Sabado, 23 de noviembre de 2024
Europa fuera de combate
¡Abróchense los cinturones!
Vivimos uno de esos momentos clave en la historia de la humanidad, una época de tránsito, de cambios. Los procesos en la historia son lentos, geológicos, como la erosión del viento o el deslizamiento de las capas tectónicas. Son procesos que normalmente pasan desapercibidos para el hombre. El ser humano es el sujeto de la historia, su protagonista, aunque normalmente no percibe los cambios hasta que ya han llegado, hasta que ya están aquí. Entonces sucede que esos deslizamientos milimétricos e imperceptibles desembocan de manera súbita en grandes cataclismos: terremotos, tsunamis o argayos. El proceso es lento, pero inexorable y aunque algunas voces vayan alertando su inminencia, no es fácil adquirir conciencia del mismo.
Ahora mismo la humanidad se encuentra en uno de esas encrucijadas de la Historia, el fin de una era o de la hegemonía de una cultura o civilización, que obviamente dará paso al de otra. Hace quinientos años Europa comenzó su proceso de expansión y crecimiento, un comienzo inseguro y dubitativo liderado en su inicio por Portugal y Castilla que fue afirmándose y consolidándose a través del avance de la técnica y del comercio, en un proceso de vocación universal. Ese proceso se aceleró en el siglo XVIII para llegar a su cénit a finales del XIX con el proceso colonizador que abarcó enormes extensiones del globo. Este liderazgo incuestionable y abrumador empezó a flaquear tras la I Guerra Mundial y se hizo más acusado tras la destrucción producida por la II Guerra Mundial y el subsiguiente proceso descolonizador. Ese repliegue forzoso de Europa se vio en parte camuflado al tomar EEUU el testigo de la defensa de Occidente. Así, el legado europeo fue mantenido por EEUU, ganando unas décadas más de tiempo a la hegemonía occidental y demorando su inminente caída.
Europa, que representa el 7% de la extensión del planeta, llegó a dominar el 85% y, como recoge José Luis Comellas, mientras en 1.900 un 35% de la población mundial había nacido en Europa, tan sólo 100 años más tarde, en 2.000, ya sólo representaba el 9% de la población mundial.
Europa hace ya medio siglo que dejó de contar, convertido en una inservible muletilla de los EEUU. Europa sucumbió de éxito, perdido el impulso creador y cegada por sus logros materiales, pensó que había alcanzado el paraíso en la tierra, una sociedad llena de derechos, de comodidades, donde el hombre apenas tenía que trabajar ni esforzarse para lograr el bienestar material. Donde la vivienda, la educación, los coches y el ocio ya no eran la recompensa por un laborioso y esforzado trabajo personal e incluso de generaciones, sino que venía dado por el mero hecho de nacer, donde vivir desahogadamente no era algo que uno se tenía que ganar, sino algo que el Estado debía proporcionar. Derechos, derechos y más derechos: al trabajo, a una vivienda digna, a pensiones no contributivas, a la educación, a las medicinas, a cambiar de sexo, a abortar y –como ahora pretenden legislar en Francia- hasta el derecho a la asistencia sexual para discapacitados. Ese aluvión inagotable de nuevos derechos y nuevas ocurrencias creó una sociedad indolente, un pueblo hedonista, hastiado y en permanente exigencia de más y más derechos. Obviamente esta carrera hacia el Estado Omnipotente, el Estado Providencia que vela por sus ciudadanos “desde la cuna a la tumba”, no sólo conlleva una degradación moral y una apatía existencial, sino que ha cargado sobre las espaldas del contribuyente una carga fiscal y un endeudamiento imposibles de perpetuarse en el tiempo. La continuación de estas políticas expansivas en el gasto estatal durante las últimas décadas, imposible de ser asumidas por sus beneficiarios actuales y directos, sólo ha podido prolongarse trasladando la responsabilidad del pago de la deuda a las generaciones futuras, en un dramático ejercicio de irresponsabilidad intergeneracional. Así, una economía y un modelo de sociedad sostenido –que no sostenible- a costa del endeudamiento de las generaciones futuras y un Estado absorbente e intervencionista hasta la asfixia, colapsan y sucumben.
