Dice un proverbio chino que “cuando el sabio señala la luna, el tonto se queda mirando al dedo”. Ya me dirán ustedes si no viene al caso recordar esta máxima, después del bochinche mediático que se ha armado por las declaraciones del Papa, en su libro-entrevista con Peter Seewald, a propósito del preservativo.  

Que tenemos un Papa más que sabio resulta evidente, por más que no quieran enterarse algunos como el inefable “despedidor a hurtadillas” del aeropuerto del Prat.

Y que algunos tontos, y perdónenme la falta de caridad, “haberlos haylos” tampoco lo vamos a descubrir a estas alturas.  

El Papa nos regala un libro excepcional, en el que se nos acerca en una larga entrevista, concedida con estilo sencillo y directo, la luz de una luna llena, “la Luz del mundo”, que puede iluminar todas nuestras realidades, y preferimos quedarnos mirando como tontos al dedo del “preservativo”. Lo ha recordado, con evidente desánimo, el propio Seewald: “el Papa lanza un llamamiento a la humanidad, y la mitad de los periodistas sólo se interesa por la cuestión del preservativo”.

 Y no piensen que estoy insinuando, Dios me libre, que los periodistas son una pandilla de tontos. Quizá la explicación sea más sibilina. El poder de los grandes medios es innegable, y yo añadiría que también, y esto es lo triste, el interés de muchos de ellos porque el común de los mortales nos mantengamos en la tontuna generalizada que nos rodea, mirando al dedo que en cada momento les interese utilizar, en lugar de detenernos a contemplar la auténtica verdad de la realidad que tenemos ante nosotros iluminada, como es el caso, por la luz plateada de una esplendente luna llena que nos muestra un Papa sabio y anciano. Y es que no vamos a descubrir nada nuevo, las fuerzas del mal siempre han preferido la complicidad de la oscuridad.  

Lo malo es que no falten tampoco “tontos útiles”, bastantes incluso dentro de la propia Iglesia, que entren al trapo de la frívola provocación mediática.  

Y es que incluso ciñéndonos al tema del profiláctico, meramente colateral y anecdótico en el libro de reciente aparición (es decir claramente más dedo que luna), el tratamiento informativo que se le ha dado vuelve a redundar en el intento de que, como tontos, nos sigamos fijando en el dedo y no veamos la luna. Cualquiera que lea las palabras del Papa, que por lo demás no tienen carácter magisterial, comprobará que no hay contradicción ni innovación alguna respecto a la tradicional doctrina de la Iglesia.

Benedicto XVI recuerda como en una sociedad hedonista y pansexualista como la nuestra, donde el sexo se presenta como mero objeto de placer cuando no de simple mercadeo, la medida más eficaz para luchar contra el SIDA es promover una sexualidad humanizada, tal y como la propone la Iglesia.

Es en este contexto, y refiriéndose a un caso concreto, como el de una persona prostituida, que con arreglo a la moral católica se encuentra en una situación de pecado grave, donde el Papa justifica el uso del preservativo como mal menor para evitar el contagio, pero no como solución, que sólo pasaría por la auténtica rehabilitación moral y el apartamiento total del pecado por parte de esa persona.  

Por poner un ejemplo comprensible, es como decir a un criminal que acostumbra a robar matando a personas que es mejor que robe sin matar. Lo cual no quiere decir que se apruebe moralmente el robo, ni que el sólo hecho de dejar de matar sea la solución para regularizar su vida. En estos casos, y como ha hecho el Papa, la Iglesia sólo puede repetir a cualquier pecador las palabras evangélicas que el Maestro dirigió a la samaritana adúltera: “vete y no peques más”.  

Ante tanto “dedo mediático” se nos han escapado otros acontecimientos eclesiales de primera importancia, como el reciente Consistorio que ha venido a reforzar notablemente la composición de Colegio Cardenalicio, o los nombramientos episcopales que están al caer en nuestro país. Ya habrá tiempo a hablar de todo ello. Entre tanto, Pax et bonum!.  

                                                                      Fray Gonzaga