España años 70: el país produce bienes de baja tecnología con sus salarios moderados, bajos impuestos y baja regulación. España años 80: países tercermundistas compiten con nosotros en estas producciones, pero ellos tienen salarios de hambre, bajos impuestos y baja regulación; mientras que nosotros tenemos salarios nominales actualizados según IPC (si bien con menor poder adquisitivo real), impuestos crecientes y regulación disparatada. Como consecuencia perdemos tejido industrial y se reemplaza el caro trabajador por maquinaria especializada (la famosa “paradoja” de Solbes). España años 90: no se disuelve la negociación colectiva, no se protege la industria afectada, se incumple negligentemente la legislación laboral, no a la energía nuclear y la inmigración compite deslealmente con los nacionales en el mercado laboral y en la captación de subsidios. España primera década 2000: catástrofe productiva y laboral; de nuevo somos un país exótico al sector secundario con relevantes problemas sociales asociados a cierta inmigración.

  España, años 70: un 20% de las mujeres se incorporan al mercado laboral masculino, pero el nivel de salarios no cambia. España, años 80: la mujer se incorpora masivamente al mercado laboral masculino y como consecuencia caen los salarios aunque aumentan los precios ya que el ingreso por hogar ha aumentado transitoriamente. Cuando el nivel de precios se ajusta al nuevo nivel de ingresos, en cada nuevo matrimonio ambos cónyuges se ven forzados a trabajar aunque la mujer no lo desee. Esto implica descuidar la educación de los hijos, delegar la paternidad en los abuelos y dificultar la relación conyugal. España años 90: divorcios a gogó, primeros grandes problemas con juventud incontrolable y primeras hipotecas para toda la vida. España primera década 2000: multidivorciados, “indignados” y deudas hipotecarias –sin piso- para toda la vida.

  España años 70: existe una moderada corrupción administrativa. España años 80: la corrupción y el nepotismo se institucionalizan descaradamente en todos los escalones administrativos. España años 90: robo y enchufismo a mansalva aunque los casos más destacados no quedan impunes y causan alarma social. España primera década 2000: corrupción y latrocinio masivos e incontrolables, ya nadie se escandaliza y el 90% de los corruptos permanecen impunes en sus puestos públicos.

  España años 70: se establece el derecho al trabajo y a la vivienda digna en la Constitución Española. España años 80: paro masivo y viviendas cada vez más inasequibles. España años 90: gran parte de la juventud no encuentra empleo ni vivienda digna y forma familias más tarde. España primera década 2000: los pisos vacíos multiplican a los españoles sin vivienda, el país es abastecido desde centroeuropa y lejano oriente a base de crédito exterior, mientras su juventud languidece en el paro.

  Que nadie me diga que la solución a los problemas de España es bajar salarios y aranceles, subir impuestos, trabajar más horas, privatizar el mercado de la vivienda y el crédito, tener menos hijos, casarse menos y atraer inmigrantes.

  Y por si todo esto ha sonado poco “liberal”, permítaseme hacer dos citas de Adam Smith y a John Stuart Mill que considero vienen muy al caso:

  “Nuestros comerciantes e industriales se quejan mucho de los efectos perjudiciales de los altos salarios, porque suben los precios y por ello restringen la venta de sus bienes en el país y en el exterior. Nada dicen de los efectos dañinos de los beneficios elevados. Guardan silencio sobre las consecuencias perniciosas de sus propias ganancias. Sólo protestan ante las consecuencias de las ganancias de otros” (Adam Smith, La Riqueza de las Naciones).

  “[...] en las regiones de Inglaterra en las cuales las mujeres y los niños de la clase trabajadora se dedican a esta clase de trabajos, como en Bedfordshire y Buckinghamshire, la situación de la clase obrera no es mejor que en otras partes, sino más bien peor, ya que los salarios de los trabajadores son más bajos precisamente por el equivalente de lo que ganan las mujeres y los niños” (John Stuart Mill, Principios de economía política).