Sabado, 23 de noviembre de 2024
: Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
La confesión y el indulto.
Los cristianos católicos tenemos entre nuestros sacramentos el sacramento de la penitencia que, desde hace unos años, también se llama sacramento de la reconciliación. Este sacramento se celebra con la confesión del pecador. El sacramento tiene la virtud de devolver al pecador al estado de gracia ante Dios que le ha perdonado sus pecados. Ahora bien, ello no se produce gratis et amore, es decir no es suficiente con que el pecador se acerque al confesionario y le diga al sacerdote que le imparta la absolución. Es necesario cumplir determinados requisitos. El catecismo es bien claro en los cinco necesarios, que son: examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de la enmienda, confesión de boca y satisfacción de obra. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que los dos más importantes son el dolor de corazón y el propósito de la enmiendo. Es decir, el arrepentimiento por el mal hecho y la intención de no volver a repetirlo. Esta es una doctrina tan clara, tan conocida, y tan antigua que sorprende profundamente que la Conferencia Episcopal española se manifieste a favor del indulto de los presos catalanes.
No quiero entrar en cuestiones jurídicas sobre los requisitos, que también las leyes españolas, exigen para la concesión de los indultos, porque este comentario no va dirigido a analizar las acciones de un gobierno, con el que no me une más que la obligación de soportarlo mientras dure. Lo que pretendo se ciñe solo a tratar de entender las manifestaciones públicas de una Iglesia a la que pertenezco. Porque, vamos a ver, si hablamos de perdón, ya que el indulto es un perdón, deberíamos de exigirle los mismo requisitos que al perdón del pecador, ¿o no?. Pues parece que no, ya que públicamente los indultados ni manifiestan ningún dolor por los hechos realizados, ni tampoco tienen propósito alguno de enmendar su conducta. Más bien es lo contrario. Se muestran muy ufanos por lo hecho y declaran públicamente su intención de repetirlo. De modo que llegados a este punto algo hay que chirría en la declaración de la Conferencia Episcopal.
En realidad, al final me pregunto que, como no parece que estemos ante una cuestión en esencia moral, o que afecte a nuestra fe, como sucede sin embargo con el contenido tantas leyes que este Gobierno ha llevado al Parlamento últimamente, ¿es necesario que se pronuncie por una, como la del indulto, de estricto carácter político? He de decir aquí que llegados a este punto, al menos para mí, la solución está en el Evangelio: Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Manuela Fernández Junquera
Columnistas
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