Sabado, 23 de noviembre de 2024

La quinta columna asume el poder

LA MASA EN EL HORNO

     Ya se sabe que, aun en los sistemas formalmente democráticos, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, y nadie como España, si es que todavía puede llamársela así, cumple mejor esa ley inexorable. Y la razón por la que ocurre tan exacto isomorfismo entre gobierno y gobernados reside en que se da aquí probablemente la más alta concentración de hombres-masa por milímetro cuadrado de territorio, dicho sea al orteguiano modo.

  El asalto al poder por las masas se cumple hoy cuando vemos alcanzar las más altas magistraturas del estado a ese prototipo que Ortega definió con precisión y clarividencia hace ahora 80 años: mediocre, infatuado y necio, piensa que todo le es debido, que es acreedor de todos los derechos y desconoce hasta el nombre de la más pequeña de las obligaciones. Fácil se echa de ver esta circunstancia con solo enfocar la mirada sobre el actual okupante de la Moncloa, el cual resume en sí mismo, como un perfecto epítome de lo que decimos, incluso en la mera apariencia física e indumentaria, los rasgos universales de ese tipo humano.  

 Y esta apreciación se valida y se redondea cuando comprobamos cómo, curiosamente, pero también con absoluta necesidad, ese hombre no sabe, y no puede tampoco, rodearse sino de colaboradores a la altura de su ínfima calidad ética, profesional y humana. Que un pueblo, el que sea, en un estado (este sí, de alarma) como el del 11-M se ponga del lado, no del gobierno legítimo de la nación, sino de quienes brutalmente, desde dentro, lo asediaron, favoreciendo así la causa del Terror (y la suya propia), lo dice todo de la idiocia de ese pueblo, el más miserable, el más políticamente detestable de la Tierra. 

   Para quienes no creemos en idealismos políticos o filosóficos, ni en entes universales, ni en ideologías salvadoras o voluntaristas lucubraciones de gabinete, cuando oímos hablar del carácter de un pueblo, del ser o del destino histórico de una nación torcemos involuntariamente el gesto. Nos lo impide nuestra adscripción al más sólido de los realismos políticos, el liberal-conservadurismo de un Burke, de un Kirk, de un Aron o un Tocqueville. Pero tal parece que tendríamos que rectificar aquí, pues se cumple con recalcitrante insidia aquello tan viejo del Spain is different. En efecto, no hay país, no hay pueblo, no hay tribu, por insignificante que sea, que en tiempos de catástrofe o de tribulación colectiva no se agrupe como una apretada piña en torno a sí mismo. No como aquí, cuando la parte congrua del “pueblo” se puso objetivamente, como diría un marxista de aquellos de antes, de parte del Terror.

    Y además está la Quinta Columna, el enemigo interior, el más temible de todos, entre otras cosas porque es capaz de alcanzar, no una posición marginal en la dirección del estado, sino un lugar decisivo, central, absolutista del poder. Y sí, España sigue siendo diferente, asombrosamente distinta a todo cuanto se conoce, porque jamás se ha visto en parte alguna que quienes confesadamente odian a su país (España es un concepto (!) discutido y discutible, ya saben) sean los encargados, suprema y sangrante paradoja, de gobernarlo y defender su unidad.  

 Perros de un hortelano, también él feroz, ni enarbolan la bandera patria ni dejan, so pena de escándalo y oprobio, que otros la ondeen. A cambio, se alían, y no sólo por intereses de pragmatismo rastrero, que también, con los egoísmos nacionalistas periféricos, sino que coinciden esencialmente con cualquiera que nos perjudique, como es ahora el caso palmario de la dictadura marroquí: todo alimenta, todo hincha el ya de por sí obeso e irracional antiespañolismo que les caracteriza como marca política registrada.

  La consecuencia de todo ello es evidente. Si no se les ataja a tiempo, como en 1996 (22% de paro, corrupción infinita, la Seguridad Social reventada), la ruina del país está asegurada. Pero no sabemos si en las actuales circunstancias algo o alguien podría obligarles a tascar el freno, pues el grado de descomposición y de enfrentamiento civil al que han conducido al país no es de fácil retorno. Además, ellos juegan con ventaja, pues, increíblemente, casi no les afectan las consecuencias de sus actos.