Europa vieja y agotada dejó de ser referencia mundial, ensimismada por un bienestar ficticio. EEUU supuso un torrente de vitalidad en un cuerpo ya decaído y logró reanimar temporalmente la occidentalidad. Ahora, exhausto anímica y económicamente, contagiado de las recetas socialdemócratas europeas, EEUU se repliega en sí mismo, abandona el liderazgo mundial que tan injustos reproches le ha costado y deja a Europa a su suerte. EEUU abandona Afganistán e Irak, se lava las manos en Libia, Egipto y Siria y carece de la convicción necesaria para seguir manteniendo a Israel, la única democracia de Oriente Medio. El asalto a la embajada israelí en el Cairo, los intentos turcos de liderar la cuenca musulmana del Mediterráneo y el órdago palestino en la ONU, combinadas la deserción estadounidense, auguran una etapa de inestabilidad en el patio trasero de Europa.
Por otro lado, el imparable crecimiento económico y demográfico del triángulo India-China-Sureste asiático, de cultura sumamente refractaria a los valores occidentales, pero de una fuerte personalidad y arraigo, apuntan a que es ahí donde se traslade el liderazgo mundial, que no sólo será económico, sino también cultural, lo que conllevará el remplazo de la cosmovisión dominante por una radicalmente distinta a la occidental. La creciente invasión china de África a la captura de recursos naturales y su constante desarrollo armamentístico, dan pistas de su creciente vocación de liderazgo.
En definitiva, la conjunción de la quiebra vital y económica de Occidente junto con su desarme moral y armamentístico, apuntan hacia un inexorable reequilibrio de fuerzas y cambios en el liderazgo mundial a favor de pueblos más jóvenes y vigorosos que, inevitablemente, traerán consigo nuevos valores y otras cosmovisiones y culturas desligadas de la occidental, alejadas del humanismo cristiano, de la herencia judeocristiana, grecolatina y germana que dieron origen –por ejemplo- a los derechos humanos y a las sociedades abiertas.
Ante esta tesitura cabe preguntarse ¿estamos preparados para el cambio que se avecina? ¿Somos conscientes de la trascendencia del momento que estamos viviendo? Me temo que no.
Comentarios
Por cabo 2º 2011-10-10 22:21:00
La "penitencia" ya la tenemos, con Eulalia y Juan Carlos, intentando hacer gracia, con la inquisición y demás, en vez de citar a Spengler , la economía, la dmografia, o reflexionar de algún modo que lo que se nos viene encima. A este paso la "inquisición" nos la darán los nietos de Ben Ladem o Mao.
Por Juan Carlos 2011-10-02 22:19:00
No nos quedemos cortos ¡La inquisición! !Que retorne la Inquisición!. Que nostalgia, aquellos autos de fe con herejes y sodomitas ardiendo. Todo lo bueno se pierde.
Por Eulalia 2011-10-02 19:37:00
La solución seria el retorno del nacional catolicismo y como no un poco de temor y respeto a los sacerdotes que ellos estan preparados para educarnos y ayudarnos a salir del problema que hoy nos atemoriza,rezar y hacer penitencia no nos vendria nada mal, mortificar el cuerpo y olvidarnos del sexo que esto agrada a Dios la Virgen los santos y tambien a los ángeles.
Por Alfonso 2011-10-01 23:50:00
Javier, creo que este ha sido tú mejor artículo. ¡FELICIDADES!.
Por Bastiat de Langreo 2011-09-30 11:59:00
El articulista omite señalar al culpable de esta deriva, el liberalismo; no el Estado (puesto que Estado -y totalitario- lo tiene la próspera China). La culpa de todos nuestros males reside en el liberalismo: la idolatría del hombre por el hombre (su razón, sus caprichos, sus ambiciones...).. que sirvió para justificar primero un marco institucional aberrante bajo capa de la soberanía popular, luego un marco económico aberrante so capa de libertad económica, por último un marco moral aberrante so capa de libertad individual y todo ello con el Estado como curandero o celestina de la vesania y perversión de la persona. Para aquella ideología enfermiza y capciosa todo lo cristiano resultaba caduco e "irracional" y debía ser reemplazado con la mayor premura posible pero vistiendo los cambios con hermosas apariencias. Hoy el culpable se presenta de nuevo como salvador, ya sea en su forma propiamente liberal o en su versión socialista.
Por Jorge 2011-09-30 10:35:00
Estupendo análisis, como siempre.
Por Jesus 2011-09-30 10:09:00
En fin, porque nos han hecho perder tanto tiempo estos socialistas? porque no dejaron de cantar hace 35 años la internacional y de definir a la empresa como fascistas despiadados? hemos perdido mucho tiempo de adaptación y progreso y ahora que todo vuelve a cambiar, como dice Alfonso,¿que vamos a hacer? Por favor que solo voten los que entienden y saben, es decir, los listos.
Por María Alú 2011-09-29 23:04:00
Felicidade Alfonso, un artículo brillante, no se puede un análisis mas completo y certero en un espacio más corto
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