Sabado, 23 de noviembre de 2024
libro de Eduardo Granados
"Agenda 2033, nueva y eterna"
Todo comenzó cuando en el colegio en el cual trabajo como docente, comenzaron a llegar los nuevos libros de texto. Todas las editoriales incluían en todos sus libros referencias a la agenda 2030. En biología, matemáticas, religión, etc. la 2030 aparecía como un eje vertebrador de la asignatura.
Entonces me vino como un flechazo la fecha de 2033. Pensé en los dos mil años de la Redención y de la Eucaristía. Luego también en el bimilenario del nacimiento de la Iglesia en Pentecostés, los dos mil años del sacerdocio,... ¡Cuántas celebraciones y que fecha tan importante!
Investigué para ver si ya había proyectos que pusieran el foco en 2033 y no encontré nada parecido, lo cual me sorprendió enormemente.
Poco a poco, hablándolo con mi familia, fue surgiendo el convencimiento de que teníamos que transmitir al mayor número de personas posible la ilusión por poner nuestro granito de arena para que 2033 sea una gran celebración en la Iglesia. Ese debía ser nuestro objetivo.
Es verdad que algunos medios están presentando la Agenda 2033 como una especie de contraagenda a la 2030. Pero yo no busco eso. Sería absurdo entrar en una "guerra de agendas".
Lo que pretendo es, en primer lugar, sintonizar con los gozos y las esperanzas de la sociedad. Haciéndome eco de esta agenda, que va formando parte de todo el tejido social, lo que pretendo es recogerla y elevarla. Para ello me dejo llevar por las indicaciones que nos dio el Santo Padre al año de nacer la agenda 2030: es necesario interpretar el documento, elevarlo desde una mirada cristiana. El papa marcaba nueve puntos para hacer crecer la 2030 hacia una mirada más profunda y en la que se incluya la centralidad de la persona, de su vocación a la trascendencia, de la grandeza de la familia, etc.
No exactamente.
Para explicarlo voy a poner la mirada en Jesús cuando en la última cena cogió un trozo de pan y una copa de vino. Para mí, la agenda 2030 y cualquier agenda humana es esto. Pan y vino. Fruto del trabajo más o menos acertado del ser humano.
La Agenda 2033 nos abre a algo inimaginable. Ese pan y ese vino fue tomado en las manos del Maestro y transformado en su Cuerpo y en su Sangre. En ese pan y vino transformados se hace memoria viva y actual de un Amor infinito, de una entrega definitiva. Hablamos del nacimiento de la Agenda 2033: felicidad nueva y eterna. Dios entró en la historia transformándola de una vez para siempre. Creo que era necesario presentar esta Agenda con mayúsculas, que abarca todo el espacio y todo el tiempo "desde donde nace el sol hasta el ocaso". Era necesario volver a hablar a todos de esta Agenda y de su "hermosura siempre antigua y siempre nueva", como decía San Agustín.
La 2030 ha sido mi fuente de inspiración, mi punto de partida. He ido recogiendo los "rastros de bondad" que tiene. Pero conforme he ido avanzando en la transformación de los puntos, he ido viendo con alegría cómo se iba renovando todo y convirtiendo en una propuesta nueva.
A los hombres de su tiempo Jesús les dijo que el vino nuevo necesita odres nuevos. Y en este sentido, sin cambiar la estética de la 2030, viendo el vino tan sabroso que iba saliendo, le he puesto nombres nuevos a los puntos.
Partiendo de esta agenda, lo que he buscado es trascender todos sus anhelos y esperanzas y reconducirla para que tenga a Cristo por cabeza.
Cuando recojo, por ejemplo, el punto de la agenda 2030 que habla del "trabajo decente" y comienzo a explorar la grandeza que Dios dio al acto humano en la carpintería de Nazaret, el punto se transforma y paso a llamarlo "trabajo divinizante".
La infinitud de Dios no puede ser contraagendada por ninguna finitud humana.
El objetivo de mi propuesta es que cada uno de nosotros nos reencontremos con Cristo de forma nueva y transformante y que nos pongamos de nuevo en camino siguiendo su llamada.
Se trata de recomenzar ese camino que hicieron los discípulos desde el año 30 (en que se encontraron con Jesús por primera vez) hasta el año 33 en que le acogieron en plenitud. Ese camino se debe iniciar en cada momento, ese discipulazgo es don y tarea, es como la respiración de nuestra esperanza.
2033, en ese sentido, es mirar al futuro y es mirar también (sobre todo) al presente. Y por eso la Agenda 2033 la he planteado con relatos que quieren ser inmersivos. Me gustaría que cada lector entrase en el Evangelio de nuevo como un personaje más y contemplara en primera persona al Señor Jesús.
Presentamos una Agenda viva, con latido propio. Porque, creo yo, que la batalla ideológica está dentro de cada uno de nosotros. Se trata de la lucha diaria por dar un "sí" radical a Jesús, en mi familia, en mi trabajo, en mi ambiente. La clave está en ese encuentro de tú a tú con Él, porque basta un santo para transformar la historia humana.