  Si el país prospera, siempre por razones ajenas, dicho sea de paso, o si reciben una suculenta herencia, como ocurrió en 2004, la corrupción y el saqueo nacional pueden llevarse a cabo con mayor sigilo. Y si pintan bastos, como ahora, siempre pueden recurrir al expediente del chivo expiatorio, a lo cual suele prestarse sin ofrecer demasiada resistencia el principal partido de la oposición: por ejemplo, no habrá uno sólo de sus votantes que deje de creer a pies juntillas en la especie de la conspiración del PP en el grave asunto de los controladores aéreos de los días pasados.  

 Así mantienen un suelo electoral casi inamovible, pues la ganancia de la oposición nunca es en detrimento suyo. ¿Cómo se ha llegado a esta situación, a esta especie de deadlock  político en que toda esperanza de regeneración es vana o, si no, prontamente perecedera? Una explicación viene rápidamente a la mente. Aunque algo parece estar cambiando, disponen todavía de casi el 100% del aparato mediático y de la manivela de las concesiones, seis televisiones seis vomitando al unísono la misma basura ideológica desde tiempo inmemorial.  

Y no precisamente en los telediarios, sino en los programas de salsa roja, procacidad y bragueta abierta, que es donde verdaderamente se perpetra el asalto a la sociedad, el gramsciano intento de torcer a su favor el sentido común, la forma de pensar y de sentir de todo un pueblo. Pero hay algo más y peor, y es el elemento indígena, el subsuelo, el ctonos humano, para muchos de nosotros irremediablemente dañado, incapaz, siquiera fugazmente, de preguntarse si hay vida fuera del sistema de las seis televisiones seis.

  Quienes seguimos desde esta orilla las cosas de Ultramar envidiamos a un pueblo tan vivo, tan animoso como para crear movimientos civiles que ponen boca abajo, si hace falta, una política, un gobierno, una ideología dañina o extraña, como sucede ahora en la gran democracia norteamericana y el renovado Motín del Té, precursor y símbolo de la independencia nacional.

   Mientras aquí todo lo esperemos del estado o de sus instituciones, entre ellas los partidos políticos, no saldremos de la inacción ni de la perezosa espera. Pero alguna vez tendremos que atrevernos a arrojar por la borda los 342 sacos de té del rey Jorge, entre otras cosas porque no queremos pagar sus impuestos. Como a aquellos esforzados colonos, a nosotros tampoco nos gustan las imposiciones del zapaterismo de turno, a las que como aquéllos podríamos denominar también Intolerable Acts. Están los hombres, está la masa ya en el horno, pero ese pan ¿alguna vez será logrado?  

              Marcos S. Álvarez Diciembre 2010


Comentarios

Por LBQ 2010-12-09 17:24:00

Hacía tiempo que no leíamos artículos de Marcos S. Alvarez. Éste, como todos los suyos, es magnífico, preciso y tajante. Nos alegramos que Marcos haya cargado de nuevo su tintero y que, pluma en ristre, siga atacando con finura filosófica lo políticamente correcto. Y nos alegramos también que lo haga desde Dignidad Digital. Enhorabuena.


Por JM Gonzalez 2010-12-09 10:57:00

Comentarios EL PP tampoco cumple con nuestras espectativas. Necesitamos un tercer partido nacional


Por Nuria Martínez-Viademont 2010-12-09 10:29:00

Totalmente de acuerdo, excelente artículo. Ni la oposición tibia y bien pagá, ni el poder ejecutivo, ni el legislativo ni mucho menos, la vergonzosa fiscalía que tenemos, o el judicial, en gran parte, al servicio del gobierno o de otros intereses ajenos a sus funciones (a las pruebas notorias y documentadas me remito) van a mover un dedo para cambiar una situación que les viene estupendamente a todos. Y es que la "mamandurria" crea escuela. Si uno quiere un trabajo bien hecho cuando no existen profesionales para contratar, debe hacerlo por si mismo. Así que no necesitamos un Tea Party al estilo americano, sólo un grupo de arrojados y bravos españoles (que los hay) dispuestos a defender a su país contra todos estos Judas que lo traicionan por 30 monedas de plata.


Por José María 2010-12-08 23:34:00

Excelente artículo


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