Viernes, 19 de abril de 2024

DEL CIRCO Y LA  TAUMATURGIA … A LA BARRACA DE FERIA

Pues bien, debo reconocer que la representación de actores y de escenarios (repetidísima palabra en las expresiones políticas más à la page), ha devenido gradual pero, aceleradamente, en una vulgar barraca de feria; eso sí, con todos los respetos que las auténticas barracas de feria que se montan en las festividades populares merecen a los ojos y al sentir de nativos  y visitantes… Pero he aquí, que los ciudadanos (otra palabra desgastada por el abusivo uso que de ella se hace) de este admirable País, antes con frecuencia, llamado ESPAÑA, no nos merecemos "o sí- esta tomadura de pelo que se nos viene haciendo por un grupo de <<cómicos>> viviendo de la política, más que interpretando la misma en beneficio de ellos mismos por el buen hacer y, también, de los obligados espectadores que somos todos.


En las barracas de feria, todo es broma, divertimento y algún  engaño que otro sin  mayores consecuencias en el cotidiano vivir de los feriantes y su público… Pero, cuando la barraca se instala en el hemiciclo de lo que debiera de ser la casa del pueblo y, lo que se nos ofrece a los <<pobladores>> es un espectáculo zafio y falso a más no poder, por actores de baja estopa y faltos de formación básica y de respeto a ese pueblo al que representan y al que debieran servir, surge irremediablemente la duda en todos aquellos que filtran y reposan los mensajes que reciben desde la república del engaño y la falacia, de si estamos viviendo y disfrutando de libertades y del bienestar propios de los esquemas democráticos que nos proponen las sociedades y sus dirigentes más avanzados o, de lo contario, como parece ser el caso, de un juego peligroso de intereses y de poder en el que se va despojando al pueblo español de toda suerte de libertades y dignidad, por mor de la infame propaganda a que se ve sometido continuadamente por voceros y repetidores de mensajes y consignas útiles para el aparato más espurio del poder coyuntural del momento y la ocasión… Y esto no es lo que necesitan los pueblos, antes y después de ser ciudadanos.


Definitivamente, estamos aquí y ahora enfrentándonos a una nueva situación sociopolítica: el mix up de un partidismo unipersonal que profesando en teoría un anti-caudillismo se comporta, sin embargo, como un one team manager… ¿Qué nos espera, pues, al común de las gentes de todo este batiburrillo que nada tiene que ver con el buen gobierno de una nación?  Si intentamos llegar a una mínima

composición de lugar y circunstancias para este problema en sí, buscaríamos alguna similitud en elementos y acciones humanas que podrían reflejar algún paralelismo; como por ejemplo, la acción de comer en casa: en familia o con amigos… Lo más lógico sería atenernos a un menú general para todos en el que cabría alguna excepción si alguno de los comensales sufriera alguna dolencia o enfermedad crónica, al que habría que ofrecerle una comida especial ad hoc; pero qué podría ocurrir si cada comensal ordenase su propio menú en una clara manifestación de insolidaridad y carente de la más elemental cortesía hacia todos: compañeros de mesa, anfitrión o anfitriones, chefs de cuisine, camareros, personal de limpieza, etcétera… Pues eso, que reunir a familia y/o amistades en un ágape de amor y entendimiento, sería prácticamente un fracaso generalizado. Algo indicativo y complementario  ocurre cuando desgajamos una fruta como la naranja que, ciertamente, podría extrapolarse al planeta tierra por su enorme parecido en la redondez y el achatamiento de los <<polos>>. Si procedemos a desgajar la mencionada fruta, estaríamos hablando de gajos; es decir, fragmentos de la unidad. No es difícil colegir siguiendo el anterior razonamiento que las autonomías son  los gajos de esa querida naranja que es nuestra Nación.  Ahora bien, los gajos de la naranja se comen, se digieren y metabolizan en el organismo, en tanto que la fruta como unidad "la naranja en este caso-, resulta clonicamente inagotable. Indudablemente, la nación española no es clonificable como tal, ni ninguna otra creo entender. Así que dejemos que las mentes de lectores y público en general procedan al planteamiento de un parasilogismo básico y de principio para acceder a una conclusión preliminar: los fundamentos de una nación, de un país, son como los pilares de un templo, sustituyéndolos o eliminándolos, el templo se derrumbará incluso con los fieles que estén dentro…


La Historia parirá otros templos con otros fieles, pero no los mismos y así, suma y sigue, hasta el final de los tiempos.-


Addendum estrambótico…: es posible que observando la dinámica del hacer político en estas latitudes y, siguiendo la estela de ese faro de la actual civilización, que son los Estados Unidos de América, lleguemos finalmente a habitar y votar aquí, en los "eso sí- Estados Desunidos de "Expaña"…de la Coca Cola, los Grammies, el Hollywood way of living and looking, de las hamburguesas… a ello, hay solo un paso, que nos impulsan a dar las tecnológicas de las que somos esclavos y vehículos de transmisión para homogeneizar y uniformar las sociedades a priori libres y las que no lo son, pero cuyas conductas masivas e individuales  son un calco de las anteriores, aunque se reproduzcan y vivan en estados autárquicos y totalitarios. Podríamos afirmar, no sin cierto riesgo, que las formas de

gobierno, sean las que sean, pueden más o menos encauzar pero no anular, los efectos que generan los "devices"que se van produciendo en las economías avanzadas cualesquiera que sean sus señas de identidad política.


En fin, todo un  dolor; pero las eras geológicas cambian la faz y el comportamiento del planeta y, las históricas, las formas de vida de sus sucesivos pobladores…Tal vez, los políticos y gobernantes

ni siquiera se den cuenta de que también son criaturas de ese cambio más dramático y fundamental, que ese otro distribuido y publicado en los mensajes ideológicos de turno y ocasión.


(GOD SAVE THE KING, BUT ALL OF US AS WELL!!!)

                                                                                                                                                                                                     Juan J. Rubio

                                                                                                                


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