Sabado, 23 de noviembre de 2024
Tengo esperanza en España
Ibarrola, esculpiendo la libertad
Agustín Ibarrola Goicoechea lleva toda una vida ejerciendo de escultor comprometido con los problemas sociales y políticos de su tiempo, que es ya un tiempo largo. Y no de manera intermitente. Y no sólo en sus ratos libres, sino cuando sus manos dibujan, trazan líneas y moldean, y en su cabeza febril vienen y van los sufrimientos de los más desfavorecidos. Su arte podrá gustar más o menos. Esto es discutible, y vaya por delante que a mí no me entusiasman sus obras desde un punto de vista puramente estético. Pero mientras otros artistas inundan las salas de arte contemporáneo de subproductos artísticos, carentes de simbolismo y de esfuerzo, Agustín Ibarrola siempre ha hecho de su obra, y de su peculiar arte, un modo de denuncia social. Otros buscan simplemente provocar, llamar la atención sobre su abultado ego o su gigantesca sinvergonzonería, de manera burda y escatológica muchas veces. Mientras tanto, Ibarrola nos obliga a poner nuestra atención sobre aquellos que más sufren, sobre los problemas humanos de la época.
De Agustín Ibarrola si puede decirse con veracidad y justicia que ha luchado toda la vida. Al contrario que algunos antifranquistas sobrevenidos, Ibarrola si puede ostentar galones de militancia contra el régimen de Franco. No en vano su vinculación al PCE le trajo numerosas penurias en forma de presidio. LLegó la democracia a España y el artista no se retiró a sus talleres, ni abdicó de su responsabilidad social. Esta vez el nacionalismo vasco y la organización terrorista ETA fueron sus adversarios. Vaya que sí. Ibarrola se convirtió, por esa nueva lucha contra la insolidaridad nacionalista y el odio terrorista, probablemente en uno de los pocos escultores del mundo que viven con protección policial.
En estos últimos años, su compromiso con las libertades en el País Vasco y con las víctimas del terrorismo han atravesado su obra. Desde el monumento erigido en la península santanderina de La Magdalena hasta el vizcaíno Bosque de Oma, pasando por numerosas obras con ese trasfondo, a Ibarrola se ha sublevado todos los días contra los liberticidas que, enfrentados a muerte con la democracia española, no se lo han perdonado. Y como no tuvieron empacho en pintar lomos de caballos con amenazas para amedrentarnos algunos, tampoco se pararon en barras para atacar y estropear la obra del escultor Ibarrola, e incluso para talar los árboles decorados por el artista en el ya famoso bosque.
Ibarrola no es de mi generación, sino de la de mis abuelos. Sin embargo, como el viejo rockero nunca ha abandonado la lucha por las libertades, y pude ser compañero de la misma en aquel momento feliz, y ya pasado, en que izquierda y derecha se unieron en torno a Basta Ya y Foro de Ermua en la lucha contra el separatismo liberticida y en defensa de la España constitucional. Tan fiel ha sido a esa combate, como a su inseparables boina, y a su incondicional Mari Luz, su eterna compañera y casi siamesa del entrañable Agustín.
Ibarrola prestó incluso su pincel a aquel incipiente movimiento cívico, diseñando el ya conocido faro que es el símbolo del Foro de Ermua, primera respuesta intelectual y cívica al terrible secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de inhumanas alimañas etarras.
Por esa trayectoria honesta, por esa valentía para "tomar partido hasta mancharse", por ese sueño de una izquierda y una derecha que abandonen sus propios separatismos ideológicos en pos de una España unida, en concordia y viable, la Fundación DENAES, para la defensa de la Nación Española, ha distinguido al gran Ibarrola con el premio Españoles Ejemplares. Y es que merece un premio y un monumento, e incluso ser esculpido, quien habiendo vivido, y padecido en toda su extensión y con toda crudeza, esta España oscilante del siglo XX, aun tiene el coraje de darnos ánimos y de proclamar a los cuatro vientos: "tengo esperanza en España". Sin duda algo debemos agradecer a este hombre ya viejo que nos regala esperanza y que ha contribuido a moldear una España mejor.
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