Sabado, 23 de noviembre de 2024
Hijo predilecto de Stalin
Carrillo, Gijón y España
Voy a compartir con vosotros algo que ya no me llama la atención, pues con lo que veo día tras día, tengo administrada la vacuna del espanto, pero sí me hace reflexionar sobre el país en el que vivimos. Me acabo de enterar de que el Ilmo. Ayto. (para mí Ahíto) de Gijón, hace hijo predilecto a Carrillo. Tal noticia no hace más que recordar que era necesario llamar a tan bella persona a quien persigue su actitud (sin mayor eco) en una conocida localidad madrileña que se divisa desde el aeropuerto de Barajas. Hijo predilecto, hijo de predilección, nada menos. No me gustan los extremismos de ningún signo. Pero veo que mi país se polariza, bien por acción directa de nuestros gobernantes, bien por reacción contraria a éstos. Y creo que la “predilección carrillil” es una prueba más de que la izquierda, me refiero a la extrema, nos lleva a su posición natural: la dictadura. Y, como dice un refrán asturiano: la pega (urraca) habla para que no hablen de ella. Ambas cuestiones que acabo de apuntar se ven perfectamente en el gobierno de nuestro humanista presidente y en cómo se anula y transforma una parte de la historia, confundiendo a la sociedad con la Ley de Memoria Histórica, que no puede ser ni de memoria ni histórica. Lo uno porque la mayoría no la vivimos (a Dios gracias), la otra porque es selectiva y la Historia es un todo. Pero ya se sabe lo que apuntaba Lenin, cuando decía que hay que contar una mentira cien veces hasta convertirla en verdad. Oye, y lo bien que lo hacen... En este punto de la memoria, tengo dos anécdotas muy reveladoras y, bajo mi palabra de honor, ciertas. La primera allá por el 2004. Una compañera se afilió al PSOE al día siguiente de que éste ganara “explosivamente” las elecciones (a la chica la movían claras convicciones políticas, se ve. Le irá bien), y al poco llegó diciendo que le iban a hacer un homenaje a otro insigne personaje: La Pasionaria. A esto le pregunté que por qué tal cosa con la historia negra que arrastraba aquella mujer. La respuesta, tremendamente reveladora: que ella no sabía de historia (y evidentemente tampoco le importaba). La segunda anécdota, de un estudiante de la carrera, cuando estaba yo por quinto de mi licenciatura. El chico, con unos veinte años, sobre la Guerra Civil decía que no podía olvidar ni perdonar. Jolín, ¿el qué? ¿Cómo se puede olvidar o perdonar algo que no se vivió? Evidentemente, un fanático (fanático, ca., del latín fanatĭcus. Adj. Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. U. t. c. s. || 2. Preocupado o entusiasmado ciegamente por algo. Que no me digan que no hablo con propiedad por lo que más abajo diré). Y de ese fanatismo se nutre ahora la izquierda revanchista de la Guerra Civil, entre la que está el Ahíto de Gijón, como también otros movimientos que ahora no vienen al caso. ¿Cómo se combate el fanatismo? Con información y cultura, con esfuerzo y estudio. Pero... ¡anda, si para eso está la Educación para la Ciudadanía y las reformas de estudio que no recargan la cabeza de los niños y niñas (que ahora hay que aclararlo porque no es evidente) para que no se cansen! Pues nada, lo dicho.
En este punto, ¿saben vds. que ahora por Ley (de la Memoria Histórica, para mí de la Amnesia provocada), en el Palacio de El Pardo no se puede hablar nada del franquismo? Sin defender ninguna dictadura (precisamente), eso significa que el que aluda a la historia, porque está ahí y muy vinculada con tal monumento, es un delincuente. Es decir, perseguido por la Ley. Si, por el contrario, vd. va a Moscú, es como si le escondieran la momia del mencionado Lenin o no se pudiera mentar el comunismo o la Unión Soviética con peligro de cárcel. Analogías, las que vds. quieran.
Y vuelvo a la pega habladora. ¿Cómo nos pueden dar lecciones de democracia los mismos que deben callar o, cuando menos ser prudentes? Quizás por eso mismo. Pero debemos pensar entonces que estos hijos de Atenas pueden hacerlo porque precisamente donde triunfó el comunismo o el socialismo, como la extinta Unión Soviética y sus países satélites (que lo fueron por narices), China, Cuba o la tan de moda Corea del Norte, fue por la vía democrática, sin ninguna violencia, haciendo luego prevalecer los conceptos de sufragio universal, libertades de prensa y asociación, pluralidad política... Claro, y es que no lo vemos porque caemos en los "ismos", siendo unos "istas". Para ser demócrata hay que pensar como ellos, si no, eres un fascista, machista o racista. Aunque no se conozcan sus definiciones y se aluda a ellas a la limón. Pero los interesados sí las utilizan con astuto manejo a modo de arma arrojadiza, dejando así automáticamente, sin más argumento y de forma irreversible, desacreditado a quien no piensa como ellos. Pues oye, de ser un "ista" y ya puestos a decir sin ton ni son, que me llamen cupletista, que por lo menos lo pasamos bien. Pero el problema más grave es que quien conoce que las cosas son como son, o fueron como fueron, no lo diga ni lo defienda. Es decir, la derecha, o el centro, o simplemente un ciudadano honrado de la opinión que sea (incluyendo una izquierda dialogante) no lo defienda. Pero tal izquierda extrema de la que hablo, cuenta con una gran baza a su favor, que no es otra que el conservador o de derechas no se atreve a expresarse para que no lo llamen... conservador o de derechas. O incluso hacen lo contrario a sus ideales, como el PP gijonés. ¡Toma ya! Ello no es otra cosa que sentir complejo de uno mismo, y los otros no lo tienen, si no al contrario, te echan en cara que son lo que son. Claudicación antes ni siquiera de ver al enemigo. Y no digo que deba haber enemigos, simplemente distintas opiniones, que es lo que los pupilos de Lenin no nos permiten. Y no nos lo permiten por la mismas razones por las que se adueñan de palabras (que no podrán con el significado) como libertad (los países a los que me referí son un ejemplo a su favor); república (la misma que intentaron destruir en el 34, portando ahora la bandera de la Segunda, no de la Primera), cuando ser republicano es un concepto político que no sabe de colores, pues lo es para toda la sociedad; o democracia (y vuelvo a los países apuntados). Es decir, como los hechos consumados están en su contra, hay que cambiar la Historia. Hombre qué bien, así, o te sales con la tuya a la primera, o ya te saldrás. No entro ahora a definir los tipos de dictaduras y las diferencias entre las de derecha o izquierda, que no es el caso, pero hay que tener un poco de sentido común.
Lo dicho, el Ahíto de Gijón da prueba clara de querer mirar al futuro, respetar la Historia de todos con la dignificación de la figura de DON Santiago Carrillo. Debe ser por su papel en la transición, claro. Quien, para que se legalizara su partido y volver a la vida política española sin esconderse hubo de renunciar a la lucha que no fuera por vías democráticas (o civilizadas). ¿Y quién se lo permitió? Debió ser nada menos que la derecha dictatorial y fascista (según ellos). Para mí es evidente que con figuras como él, si hubieran ganado la guerra, seguro que España se hubiera convertido en un país de progreso al amparo de la U.R.S.S.
Ernesto Guerra
Columnistas
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