Miercoles, 27 de noviembre de 2024
Las espaldas de D. Felipe VI
Se habla y se insiste en el rasgo de generosidad que supone la renuncia de D. Juan Carlos al trono y así será en cierta medida. No nos alcanza el dilucidar el por qué de la decisión, precisamente en un momento aparentemente anodino y poco solemne aunque delicado por otra parte si damos la importancia que algunos quieren dar a los resultados de las últimas elecciones al Parlamento europeo con el consiguiente revuelo popular. ¿Se aprecia quizá, algo de improvisación en la renuncia real?
Ya para algunos oportunistas, sin pensar para nada en el proceso y consecuencias de lo que piden, ha llegado el momento del cambio total en la estructura del estado, pidiendo, ni más ni menos, que el advenimiento de la III República. ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra existiendo una Constitución aprobada por los españoles y en completo vigor al día de hoy? Una vez más aflora el político sabelotodo que parece cada uno llevamos dentro. No es el momento ¿por qué se pidió antes? Pero las redes sociales ya se han puesto en marcha con éxito y las manifestaciones y concentraciones ya empiezan a florecer.
Por eso, repito, hay que reconocer que el momento es delicado. Hay gran descontento ciudadano general contra la partitocracia que se ha instaurado entre nosotros. Hay un gran desencanto y sensación de fracaso general, de cansancio, de desilusión, de hastío y apatía, y de estas sensaciones no es ajena la monarquía y su entorno próximo, con unas últimas actuaciones que no es preciso traer ahora aquí a colación.
La labor de D. Juan Carlos, nadie lo duda, fué fundamental a lo largo de su trayectoria, con algunos momentos especiales: en la transición, aunque todo se le dió hecho, no nos equivoquemos y, después, con todas las dudas que aún flotan, en el golpe de estado del 23 F, en el que, al final, bien aconsejado, salvó la situación que se había originado no se sabe dónde. Sí es muy cierto que ha sabido renunciar a casi todos sus poderes en favor de otras instituciones. Esto es encomiable.
A D. Felipe VI, le corresponde el reforzar la confianza del pueblo en la institución, hacer ver su necesidad como garantía de estabilidad pero, como decía al principio, no va a tenerlo fácil. ¿Serán las espaldas del nuevo rey tan fuertes como va a ser necesario? Una vez más se palpa la sensación de que España no es una; parece que hay más de una, y este nombre, España, desgraciadamente parece que se diluye. Para algunos ya es impronunciable.
¿Seré muy pesimista? El devenir lo dirá. Ahora, sin duda, el tiempo tiene un calificativo: confuso. Al nuevo rey, indiscutiblemente, le corresponde en gran parte, ir aclarando esa confusión y dejar bien sentado que es el rey de España.
Le deseo la mejor suerte que será también la mejor suerte de todos. Digo yo...
Francisco Alonso-Graña del Valle
Comentarios
Por yaya 2014-06-04 21:33:04
Aunque tu artículo crees que es un poco pesimista, tu sentido del humor sale entre líneas y lo mismo tu esperanza. De mi solo puedo deciros que tengo la bandera de España puesta en la terraza y como en Madrid tenemos una brisita deliciosa se mueve continuamente. Por supuesto no es la única bandera. En la Puerta del Sol cada día hay menos mindundis y ya veréis como desaparecerán por aburrimiento.Viva España.
Por Miguel SÁNCHEZ 2014-06-03 19:11:31
Es cierto que el momento para presentar la abdicación es delicado y esto preocupa. No obstante, Felipe Vl tiene muy cercana la nueva JURA de BANDERA que realizó hace unos días ,y este acto,tan profundo, espero que lo tenga siempre presente y sea muy positivo para el futuro de España en todos sus aspectos.
Por León 2014-06-03 00:50:41
Se abre, desde luego, una nueva etapa que empieza a complicarse desde su nacimiento con las pretensiones republicanos de unos y el intento de revolver el río para después ponerse a pescar de otros, de los de siempre. Se trata de confundir, de mostrar descontento sean cual sean las decisiones políticas. Al final el acto desencadenante queda lejos de la polémica pero los objetivos se consiguen y el pueblo, en principio ajeno, se involucra influido por una mentirosa información y cuando se da cuenta ha tomado partido por una tendencia con la que, si se pusiese a pensar con calma no estaría de acuerdo en absoluto pero la masa es la masa y bien se encargan los interesados de dirigirla. Mandan las nuevas técnicas y, siempre, lo más terrible: las verdades a medias. Me perdí, perdón. Espero que Felipe VI, desde el principio, enganche bien el toro por los cuernos y sea capaz de ser el reflejo de una España unida y sólida, recuperando el respeto que se debe a una patria de tan gran historia como la nuestra de la que él será cabeza.
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