Sabado, 23 de noviembre de 2024
Sin esclarecer
A los 12 años del 11 M
El tren de la impunidad criminal, de la rendición, de la vergüenza de una nación, está cada vez
mas cerca de llegar a su maquiavélico destino. Ha sido un largo viaje, que ha durado doce años
desde que inició su macabro recorrido, sembrando el terror con el asesinato de ciento noventa y
dos personas y con más de mil seiscientos heridos. Aquel sangriento fin de trayectos y vidas fue
el comienzo de otro itinerario en el que sus conductores validaron muy pronto sus planes,
comprobando cómo el terror y la mentira pueden someter a un pueblo.
Durante este largo recorrido se han eliminado todas las barreras y señales que pudieran
frenar su marcha, se han realizado todos los cambios de vía necesarios para que su dirección de
avance fuera la establecida, y se han designado jefes de estación que permitieran su paso
priorizado por los diversos enclaves previstos. Y así, este tren de la ignominia, robustamente
blindado por todos los partidos políticos- paradójicamente incluido, y de manera especial, el
que sufrió, desde el principio y de forma directa, su brutal arrancada -, por la mayoría de los
medios de comunicación, por el lado oscuro de las fuerzas de seguridad, por una justicia
dependiente del poder y por gran parte de los ciudadanos- unos por convicciones ideológicas,
otros por ignorancia y la mayoría por dejadez -, avanza inexorablemente hacia el "tiempo nuevo"
que algunos profetas mediáticos anunciaron arteramente, recién cometida la masacre, con el
orgullo, la prepotencia y el aterrador cinismo de quien mucho sabe.
En un principio algunos confiamos en que los artífices intelectuales y logísticos de esta
canallada lo pagarían con una justicia digna de una nación moderna que mereciera tal nombre.
Pero no fue así, y partiendo de una vergonzosa instrucción del caso, llena de mentiras,
contradicciones, pruebas falsas y desaparición de las verdaderas, falsificaciones documentales y
todo tipo de increíbles patrañas, se culminó con un juicio digno de los anales de la injusticia mas
flagrante, incluidos los falsos testimonios para cuyos autores el juez Bermúdez,-para el que la
plebe "no estábamos preparados para conocer la verdad del atentado"- anunció "el caminito de
Jerez ", caminito que, por supuesto, el tiempo ha borrado. Y con estos mimbres, con las pruebas
necesarias borradas, llegó la inusitada sentencia sobre la autoría de la meticulosa planificación
del atentado, atribuida a supuestos integrantes de supuestas organizaciones terroristas
islamistas que clamaban justa venganza por la más virtual que real participación española en la
guerra de Irak, siguiendo la proclama de la izquierda radical. Como autores materiales, se dictó
condena máxima a quienes las falsedades de las pruebas habían apuntado (ya que, la autoría de
los presuntamente autoinmolados en Leganés no quedo demostrada pese al esforzado y
rocambolesco empeño puesto en ello).
Hace unos días, y en LNE, uno de estos condenados pedía perdón a las víctimas del
atentado y a sus familiares, a la vez que declaraba "asumir sus responsabilidades aunque
muchos otros no las han asumido aún sabiendo la Administración de Justicia quiénes son". Si de
verdad este individuo asume sus responsabilidades y lo considera un deber moral, debería
extender su perdón a todos los españoles, por sumarse consciente o inconscientemente a la gran
farsa que aún pretenden hacernos tragar, y si "desea responder con la verdad a todas las
preguntas para las que no se tiene contestación" dijera todo lo que sabe del atentado. Esa es la
deuda, eso es lo mejor que podría hacer por las víctimas directas de la masacre y por todos los
ciudadanos que estamos pagando y vamos a pagar sus consecuencias. Pero el precio de esta
tardía pero noble actitud podría ser muy alto, ya que, al salirse del guión, se expondría a no
alcanzar jamás su deseado tercer grado por comportamiento ejemplar, -a pesar de que estamos
hartos de ver como salen de las cárceles asesinos y secuestradores terroristas- ; o quizás a algo
peor, razón por la que afirma "se encuentra libre entre rejas" y que "todo esto le queda muy
grande".
A estas alturas del viaje, es mínima la confianza en que alguien se atreva y pueda parar
este tren que, cargado de mártires e ignominia, conduce a la Estación Terminus de una nación
fallida, carente de autoestima y convicciones morales y éticas
Que Dios tenga en su gloria a los que pagaron con sus vidas este viaje, otorgue el
consuelo a sus familiares, reconforte a todos los que sufren las secuelas físicas y psicológicas
derivadas del atentado, y se apiade de esta nación, evitando que este maléfico tren llegue a su
destino.
Columnistas
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