Miercoles, 27 de noviembre de 2024
olvidarse de las ideologías y manifiestos adoctrinadores para calzarse las sandalias de Pedro
A PROPÓSITO DE NEPAL
Ciertamente, aquí estamos, sino los mismos, sí los seres humanos que conforman la humanidad en su conjunto? pero, ¿ha cambiado algo en ella aparte del número y el dolor concretos en un tiempo determinado? Solidaridad, capacidad y medios de todo tipo disponibles para ayudar y reparar los daños inmensos y diversos que se producen en esos casos, no se echan en falta. Pero, no basta, no. Es otra cosa lo que necesita la humanidad entera : es compartir, iniciar todos y al mismo tiempo la construcción de un monumento nuevo al ser todos de uno y uno de todos, volcar la pirámide en la que el vértice del poder, sea aplastado por el cuerpo de la epiqueya limpia y fraternal, olvidarse de las ideologías y manifiestos adoctrinadores para calzarse las sandalias de Pedro? de Juan? de todos los que aborrecen los zapatos que oprimen al caminar los deseos de llegar al destino del amor y la equidad. Empezar desde el principio y aunados como un solo cuerpo social la tarea de desterrar para siempre las lacras que, multiplicadas en los individuos como lepra contagiosa infectan de odio, venganza, envidia, avaricia? sus mentes y cuerpos, facilitando así, de nuevo, la recurrencia y esclavitud a un becerro de oro renovado en el mal y de una complejidad poliédrica y multiforme.
Presumo que se trata de una tarea ingente para llevar a cabo en un tiempo histórico, cuyos espacios son más cortos y próximos entre sí, que aquellos que fracturan los tiempos geológicos. Mas, en algún momento hay que dar comienzo a esta tarea que nos acerque al verdadero significado de la vida, de nuestras vidas y, si alguien de nosotros no lo encuentra o no lo busca por falta de convicción e interés, es lamentable, aunque comprensible; pero sí habrá de entender y, ciertamente que muchos comprenden algo tan sencillo en la formulación, como es la necesidad humana de encontrar la justicia en el poder y la gloria de unos pocos para extenderla al conjunto de la humanidad. Para ello, más que jueces y leyes, hace falta que hombres, mujeres y niños vivan y convivan en el nivel de dignidad que proporciona la educación y el respeto mutuo y generalizado, sea cual sea la latitud de su hábitat y el color de su piel? ¡ah!, y sus necesidades básicas atendidas en toda su extensión. En concreto, y sin más gramáticas: que las causas no sigan produciendo los efectos devastadores a que nos tienen acostumbrados (y nunca mejor dicho). No podemos domeñar un seísmo en un siete u ocho en la escala Richter, pero sí mitigar sus efectos si antes hemos provisto de mejores viviendas y localizaciones de las mismas, más y mejor educación, más y mejor sanidad, más y mejor de todo aquello que poseemos y disfrutamos materialmente en las llamadas sociedades opulentas (aunque ya menos), a los más desheredados y, a la vez expoliados, del Planeta. En definitiva: no seguir esquilmando e ignorando a las sociedades pobres de los territorios ricos (atendiendo siempre en esta denominación, a un sector básico y primario de la Economía), en aras del beneficio y la riqueza excesiva de unos pocos que, ¡oh, casualidad!, habitan en los territorios generalmente menos dotados por la Naturaleza (otra vez en la misma clasificación primaria) y que hemos convenido en llamar <<el Occidente>>.
Juan J. Rubio
Columnistas
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