Viernes, 26 de abril de 2024

un porducción indignante

El duque de Alba ¡Basta ya!

El autor la escribió en su etapa francesa y posiblemente por encargo de la Opera de París, en el año 1839, es decir con posterioridad al Elixir de Amor y Lucia de Lammermoor  pero un poco antes de La Favorita o Don Pasquale. Se trata de una obra incompleta ya que el autor sólo escribió los dos primeros actos y dejó apuntes para los que habrían sido tercer y segundo acto que nunca llegaría a componer. Sólo en 1881, a partir de las notas conservadas, el alumno de Donizetti, Matteo Salvi terminó la ópera con la ayuda de Amilcare Ponchielli y Antonio Bazzini. La obra se estrenaría el 22 de marzo de 1882, más de cuarenta años después de la muerte de su autor.

Matteo Salvi introdujo modificaciones en las partes inconclusas como añadir recitativos y el aria: "Angelo Casto e bel". También se tradujo el libreto, inicialmente escrito en francés, al italiano. El original era obra de Eugène Scribe y Charles Duveyrier y el traductor fue Angelo Zanardini.

La obra que comienza con una pequeña obertura de melodía muy bella que da paso a la intervención del coro de los flamencos vencidos donde se reconoce la estructura de inicio de Lucia de Lammermoor seguida por parlamentos de los vencedores españoles, "los malos malísimos", poco inspirados pero muy donizettianos en los que el canto a capella es remarcado con acordes orquestales. Es evidente que no es la mejor composición de su autor pero sí que tiene su inconfundible facilidad para la belleza en la melodía, el acierto en las armonías, su habilidad para el manejo del coro y los concertantes y la expresión de las emociones a través de unas arias llenas de emotividad.

De todos modos no comprendo la elección de este título, como dije no es la obra más inspirada ni de lejos de entre las 75 que compuso su autor, a lo que se añade que la dejó inconclusa por desinterés en ella para centrarse en partes de La Favorita. Esto en cuanto a lo meramente musical,  pero toda ópera tiene un argumento y el de esta es un "pastiche" macabro sobre la leyenda negra española. No entiendo a los españoles parece un pueblo masoquista que goza siendo apaleado en su historia y tradiciones, es decir, en lo que configura su esencia hasta el punto de aportar su financiación a proyectos poco atractivos, pero eso si. que la vapuleen sin piedad. Ahora bien, esto no les sucede si se trata de uno por uno, entonces a los  españoles bien que les gusta ser lisonjeados y reconocidos, lo propio de la condición humana por otra parte.

Roberto Tolomelli hizo un buen trabajo al frente de la orquesta Oviedo Filarmonía, se ajustó al "tempo" donizettiano, manejó con maestría el encaje de las voces y supo dar toda la intensidad sonora que requieren los coros de este autor. La orquesta respondió con oficio en una obra, todo hay que decirlo, sin grandes dificultades para su ejecución orquestal.

Ángel Ódena asumió el papel protagonista de duque de Alba, su interpretación fue más que aceptable, realizando un magnifico terceto con Daniele y Amelia d?Egmont al comienzo de la obra para entrar en una especie de bache en el que no encontraba el tono, ni la necesaria sonoridad ni el fraseo adecuado. Pero al final de la representación se vino arriba y nos regaló un final esplendoroso iniciado con el aria de la lamentación, donde consigue momentos álgidos de emotividad, belleza en el fraseo y un dominio de los pianos poco habitual en un barítono, seguido por un magnífico dúo con Marcello. El conjunto mereció la pena.

Aunque no fuera el protagonista brilló como tal José Bros como Marcello di Bruges, es impresionante la evolución que ha tenido este cantante tan habitual en nuestro teatro, es muy gratificante asistir a su ascenso hasta convertirse en el magnífico tenor que es hoy. Además de poseer un timbre bello, es dueño de una evidente potencia sonora, gran seguridad en todo el registro así como uniformidad en el color y un fraseo belcantista exquisito, hacía tiempo que no oíamos un tenor de estas características brillar a esta altura en Oviedo.

