Sabado, 23 de noviembre de 2024
de como el trabajo bien hecho produce gozo
Andrea Chénier, casi a la altura de otras épocas
Fue sin duda una velada interesante, con un nivel general aceptable que llegó a evocar a épocas en las que las óperas italianas eran tratadas con más "cariño" por parte de los programadores de la temporada ovetense.
Andrea Chénier, en Oviedo estará siempre ligada a la anécdota que protagonizó el tenor Plácido Domingo -en el momento álgido de su carrera- hizo el pasado septiembre cuarenta años exactos. El tenor ya reconocido a nivel mundial, al comienzo de la representación, cuando abordaba el aria "Un di all-azzurro spazio", interrumpió súbitamente la romanza y, después de "espetar": "perdón maestro, los nervios", hizo mutis por el foro y dejó al perplejo auditorio más plantado que un geranio. Al cabo de un rato continuó con la actuación que no fue una de las más brillantes de su carrera. Así es al menos como lo recuerdo, seguramente con inexactitudes, porque la memoria es traicionera, aunque los sucesos asombrosos cuando se viven en la adolescencia suelen quedar grabados a fuego en nuestro recuerdo.
Esta obra compuesta por el maestro italiano, Umberto Giordano, nacido en Foggia, pequeña ciudad del sur de Italia que tan famosa se haría durante el siglo XX gracias a la presencia en un pueblecito cercano, San Giovanni Rotondo, del Padre Pio, el santo de los estigmas, donde viviría cincuenta años.
Es la ópera más reconocida y representada de su autor por encima de la también célebre Fedora. Giordano es encuadrado en la escuela de Mascagni y Leoncavallo. Pertenece por tanto al denominado estilo "verista", por lo que las emociones de los personajes encuentran un claro desarrollo en la partitura. La frase musical que sustenta la archiconocida aria "la mamma morta" transita por todo el discurso melódico a modo de leit motiv que da cohesión, al tiempo que nos sumerge simultáneamente en la melancolía de un tiempo perdido "el de la Francia del antiguo régimen- y el horror de la esperanza de los desvalidos trastocada en un sanguinario y despiadado régimen del terror. Se ha criticado a Giordano su habilidad para aprovechar todos los efectos teatrales y vocales, crítica sin duda excesiva porque justo esta habilidad es la que lo convierte en un autor intemporal cuyas obras más representativas se sigan representando habitualmente en los más importantes teatros del mundo y el público la escuche con agrado más de un siglo después de su estreno.
El argumento se basa en un hecho histórico, la vida del poeta André Chénier, nacido en Constantinopla en 1762. En su juventud se adhirió a la Revolución y entró a formar parte del club revolucionario de los "Feuillants", luego fue perseguido, arrestado y guillotinado en la Place du Trône renversé, en París, en 1794. Sobre este acontecimiento, Luigi Illica redactó un libreto que quiso basar en hechos ciertos de la vida del poeta así como aportar referencias exactas de su poesía. El libreto había sido preparado para Franchetti, que luego lo desestimó por lo que acabaría en las manos de Giordano.
La versión que se nos ofreció el viernes superó lo aceptable, Gianluca Marciano, al frente de la orquesta Oviedo Filarmonía hizo una lectura sobria, ajustada al estilo verista, en la que arrancó momentos muy brillantes a la cuerda, tanto que incluso llegó a dar la sensación de que estábamos ante una masa orquestal de más entidad, lo que en ocasiones fue en detrimento de los cantantes a los que llevó con una rigidez quizá algo excesiva.
Jorge de León abordó el papel protagonista, fue un poeta poco romántico y algo hierático, tiene una gran capacidad vocal que no va acompañada por la belleza en el timbre. En el primer aria "Un di all?" le faltó acentuación y fraseo adecuado, dramatismo mezclado con ese punto de lirismo que solo los verdaderamente grandes pueden alcanzar. En el dúo con Magdalena del segundo acto estuvo más convincente aunque tuvieron claros desajustes. Más expresivo en la defensa ante el tribunal revolucionario y en el último sólo sobre sus postreros poemas. Le falta técnica, sus agudos en la primera aria fueron algo "estrechos" cosa que fue corrigiendo según avanzaba la representación, y los pianos en la zona natural de la escala apenas son audibles. Se ganó el favor del público por la potencia de su instrumento y una actuación que a pesar de las sombras fue capaz de evocar a los grandes intérpretes.
