Martes, 07 de enero de 2025
Carta semanal del arzobispo de Oviedo.
El Seminario: pasión apasionada por el Evangelio
Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Lo dijo el Señor por boca del profeta Jeremías: os daré pastores según mi corazón (Jer 3,15). Jesús vino para llamarlos por su nombre, con su edad y a su debido tiempo. Así la historia cristiana no ha dejado de reconocer con asombro cómo Dios cumple su palabra al llamarnos a algunos de sus hijos para tan alto ministerio. No se trata de funcionarios de una multinacional, de expertos en artes esotéricas, de encargados de museos prehistóricos, de gente contratada para un trabajo parcial y mientras duran las ganas hasta asegurar la pensión. Se trata de ministros, sí de ministros en el sentido más propio de la palabra: aquellos que sirven a los demás, aquellos que son servidores de sus hermanos por amor a Dios por quien se saben enviados.
El lema de este año habla de la “pasión por el Evangelio”. Nuestros seminaristas no están haciendo un master o aprendiendo lenguajes informáticos o idiomas extranjeros mientras les sale un trabajo. Ellos ya han comenzado a trabajar mientras se están preparando en el seminario. El trabajo de mañana pasa por su preparación de hoy. Pero es importante que en esta larga preparación se dé precisamente la “pasión por el Evangelio”. De hecho cuando hablamos de una persona fría, indiferente, pasiva, decimos que es “impasible”: es decir, incapaz de conmoverse por nada, incapaz de arriesgarse por nadie, incapaz de sorprenderse por la vida. Y cuando una persona vive impasiblemente, con todo contado, pesado y medido, la tristeza aburrida es lo que llena de vacío su horizonte.
Al hablar de una pasión apasionada nada menos que por Dios y por su Evangelio, entonces nuestra mirada hacia la realidad provoca un interés y suscita una sana curiosidad, que hace que todo se convierta en pretexto para amar a Dios saliendo al encuentro de los hermanos. Benedicto XVI hablaba a los seminaristas durante la JMJ en Madrid el pasado verano, diciéndoles: «Afrontad este reto sin complejos ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales. Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia. Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia». ¡Qué honda y hermosa pasión!
Nuestro seminario diocesano va poco a poco haciendo un camino de crecimiento donde poder acompañar las vocaciones que el Señor suscita entre nosotros, en esa misma dirección que apuntaba el Papa. Sólo quien ahora se apasiona con Cristo y con su Evangelio mientras estudia la filosofía y la teología, mientras convive con sus compañeros seminaristas, mientras secunda con docilidad y gratitud el acompañamiento de los formadores, mientras se va integrando en la vida de una iglesia diocesana, podrá apasionarse el día de mañana por ese mismo Cristo y ese mismo Evangelio, cuando ordenado sacerdote la Iglesia le ponga al servicio de los demás en las cosas de Dios.
No dejemos de pedir al Señor que nos bendiga con muchas y santas vocaciones. No dejemos de ayudar al seminario con nuestra oración y también con nuestra limosna, pues ambas nos hacen falta. El mejor termómetro de una comunidad cristiana es preguntarse por su actitud y su mirada hacia el Seminario. Ahí nos jugamos no poco de nuestro futuro. Danos, Señor, sacerdotes y seminaristas según tu Corazón.
Recibid mi afecto y mi bendición.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm Arzobispo de Oviedo
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