Jueves, 25 de abril de 2024

No es incompatible amor y deber

LAS SALVADORAS

  Casi todas las consortes principescas son chicas “normales” o plebeyas como dicen algunos. Las principales casas reinantes reflejan este fenómeno empezando por la  añeja Camila Parker y siguiendo por Mette Marit de Noruega, Mary de Dinamarca, Kate Middleton del Reino Unido, Letizia Ortiz y, la ya citada reina de Holanda, Máxima. Sin olvidarse de la consorte del titular de ese principado de opereta que es Mónaco, la mustia exnadadora Charlene.

Sólo los herederos de Luxemburgo y Bélgica casados con las guapas y discretas condesas de Lannoy y d Udekem d Acoz respectivamente, así como el heredero del diminuto Lietchenstein, el príncipe Alois, casado con la princesa Sofía de Baviera, gozan de un matrimonio tradicional de iguales. Y tengo la impresión que en ningún caso se trata de una imposición por razón de estado. Han sabido elegir y además parecen matrimonios enamorados. No es incompatible amor y deber.

 Por extensión, no sólo los herederos sino los demás miembros de las familias reinantes –y no reinantes- siguen este modelo de matrimonios morganáticos con varones grises y consortes dominantes. Es cierto que en la generación anterior –Sonia de Noruega, Silvia de Suecia…-ya hubo algunos casos incluso excepcionalmente buenos como el de María Teresa de Luxemburgo. Pero no deja de ser una excepción. Sin embargo, ahora, me resulta un poco sospechosa esta moda de las plebeyas presuntamente enamoradas pero, sobre todo, eclipsando a sus pobres maridos.

 Casi todas tienen un perfil con un denominador común: son muy listas, son profesionales, gozan de un importante curriculum amoroso: novios y amantes varios, incluso marido como Letizia Ortiz  y con hijos, como Mette Marit. Aun más, algunas han ocultado de ese pasado comportamiento que, en definitiva humanos, no es para sentirse orgullosa, sobre todo si se va a ostentar la más alta representación del Estado. Estar mezcladas en asuntos de drogas, tener novios traficantes de armas, haberse sometido a abortos, simultanear el novio o amante de turno con el príncipe en cuestión no son procederes modélicos. Pero, no sólo sus comportamientos personales parecen ajenos al papel ejemplarizante –el único, en definitiva, que justifica una monarquía actual- de una futura consorte. Sus ideologías parecen también alejadas de los fundamentos monárquicos entre los que se encuentra el elemento religioso. Pero ya se sabe que de convertidos , en este caso convertidas, es el reino de los Cielos y aunque les delate el haber aprendido a persignarse a última hora, está claro que Paris bien vale una Misa, como dijo el calvinista Enrique IV de Francia, disfrazado de católico.

 Lo curioso de todas estas presuntas cazafortunas o buscavidas es que me da la nariz que no están tan enamoradas como parecen ellos – más bien abducidos- o quizás no lo estén en absoluto ¿Quien nos dice que no se casan por interés? una novia procedente de círculos aristocráticos ya ha vivido en ambientes con muchas coincidencias de lo que será su vida de casada. No parece extensible a las profesionales de última generación. Salvo en el caso de la heredera de Dinamarca parece que hay mucha ambición en esos ojos y muchas risas en esas bocas. No me extraña que se rían. Por un motivo puramente personal –casarse- van a estar mantenidas con el erario público toda su vida ellas y sus descendientes. No tienen ningún otro mérito pero estamos obligados a “casarnos” con ellas porque nos van a representar y, encima, sin consultarnos.

Esto nos lleva a otra reflexión ¿Como es posible que personas tan alejadas de los círculos frecuentados por los herederos tengan acceso directo a estos? siempre nos cuentan la misma historia: flechazo en una cena  organizada por un periodista, flechazo en Sevilla, flechazo en el aula de la Universidad de San Andrés...demasiados flechazos. Sin embargo, dentro de su perfil, algunas exhiben un comportamiento planificado por sus progenitores desde la cuna: padres y madres ambiciosos que quieren que sus hijas se codeen con  personas de la alta sociedad como en el caso de la Middleton o la propia Zorregieta, que las inscribieron, incluso haciendo sacrificios, en colegios de elite que es como abonarte a un coto de caza privado. ¿Que hay detrás de toda esta lista de plebeyas tan listas, y en algunos  casos tan falsas, cuyas vidas pasadas están blindadas?

 El perfil de los herederos  y, por extensión,  de sus parientes varones (hermanos, primos...) no le va a la zaga y también responde a un modelo similar. Chicos “opacos”, como oí decir el otro día a un especialista en linajes reales, hablando del monarca holandés, que no destacan en nada –no hay ninguno que se distinga por sus inquietudes intelectuales, espirituales, sociales...- . Prácticamente todos ellos hacen deporte y se pasan la vida descansando para compensar su papel de relaciones públicas de lujo. Y es que la clave no está en ellas. Está en ellos. Con una crisis de identidad monumental,  parecen ajenos con la historia de sus linajes, de su países, de sus habitantes pero con la firme voluntad de no pagar ningún precio por unos privilegios a los que no están dispuestos a renunciar, estos chicos acomplejados que huyen de sus iguales femeninas,  -a pesar de la larga lista de aristócratas europeas guapas, inteligentes y profesionales- sólo buscan  divertirse y pasarlo bien moviéndose en ambientes de top models e incluso de call girls antes de caer con la profesional lista que ha diseñado su particular estrategia de acoso y derribo.