María Katzarava como Amelia d?Egmont no estuvo a la altura de su partenaire, tiene una voz poderosa y bien timbrada pero sus agudos están muy escasos de armónicos lo que los vuelve desagradables y carece de la técnica necesaria para abordar las acrobacias vocales que requiere el belcantismo. Ni la acentuación, ni la modulación, ni los pianos, ni el fraseo fueron los adecuados. En el largo dúo del primer encuentro con Marcello tuvo algunos desajustes que deslucieron la interpretación.

Miguel Angel Zapater, como el fabricante de cerveza Daniele resultó más que notable, destacando en el trío del inicio junto al duque y Amelia y en el coro que canta la libertad, conserva la belleza del empaste en los graves.

Felipe Bou en el papel de Sandoval no pasó del aprobado, debe mejorar la vocalización e intentar limar la emisión demasiado estridente.

Josep Fadó como Carlo alcanzó algo más que la mera corrección

Ricardo Domínguez en su brevísimo papel de tabernero cumplió.

El coro de la ópera de Oviedo, dirigido por Enrique Rueda, estuvo, como es habitual en él, espléndido en una ópera  en la que tiene bastante protagonismo, impronta del autor que fue respetada por su continuador Salvi.

No me queda otro remedio que hacer referencia a la escena, tengo que decir que por supuesto se situó en otra época, cosa que ya no sé si hay que señalar porque lo que habrá que resaltar es cuando logremos asistir a una que respete su ubicación temporal.

Carlos Wagner hace una propuesta entre lúgubre y grotesca, toda la acción se desarrolla en una especie de hangar o nave industrial "con la excepción de la fábrica de cerveza- cuyo centro es una escalera metálica que se recoge y extiende sucesivamente y unos soldados gigantescos de tela metálica sobre un armazón que los moldea, el cuadro se completa con unas diapositivas de fondo bélicas. El conjunto parece remitirnos a la segunda guerra mundial pero de manera difusa porque la caracterización de los intérpretes sume en la más absoluta perplejidad, especialmente la del protagonista. Todos los españoles llevan pinturas en la piel a modo de tatuajes pero el duque de Alba es convertido en un híbrido entre un Mussolini de guardarropía, un roquero y una especie de lord oscuro de la guerra de las galaxias con todo el cuerpo y la cabeza rapada pintarrajeados; hasta en esto les falta imaginación tanto al director como al diseñador del vestuario, A.F. Vandevorst, hubiera resultado más original caracterizarlo como Darth Vader dada su condición de padre "oscuro" del líder reberlde, Marcello.

Pero lo verdaderamente repugnante es que una vez más se nos faltó el respeto a los católicos, y ya van demasiadas, ¿Qué aporta al significado de la obra ponerle un alzacuellos sacerdotal al duque de Alba y subirlo a un paso procesional al final de la obra? No hay otra opción que ridiculizar y culpabilizar a la iglesia católica y a sus símbolos, no en vano la sesión comienza con la voladura de una Maternidad que yo ingenuamente había creído que hacía referencia a la relación de los protestantes con la figura de la Virgen en la guerras de religión, está claro que estaba equivocada, los católicos somos siempre los perversos en las mentes abducidas por lo políticamente correcto, entre las que se encuentran la mayoría de las personas que se dedican a la escena.

Vuelvo a señalar a la directiva de la ópera como responsable máxima de este ultraje que por repetido podría convertirse en una conducta penal, nuestra constitución ampara el respeto a toda clase de culto, algo que se vulnera en la temporada de ópera ovetense con demasiada frecuencia. Deberían dar explicaciones especialmente aquellos miembros de su junta que asisten a la misa dominical, con su presidente a la cabeza.


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