Domingo, 28 de abril de 2024
La dialéctica de la mentira y la técnica del golpe de estado
Antonio Gramsci (I)
Antonio Gramsci fue uno de los principales promotores de la revolución cultural marxista del siglo XX. Su obra fue dada a conocer en España por el filósofo español Manuel Sacristán (1925-1985), quien ya en 1967 escribió un artículo intitulado “La interpretación de Marx por Gramsci”.
El pensamiento del italiano se encuentra resumido, fundamentalmente, en tres obras: “Pequeña antología política”, que es una especie de reconstrucción de su pensamiento político, seleccionado por Mario Spinella, y traducido al castellano por Juan Ramón Capella, Editorial Fontanella S.A., 1.974, 172 páginas incluido el índice; “Antonio Gramsci y la educación como hegemonía”, Editorial Nueva Imagen S.A., 1.977, 319 páginas, incluido el índice onomástico y “La formación de los intelectuales”, Ediciones Grijalbo, S.A., 1.974, 159 páginas.
Gramsci, llevando la contraria a Lenin en algunos aspectos, decía que en países industrializados no se podía conquistar el poder de un modo directo por las armas. Lo primero que había que hacer era trastocar culturalmente la sociedad civil, conquistando la superestructura del poder. Es decir: para implantar el comunismo había que controlar todos aquellos cuerpos e instituciones de los que se vale la sociedad civil para informarse, relacionarse, adquirir cultura, orientarse, etc. Sería el control de los medios de comunicación, de ONG, de todo tipo de asociaciones de ciudadanos, del teatro, del libro, de los museos, etc. Además, este control patrullaría escuelas, universidades y demás centros docentes. Para conseguir todo esto, Gramsci recomendaba hacerlo por etapas.
La primera etapa consistiría en una ofensiva cultural, “la agresión molecular a la sociedad civil”, una “rivolta culturale”, que diría el propio italiano. De esta forma la sociedad civil estaría “asediada” por la ideología marxista casi sin darse cuenta. Los consejos de Gramsci a todos los marxistas, no dejan lugar a dudas:
“Sed inflexibles en la dialéctica materialista de Marx. Sed rígidos en la filosofía material y firmes en la interpretación marxista de la historia. Aprovechad cada oportunidad que se os presente. Sed inteligentes al hacerlo. Aliad todo eso a cualesquiera fuerza que presenten una apertura para la inmanencia marxista”.
Una vez conseguido todo esto, el marxismo se erige en ideología dominante, consiguiendo la “hegemonía” intelectual y moral.
La segunda etapa consistiría en aniquilar la cosmovisión existente en la sociedad en cuestión. Es decir: lo que hay que aniquilar es la religión, especialmente la cristiana.
La tercera etapa vendría determinada por la implantación forzosa de la ideología marxista y la configuración del nuevo poder, todo ello, claro está, dentro del marco de la democracia, de la que se aprovecha. Como ejemplo de esto, podemos citar cómo las democracias occidentales quedaron cuasi paralíticas por el asalto revolucionario a la cultura después de la II Guerra Mundial: los crímenes, los gulags, la sangre de la Rusia soviética, etc, era todo mentira.
Como decíamos, una vez implantada la ideología marxista, se configura un Estado en donde las personas que no acepten la nueva situación, son encarceladas, condenadas al exilio o eliminadas.
Como vemos, la implantación del comunismo tiene que ser mediante “la hegemonía cultural” y el control de la vida intelectual, no mediante la hegemonía de las armas.
Ya decía Lenin en 1905: “La literatura debe ser partidista. Debe ser una parte de la causa del proletariado. Los diarios deben estar en manos del partido. Los escritores deben entrar en las organizaciones partidistas. Se trata de la literatura del partido, y del control que el partido debe ejercer sobre ella”.
A pesar del pensamiento de Gramsci, ya sabemos cómo se implantó el comunismo: mediante la dialéctica de la mentira y la técnica del golpe de Estado. También sabemos cómo acabó. El mismísimo Santiago Carrillo (por cierto, ¿por qué no se le procesa señor Garzón?) decía al juzgar el derrumbamiento del comunismo:”La caída rápida, estrepitosa y sin oposición de los regímenes de Europa oriental, se debió a que el comunismo fue impuesto por las bayonetas del Ejército Rojo. Cuando las bayonetas dejaron de sostener a esos regímenes, se cayeron”.
Luis David Bernaldo de Quirós Arias
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