Nos proyecta de una sociedad de ciudades sostenibles, a la civilización del Amor. Lo sostenible está condicionado a las circunstancias externas. Circunstancias equilibradas en las que paliemos el sufrimiento, la pobreza y el hambre y en las que consigamos una paz justa.
El camino de la Agenda 2033 predica algo radicalmente nuevo: "Conviértete tú, da el primer paso tú en tu corazón, y se transformará el mundo". Deja que Cristo arranque tu corazón de piedra y te ponga un corazón de carne como el suyo. Deja que Cristo toque con su saliva tus ojos ciegos y cambie tu mirada sobre el mundo y sobre la humanidad. Deja que toque tus enfermedades del alma, tus vicios, tus limitaciones, para que te revista con su fuerza.
La Agenda 2033 nos proyecta a una sociedad en la cual el centro sea la persona transformada y liberada a imagen de Cristo, a una sociedad que sea una comunidad de redimidos.
En este sentido para mirar al futuro, me he inspirado en la memoria de los santos y mártires, testigos del Resucitado, que nos han ido pasando este testigo a lo largo de la historia. También he intentado recoger el magisterio de los tres últimos papas. Simplificando un poco, en ellos se integra el amor a la Redención (San Juan Pablo II), el amor a la Iglesia (Benedicto XVI) y el amor a la Creación (Francisco). Ojalá 2033 pueda convertirse en un canto a la grandeza de la Redención, de la Iglesia y de la Creación Nueva en Cristo.
Para mí la piedra angular del proyecto es el Amor. El amor que hoy en muchos ambientes es un envoltorio vacío donde cabe todo, en Cristo se aquilata y se hace gigante. "Tanto amó Dios al mundo que entrego a su hijo único para salvarnos", nos dice San Juan en su evangelio. Este "tanto amor" creo que es el eje central de todos los puntos.
El Amor de Dios siempre nos va a parecer inabarcable, inmenso y eterno. Es entrar en la infinitud de un corazón gigante, nosotros que somos finitos.
La cruz y la resurrección de Cristo, su Eucaristía, nos hablan de ese amor extremo y, se podría decir, loco. Esta es la idea central del libro que luego se va concretando en la transformación de cada Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS).
Por ejemplo el objetivo "hambre cero" de la 2030, se transforma en "hambre infinita". Al reconocer la grandeza de nuestro corazón hecho a imagen y semejanza de Dios, se descubre la grandeza de nuestras acciones para paliar las hambres de la humanidad. En este punto hablo del pan de vida eterna, de la Eucaristía. No se trata de espiritualizar las hambres humanas sino de darles toda su complejidad y hondura, su dimensión trascendente y eterna.
Otro ejemplo: el objetivo "producción y consumo sostenibles" de la 2030 que se refiere a una economía del producir para consumir y del consumir para producir, pasa a llamarse "economía del don y de la gratuidad". En este punto hablo de la economía sacramental, del don de Dios que trasciende todo intercambio en clave de compraventa. Viene a mi mente el texto del Cantar de los Cantares: "Grandes aguas no pueden apagar el Amor. Si alguien ofreciera todos los bienes de su casa por el amor, se granjearía desprecio".
Hay, en cierta forma, un cambio de dimensión. Como pasaba en Star Wars, se trata de una especie de salto al hiperespacio.
Lo bonito de la 2033 es que se puede comenzar a vivir hoy. "Tú eres el ahora de Dios", decía el Papa Francisco en Christus Vivit. Su Agenda de hace dos mil años es la misma de hoy y la misma que vendrá.
"Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre", decía san Pablo a los primeros cristianos. Aquellos pioneros del cristianismo estaban siendo objeto de todo tipo de persecuciones. Y sin embargo eran capaces de ver las aguas subterráneas de la acción de Dios en medio de las dificultades.
Muchas agendas acaban por convertirse en utopías. El cristianismo era definido por don Giusani como el encuentro entre dos mendigos: "Cristo mendigo del corazón humano y el corazón humano mendigo de Cristo". Es algo tan sencillo como abrir las manos al cielo con corazón de niño y encontrarse con el Amor que colma todos los deseos.
Otras agendas se pueden dejar para mañana y de hecho muchas veces se tienen que dejar para mañana. Lo grande de esta Agenda es que puede comenzar a cumplirse aquí y ahora. Mientras yo hablo y mientras tú lees. Esta Agenda 2033 llegó al tiempo pero trasciende el tiempo. Es eterna. Eso quiere decir que no hay que esperar a 2033. Y, de hecho, no tiene ningún sentido esperar. Porque ahora mismo, los brazos abiertos y las manos llagadas de Jesús resucitado se extienden hacia ti. Y Él mismo vuelve a repetirte lo que le dijo a Tomás: "Acerca tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente".
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