 Algo parecido les pasa a sus homónimas femeninas desde la heredera de Suecia, casada con el monitor de gimnasia, la infanta española presunta colaboradora de un marido corrupto que no le ha importado comprometer a la institución monárquica o la princesa noruega que habla con los ángeles y que ha cargado con un escritor de tres al cuarto con crisis depresivas. No parece que hayan sido ellos los que las buscaban, más bien se encontraron con mujeres deseosas de ser “normales” y casarse con quien les diera la gana sin renunciar a los privilegios de su status.

Lo más curioso de todo es que cuando finalmente nuestros chicos herederos, que quieren casarse con quien les da la gana a costa de que el pueblo soberano los mantenga,  se comprometen con la guapa, lista, periodista o abogada o economista o simplemente buscavidascazadotes (¿que profesión tenía Mette Marit?), no sólo se sienten felices sino en deuda con ellas. Porque una de las características de esta nueva generación de plebeyas que se han metido definitivamente en los círculos reales, es que se presentan como salvadoras. Salvadoras de los pobres príncipes, que teniéndolo todo,  estaban desorientados y tristes hasta que aparecieron ellas y les salvaron la vida. Es más, ellas les han hecho un favor y, por lo que se ve, los demás también tenemos que agradecérselo. Recuerdo hace poco tiempo, cuando se formalizó el noviazgo del príncipe Guillermo con Kate Middleton, durante la emisión de una entrevista, ella –todo estudiado hasta el último detalle- al ser preguntada si, como todas las adolescentes británicas, había tenido un poster del príncipe en su habitación,  no sin cierta dosis de cinismo, dijo que no. Que, en realidad,  nunca se había fijado en él. Y, volviéndose hacia su prometido, le dio una palmadita en la espalda y sonriendo con sus artificiales fundas dentales  emitió un “sorry”. Como diciendo, “pero si yo estoy aquí para hacerte un favor, si gracias a mí vas a ser famoso, chaval”. Y no es menos cierto, porque la Middleton se ha convertido en una fuente de ingresos para la monarquía británica con copyright incluido. Y otras han conseguido que los chicos acomplejados no sean tan opacos, o que pronuncien bien cuando hablan en público. Son las salvadoras, y, como buenas conversas, exhiben una imagen radiante, demostrando que el actual papel reservado a la monarquía lo puede protagonizar cualquiera, máxime cuando se es la salvadora del heredero en cuestión y, por ende, de la institución monárquica... incluso siendo republicana.

No sé si todo esto es el preámbulo del fin de la monarquía. Me temo que no. Aun cuando la institución está absolutamente desnaturalizada con estas salvadoras de príncipes alienados,  hay quien quiere ver en las que eran anteayer unas simples ciudadanas, un nuevo aire que renovará la monarquía. Pero sólo de fachada porque los privilegios están ahí, de forma hereditaria así como un protocolo de otra época que no tiene sentido alguno, sobre todo cuando los fanáticos monárquicos les hacen reverencias a estas salvadoras, algo que resulta tan grotesco como doblar la rodilla cuando saludas a la vecina del quinto al encontrarla en el portal de tu casa. Y es que la monarquía, y más aun con las salvadoras, no deja de ser una bonita farsa y, encima, para siempre. Menudo chollo.

Palmira Pelayo


Comentarios

Por Sara Villanueva 2013-05-09 01:37:00

Que razón tienes, Palmira y con que gracejo y estilo lo cuentas haciendo liviano el hedor que emana de la descomposición en la que están inmersas la mayoría de las casas realies europeas


Por Ciudadano 2013-05-06 13:31:00

Prefiero que no me salven


Por FJGA 2013-05-05 09:38:00

Bien pensado.


Por Cenicietna 2013-05-04 13:48:00

Y el pueblo dormido


Por PARA LA AUTORA 2013-05-03 23:03:00

Muy buen artículo.,perfectamente redactado


Por Madrugan los arqueros 2013-05-03 10:44:00

Hoy en día los arqueros lanzan sus flechas con ordenador, y el ordenaldor es central, funciona con un único programa, todo funciona con un único programa, hasta el supuesto "amor". Robin de los bosques lleva en la punta de sus flechas el elixir de las viejas brujas abortivas. Nuevas "Damas del Lago", perfectamente controladas y al servicio de quien las promocionó.


Por Madrugan los arqueros 2013-05-03 10:44:00

Hoy en día los arqueros lanzan sus flechas con ordenador, y el ordenaldor es central, funciona con un único programa, todo funciona con un único programa, hasta el supuesto "amor". Robin de los bosques lleva en la punta de sus flechas el elixir de las viejas brujas abortivas. Nuevas "Damas del Lago", perfectamente controladas y al servicio de quien las promocionó.


Por MAQUIAVELO 2013-05-03 05:12:00

El fin justifica los medios .El casarse con poderosos hace que se olviden pasado ,y hace que las novias se revistan de flamante pureza


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