Casi me veo en la obligación de dedicar una columna a la situación por la que atraviesa la Infanta Cristina Borbón, esposa de un sospechoso ex- jugador de Balonmano inmerso en un procedimiento judicial por varios cenagosos asuntos socio/económicos- Si no lo hiciera, alguien podría decir una cosa así como, “claro, cómo va a escribir respecto a esa infanta”,  dando por sentado que mantengo una posición de simpatía por la institución a que pertenece dicha señora. Por el contrario, si no lo hiciera, me acusarían de azuzar la dura realidad que vive, para aprovechar que el río  Pisuerga pasa por Valladolidad, y apalancarme en  una crítica feroz y obsesiva contra todo lo que suene a monarquía.

                      Ni una cosa ni otra. Solo la llamada de la noticia, la necesidad de ser testigo de este tiempo y de lo que pasa, me lleva a escribir sobre algo que está en el orden del día político, y que merece nuestra atención como analista “aficionado”, de toda la actulidad que estamos viviendo. No sería coherente conmigo mismo, si no confesara aquí y ahora (aunque mis lectores ya lo saben), mi distancia profunda con cualquier casa real; ni este rey ni ningún otro, me merecen la más mínima cercanía institucional. Soy “a-monárquico”, y lo digo de esta manera, para que no me coloquen junto a los profesionales anti, que existen,  pero que tienen  y usan métodos  muy distintos a los que uno utiliza, y me refiero naturalmente, a las formas.no democráticas.

                     De manera que si la rabiosa actualidad trae esta época cruel y escandalosa en la que se ha instalado Cristina Borbón,  séptima de la familia real en la lista de sucesión a la Corona, Infanta de España y duquesa de Palma, no hay cosa más lógica para un escribidor de prensa, aficionado, pero recurrente, que dar fe de cuanto ocurre en su país, en su sociedad. Y el proceso judicial en el que aparece, no se puede esconder o simular por razones que no interesan a nadie. El hecho es ese, que una representante directa de la monarquía en España está siendo imputada – que no acusada-, en un caso de blanqueo y fraude fiscal, en principio, que estas cosas se saben como empiezan pero no como acaban. A mi, personalmente, me sabe a quemado, a fuego, que una mujer de la significación de doña Cristina Borbón, tenga que ir a un juzgado llamado por el Magistrado resulta  preocupante porque se quiera o no, indica que un asunto muy serio, y grave, ronda incluso por las altas salas de la realiza en España.

                   No se puede decir, o adelantar, las posibles implicaciones que puedan rozar a la Infanta, pero no cabe duda de que cualquiera que fuera el auto definitivo, la institución que preside el rey, resultará tremendamente afectada, algo que por otra parte, tampoco es para dejarnos sorprender porque la historia de nuestros reinados, al menos desde Fernando VII – por no ir más atrás-, no es precisamente una historia inmaculada, sino que nos viene llena de situaciones para olvidar. El hecho de que tenga todas mis reservas a las realezas hereditarias, nos conducen muchas veces, demasiadas,  las creo hoy plenamente justificadas. Tengo que añadir, para no mentirme, que dudo de que doña Cristina sea culpada de algo. No me lo creo. No digo culpable, que lo parece, digo culpada.

Eduardo López Pascual