Ainhoa Arteta fue Magdalena de Coigny, la condesa enamorada del poeta. Los años no pasan sin dejar huella, sobre todo si tenemos en cuenta que nunca fue dueña de una técnica exquisita y eso torna más perecederas las cualidades vocales que se poseen. Tenía un bello timbre, y el refrán dice, y dice con acierto, que el que tuvo retuvo, asimismo poseía un potente instrumento que aún resuena poderoso pero en los agudos han desparecido los armónicos y un molesto vibrato los afea. Conserva la entrega y la pasión interpretativa pero sus pianos están deshilachados, casi inaudibles. "La mamma morta" fue quizá el momento más logrado pero en el dúo final tuvo serios problemas de ajuste con su compañero rozando la desentonación. No obstante, en conjunto, su actuación resultó más allá de lo meramente correcto
Carlos Álvarez asumió el papel del criado y luego preboste revolucionario, Carlo Gérard, secretamente enamorado de Magdalena, asunto que resultará fatal tanto para el poeta como para su enamorada condesa. Ha resultado un verdadero placer volver a oír a esta barítono tan recuperado, después de la dolorosa actuación de hace dos años en Sansón y Dalila, cuando aún no estaba completamente recuperado de sus problemas vocales. Ayer volvimos a escuchar la belleza de su timbre, la uniformidad de su color, el hermoso fraseo, la potencia en los agudos, una de sus señas de identidad, la musicalidad de sus pianos y el desgarro dramático interpretativo conseguido con una acentuación llena de sabiduría. No comprendí como el público no reaccionó con una ovación a su primera intervención, excelente, reivindicando los derechos de los marginados, cosa que fue corregida, en uno de los momentos más intensos y conseguidos de la velada: "nemico della patria".
Mireia Pintó dio vida a la fiel Bersi, ángel guardián de la condesa Magdalena y lo hizo con desenvoltura, gracia y acierto.
Marina Rodríguez-Cusí asumió el doble papel de la condesa de Coigny en el primer acto y de la Madelon en el tercero, resolvió el doble reto con solvencia destacando en el segundo donde transmitió sentimiento y hondura.
Rucher, el fiel amigo del protagonista fue encomendado a Francisco Crespo que estuvo correcto
Jon Plazaola asumió el feo papel del espía-delator denominado, Un Increíble, es un papel con más responsabilidad de la que a primera vista puede parecer pero el cantante no pasó de un tono plano, sin matices ni inflexiones, es decir, una actuación gris.
David Oller también desempeñó doble papel: del escritor Fléville y del acusador público Fouquier Tinville y en ambos estuvo correcto.
Alex Sanmartí como el sans culotte Mathieu, Manuel Gómez Ruíz como el abate y Cristian Díaz en el triple papel del Mayordomo, Dumas, presidente del Tribunal de Salud Pública y Schmidt, carcelero en San Lázaro mostraron oficio.
Alfonso Romero Mora como director de escena y Ricardo Sánchez Cuerda como diseñador de escenografía nos hicieron un regalo impagable, comprender "como el primero expresó en un diario- que la potencia de la Revolución Francesa es tan grande que cualquier cambio sólo lograría devaluar la obra e incluso hacerla incomprensible.
¡Por fin! Algo de talento y sensatez, un artista, éste sí de verdad, que comprende que cambiar por el mero hecho de cambiar ni aporta originalidad -todos lo hacen- ni añade nada a un texto potente y a un hecho histórico que cambió la historia de Europa y de Occidente y del cual derivan todos los sucesos del XIX y los horrores del XX. Gracias, la inteligencia siempre se agradece y engrandece aquello que toca. Su lectura escénica nos comunicó la frivolidad previa y el sufrimiento de los desheredados. También explicó, con unas leves pinceladas, cómo la ilusión y la esperanza de los bienintencionados que quieren cambiar el mundo para remediar la injusticia se torna en crueldad, sordidez y tiranía cuando los torvos espíritus dominados por el odio se apoderan del sueño.
Cosima Wieck
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