Sabado, 23 de noviembre de 2024

Sobre las mañas y las mentiras de los políticos para ganar votos y hacerse con el poder.

La doctora Burrianes nos quiere gobernar

  La política hierve de personajes grotescos que utilizan todas las mañas, legítimas o ilegítimas,  para ganar votos y conseguir el poder y cuanto el poder lleva consigo. Un rasgo muy extendido entre nuestros políticos es una inconsistencia personal que no les impide declararse “preparados” para gobernar o, en el colmo de la arrogancia, declarar al país  “preparado” para el privilegio de tenerles a ellos o a ellas en el puesto de mando. Gente ambiciosa,  banal y por lo común ignorante,  que no mide sus responsabilidades porque empieza por no tener sentido de la responsabilidad ni aprecio por su propio país, de cuya historia y cultura tiene, para empezar, ideas vagas y casi siempre falsas.  La  plaga ya comenzó con Suárez, de quien he hablado un poco en La transición de cristal: pese a ser su gestión mediocre –como mínimo-, se le ha presentado como el gran estadista artífice de la democracia, algo difícil de tragar para una persona de espíritu crítico;  pero que “crea imagen”.   

  Los políticos, en general, viven de la “imagen”. No importa lo que realmente son, ni  el balance de su gestión, ni lo que se proponen hacer (a menudo no lo saben ellos mismos, fuera de su deseo de mandar), ni sus cualidades personales: importa su habilidad para hacer creer a la gente lo que conviene a su ambición. Para ello existen mil trucos, muy estudiados por especialistas que les asesoran en la materia. La política tiende así a convertirse en ilusionismo. Se dirá que ese mal se contrapesa con la competencia entre unos y otros, que permite sacar los trapos sucios y rebajar el nivel de engaño. Es cierto, pero también lo es la tendencia a una complicidad entre ellos, pues todos están en el mismo negocio  y “perro no muerde a perro”, por lo menos no demasiado. Actitud muy clara hoy en nuestra “casta política”. Además, la rivalidad puede derivar a una competencia por ver quién muestra menos escrúpulos y miente más, tal como entre televisiones ha derivado a menudo a ver cuál exhibe más basura.    

Un ejemplo de libro lo tenemos en Carme Chacón, cuyo mérito máximo consiste, por lo visto, “ser mujer”, aparte de prosperar en un partido que, como los demás, no funciona democráticamente (otro déficit, y muy grave, de la democracia española). Esta señora es o fue adepta de un tal Rubianes (rebautizado Burrianes por  Pepe García Domínguez), que en la televisión catalana mandaba “a la mierda a la puta España” y cosas así. Como el fulano recibió críticas, la Chacón salió en su defensa bajo el lema “Tod@s somos Rubianes”. O más propiamente, Burrianes. Identificó así su condición, otro mérito en opinión del nietísimo, que le valió  ser nombrada ministra de Defensa, con la obvia intención de humillar al máximo al ejército y a España.    

Pues bien, la ministra Burrianes sabe “vender imagen”. Durante años ha hecho circular la falsedad de que había conseguido un doctorado con Matrícula de Honor Cum Laude. Fraude ya clásico entre los de su partido, como lo era la carrera universitaria de Montilla o los méritos académicos de Roldán. Con tal habilidad, como dije antes, la doctora Burrianes no solo se siente “preparada” para gobernar, sino que se digna considerar a España “preparada” para que la gobierne una mujer, no hace falta decir cual.    

  Azaña describía a los republicanos como gente “torpe y mezquina”, proclives a una política “incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”. Y a eso estamos volviendo. He sugerido, y vuelvo a hacerlo, la conveniencia de que alguien bien informado, imparcial y con sentido de la historia, publique antes de las elecciones un libro con semblanzas un poco pormenorizadas de los políticos que rivalizan por el mando. Podría titularse algo así como Esos personajes que compiten por el voto de usted. Si se hace bien, sin sectarismos ni calumnias, podría ser uno de los mayores servicios a la democracia. 


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