Entiendo perfectamente la crispación de muchos españoles, y la comparto. A través de mis artículos la he manifestado en diferentes ocasiones. Pero  no entiendo ni puedo compartir el deseo de circundar el Congreso, ni ningún otro edificio representativo del Estado, y mucho menos la violencia desatada en las jornadas del 25 de septiembre y los días siguientes, convocadas desde tiempo atrás a través de diversas web sites, y cuyo resultado fue el lamentable espectáculo que dio la vuelta al mundo, hasta llegar a ser inspiración de unos dibujos animados en una televisión de Taiwán. Y ocurría todo esto mientras el señor Rajoy trataba de fumarse un puro habano en la ciudad de Nueva York, y todo esto ocurría al tiempo que la delegada del Gobierno en Madrid, doña Cristina Cifuentes, parecía no poder controlar la situación, cuyo poderío mediático era más evidente que los ecos de la visita del presidente del Gobierno a la sede de las Naciones Unidas. Y en medio de todo ello, un auténtico jabato de la filigrana política, don Alfredo Pérez de Rubalcaba, apellido de ilustre marino del siglo XIX, por cierto, que comandó la expedición a Méjico enviada por el general Serrano antes de la llegada de Prim, el filigranero Rubalcaba, digo, sacando pecho y subrayando la evidencia de que el gobierno no controla la situación. Añado, antes del punto y aparte, que mezclados con los agitadores del 25 S, hubo policías camuflados, contusionados y machacados por los compañeros que formaban el desdentado perímetro de seguridad del Congreso. ¡Qué curioso!  

 El auto del juez don Santiago J. Pedraz Gómez, magistrado-juez del Juzgado Central de Instrucción número uno, merece varias lecturas. Al menos, para los que no tenemos ni idea de Derecho, pero tenemos la obligación de cumplir la ley porque su desconocimiento no nos exime de su cumplimiento. Y, tras varias lecturas, se llega a las mismas conclusiones: la policía no tiene ni idea de cómo presentar unas diligencias previas, a tenor de la cantidad de errores que el auto explica que presentaron las enviadas a la Audiencia, tras los hechos citados anteriormente y, la segunda es que cargar a ladrillazos, botellazos, con punzones, tirachinas, cristales y demás objetos contra los que formaban el perímetro de seguridad no es delito. La Policía no es una Institución del Estado, parece ser, y en ningún momento sus señorías diputados corrieron peligro físico por la invasión del Congreso porque, según han declarado los detenidos por aquellos sucesos, no tenían intención de invadir el Parlamento, aunque el lema que los convocó era, precisamente, “ocupa el Congreso”.  

 Alguien tendrá que explicar a los españoles lo que pasó, entonces, aquella noche del 25 de septiembre y siguientes, porque ya van siendo muchos los sucesos que se quedan en el tintero, aunque resulte evidente. No cabe duda que la separación de los tres poderes es un hecho, al menos, la separación de cada uno de ellos respecto de la sociedad a la que dicen representar. A ningún ciudadano de a pie se le permite, siquiera, dejar su vehículo aparcado unos minutos sin la correspondiente sanción, entonces ¿qué o quien protege a los de la bulla callejera y con qué intención?  

Honorio Feito