Miercoles, 27 de noviembre de 2024
AGONÍAS
Remontándome a tiempos de la llamada Transición (voy a ponerlo con mayúscula un tanto arbitrariamente), que tuvo lugar en España cuando yo andaba por los 40 años de edad más o menos, nada me hacía sospechar que, pasado el tiempo iba a ser testigo de las que yo llamo agonías como preludio de la muerte, de algunos valores que existían previamente pero que algunas mentes preclaras ponían en duda y hasta negaban, afirmando que con dicha Transición iban a aparecer por fin o a reforzarse. Y así, ingenuamente, empezamos a figurarnos que iban a robustecerse la templanza, las buenas maneras, la convivencia en fraternidad, el respeto mutuo, la sensatez...Todas estas mejoras vendrían de la mano de la palabra mágica: DEMOCRACIA que llevaba consigo, estrechamente ligada, otra palabra mágica: la JUSTICIA, ambas a la sombra del mejor de todos los bienes que encierra otra palabra maravillosa: LIBERTAD.
Según esas mentes preclaras de que hablo, España había estado sometida durante cuarenta años a una férrea DICTADURA, principal enemiga de la libertad, de la democracia y de la justicia, ausentes, a causa de esa forma de gobierno autoritaria e injusta.
Pues bien, como mientras no se demuestre lo contrario, en este mundo nada hay que no sea mejorable, nos enfrentamos a la nueva situación política con la ilusión de vivir tiempos mejores dadas las enormes bondades que traería consigo la puesta en práctica de los conceptos que encerraban aquellas palabras mágicas.
Y así, repito, empezamos a vivir lo que nos anunciaban como una nueva y venturosa vida. Por fin, entre otras muchas excelencias, íbamos a ser partícipes nada menos que de la dirección de nuestra nación ya que los protagonistas surgidos de la nueva forma de gobierno, iban a a ser elegidos por nosotros, por el pueblo, que de esta forma pasaba del anonimato a ser SOBERANO. "El poder emana del pueblo", máxima sagrada de la nueva situación.
Pues..."¡ya t'oyí!" diría yo ahora expresándome con la habitual y graciosa "retranca" de que hace gala muy frecuentemente, nuestro entrañable dialecto bable y que traducido al español quiere decir: "¡ya te oí!".
Sí, sufridos lectores: "ya t'oyí", repito. De aquellas tan cacareadas maravillas de que iba a estar empapada nuestra vida...hoy disfrutamos poco, muy poco, tan poco que casi me atrevería a decir que nada de nada, y todo por obra y gracia precisamente de aquellos que por arte de magia iban a transformar nuestra, hasta su llegada, desgraciada existencia.
Y es que la llegada de la democracia trajo consigo otra llegada o más bien, otro aterrizaje forzoso y precipitado: hablo de la llegada de una nueva clase política (es verdad que la anterior era, en la práctica, inexistente, ya que la "férrea" prudencia" del entonces jefe del estado, no la había dejado florecer en demasía). Lo cierto es que en los momentos a que me refiero y hasta hoy, hubo una floración tan excesiva de la nueva clase, que actualmente su número aterra con solo pronunciarlo: quinientas mil personas, según algunas fuentes, viven hoy día de lo que llamamos política en nuestra generosa nación. ¿Lleva esto a una mejora en nuestro acontecer diario? Opino que no, y que lo que hacen estos elegidos, con mayor o menor entusiasmo, es complicar nuestras existencias, algunas ya de por sí, verdaderamente complicadas.
Me estoy escapando en divagaciones de lo que, en realidad, quería expresar al titular este escrito AGONÍAS pero es que todo se va hilvanando y, a pesar de la ligereza del tono, he de decir que estamos atravesando una situación tremendamente delicada pues, bajo el señuelo de la democracia y de la libertad nos vamos dando cuenta de que cada día más, estamos sufriendo una verdadera tiranía, la tiranía de políticamente correcto, del pensamiento único, de la manipulación de la verdad tanto actual como histórica, del uso y abuso del poder para satisfacer las ocurrencias, caprichos y veleidades de aquellos que debían ser modelo y timón de la verdad y de la honradez. Y así, vemos agonizar a marchas forzadas a la tan cacareada democracia, llevando consigo a la agonía de la justicia y a la agonía de la libertad. Somos testigos, un día sí y otro también del empobrecimiento de aquellos valores que tanto y con tanto énfasis nos prometieron y hoy estamos viendo cómo un gobierno, para conseguir su mantenimiento en el poder, es capaz de pactar lo mismo con asesinos como con los que quieren romper nuestra unidad violentamente, con los enemigos de la patria, con aquellos cuyos modelos son los modernos dictadores de los que reciben buenos beneficios, en fin, con todo aquel o aquello que se ponga a tiro con tal de que sea propicio para sus inconfesables propósitos. Son capaces también estos ladrones de voluntades, de llegar a profanar cobardemente el sueño de los muertos, calificando de "victoria de la democracia" la exhumación del cadáver de un hombre sin darse cuenta, en su romo intelecto, de que están engrandeciendo su figura así como la del monumento que no venera precisamente su memoria sino la de todos los caídos de un bando y otro en nuestra desgraciada contienda fratricida de la que ya se había logrado el perdón mutuo (y no el olvido porque la historia no se borra), así como la instauración de un discreto y respetuoso recuerdo. No, todo esto quiere olvidarse, se abren viejas heridas y, aunque esto pueda no ser más que la opinión de muchos, se chantajea a la justicia y se saltan todas las normas de una civilizada convivencia.
Si lo que hoy vivimos es democracia, si lo que hoy vivimos es justicia, si lo que hoy vivimos es libertad, si no estamos matando a nuestra España, creo sinceramente que tanto el escrito que antecede como su lectura, constituyen una triste pérdida de tiempo.
Francisco Alonso-Graña del Valle
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