta demasiada atención. En este artículo se presentarán algunos de ellos
Por Francisco Javier Garcia AlonsoLeer columna
La propuesta que más influyó para atraer el voto de muchos europeos hacia las nuevas derechas es el rechazo a las políticas que facilitan la inmigración incontrolada, pues están convencidos de que aumenta la delincuencia y favorece la islamización de Europa
Por Angel Jiménez LacaveLeer columna
La alternativa a la "justicia social" no es un escenario de pobres muriéndose en las aceras por falta de recursos para pagarse un hospital. La alternativa sería una sociedad en la que, con una presión fiscal que fuese muy inferior a la actual, la gran mayoría de la gente se las arreglase muy bien por sí misma, sin depender de papá Estado. Publicado en el centro Covarrubias
Por Francisco J Contreras Leer columna
Este hombre de 82 años ha hecho más daño al sanchismo en dos meses que Feijóo y sus diputados en esta legislatura
Por Rafael Sánchez SausLeer columna
En su libro “Agenda 2033, nueva y eterna”, Eduardo Granados presenta una propuesta para que pongamos nuestra mirada en 2033, fecha en la que se cumplen dos mil años de la Redención. En 2033 confluyen las celebraciones del bimilenario de la institución de la Eucaristía, de la muerte y resurrección de Cristo y del nacimiento de la Iglesia. En esta entrevista el autor nos da las claves de esta original propuesta.
Por Teodoreto de Samos Leer columna
Detrás de tanta normativa milimétrica se agazapa una desconfianza descomunal en la gestión privada, que actúa como un implícito reproche moral. Publicado en El Debate
Por Enrique García MáiquezLeer columna
Occidente no perdió el rumbo en 1776, sino en 1917 y 1968.
Por Francisco J Contreras Leer columna
Sólo el advenimiento de los Reyes Católicos, y el resultado de su prodigiosa obra, pudo superar, andando el tiempo, esa primacía en la memoria de los castellanos. Pero para ello hubieron de pasar casi doscientos cincuenta años Publicado en El Debate
Por Rafael Sánchez SausLeer columna
Cabe resaltar aquí lo afirmado por el fiscal jefe de la Audiencia Nacional: "En definitiva, da igual el explosivo que se utilizara, lo cierto es que todas las pruebas apuntan a que estos personajes fueron los que cometieron ese atentado y la trama asturiana proporcionó los explosivos" (sic).
Por Ana María Velasco Plaza Leer columna