Resulta patética la campaña electoral, tal parece que está calcada de la llamada primavera árabe que ha fenecido este otoño, no bajo la ley marcial, sino bajo la ley islámica, ejecuciones incluidas.      

    La suerte que tienen muchos de los políticos que han ocupado cargos de responsabilidad, es que aquí no se cortan manos a los que se apropian del patrimonio público, al contrario, se les hacen homenajes y les dan medallitas, vamos, que si se aplicase el derecho penal vigente en Arabia Saudí, los servicios sanitarios públicos se colapsarían implantando manos, brazos y piernas.    

      El problema no es que sean “fatos” como alguien lúcidamente afirmó - que en muchos casos lo son - o en la mejor expresión asturiana, alguno “ye tochin”, el problema es que creen que lo somos los españoles, vamos, que piensan que “somos tontos de remate”, y nos ven de tres maneras, o bien como contribuyentes o como justiciables y en el mejor de los casos, como administrados. A ninguno se le ocurrió pensar que somos ciudadanos o personas, pero claro, eso ya es de nota o de tesis si lo prefieren.     

     Tampoco la música de la fiesta nacional les atrae. En la última celebración a la que acudimos varios integrantes de nuestro colectivo, las “autoridades” parecía que acudían a un picnic, a excepción de las militares y los representantes de las fuerzas de seguridad, que eso sí vestían el uniforme de gala, dando  no sólo una impresión penosa, sino fotografiando la realidad de nuestras “élites civiles”, maleducadas amén de ineptas y por supuesto su único interés era la caza del “pincho”, sin respeto alguno a los ciudadanos asistentes y a la bandera que representa la legitimidad del cargo que ostentan, pareciendo que asistían al último guateque organizado por el Sistema.    

      Comprendemos que los representantes de los diversos poderes del Estado, no sepan si tienen que ir de etiqueta, media etiqueta o en calzoncillos que es lo que se estila cuando tratan, contra iure, con bandas de asesinos y nuestros “socios” europeos (eso si, la citada prenda ha de ser de marca), pero que tengan en cuenta, que los contribuyentes, justiciables o administrados, en definitiva los ciudadanos o lo que es lo mismo la fiel infantería que en este momento tiene cinco millones de parados, avanza “a  pie y sin un ochavo en los bolsillos, calados hasta los huesos y con el estomago frío; en la vista una nube de hielo y en el dedo que oprime el gatillo un sabañón” y sin nada que perder, gracias en gran medida a los “okupas” de las Instituciones, bien por ser “fatos” o sencillamente por hacer de la costumbre de “la bajada de pantalones” la ley de esta hermosa tierra, eso sí bien adornada bajo una prosa bizantina.     

 Caen las hojas, el otoño melancólico viste nuestra tierra de colores que preludian el invierno, muy duro para todos aquellos que no tienen fuego en su hogar, ni pan en su mesa, ni justicia en los tribunales, y así comprobamos que como en la vieja fábula del traje del emperador, nuestro Sistema está desnudo, tal vez por que  los dirigentes actuales son como aquellos sastres del cuento, unos estafadores a los que sólo les  sostiene la vanidad del rey que rabió  y el servilismo de los que, contra el bien común, durante años saquearon las arcas públicas entre el silencio cómplice de  algunos, el clientelismo de otros y el alma rota, resquebrajada y resentida de los renegados.     

   Es el momento de liberar la fuerza encadenada de España, las ganas de Justicia que millones de españoles tenemos contenida. Nos enfrentamos a una doble dificultad material y espiritual, tendremos que transitar por duras, ásperas y difíciles jornadas,  consecuencia de un Régimen en quiebra, que al estilo de los sátrapas árabes, no tiene para pagar a sus mercenarios, pues sin creer en España, sin respetar a su bandera, sin honrar a sus caídos, cualquier cargo u oficio público se convierte en el ladrido amenazador de los perros de la guerra.