Los demócratas no pierden la esperanza y se amparan en su impecable capacidad de organización --sus voluntarios han visitado un millón de hogares y realizado más de dos millones de llamadas telefónicas-- para convencer a los votantes. Sin embargo, es una tarea difícil cuando solo un 27 por ciento de los estadounidenses, según una encuesta de la CBS publicada la semana pasada, considera que el país marcha en la dirección correcta.
PARÁLISIS
La línea que seguirá el hipotético Senado republicano está clara, tal y como hizo saber Mitch McConnell, actual líder de la minoría republicana y futuro líder de la cámara alta si se cumplen los pronósticos: forzar al presidente Barack Obama a dos opciones, o bien acepta sus propuestas, o bien usa su poder ejecutivo para vetar partidas de gasto, lo que podría desembocar en la paralización de todo o parte del Gobierno federal de Estados Unidos.
Para los republicanos supondría una pequeña venganza por su incapacidad para conseguir los 60 escaños que necesita en el Senado para rebatir directamente los triunfos del presidente de Estados Unidos, comenzando por el símbolo de lo que ha representado su mandato doméstico: la aprobación de la reforma sanitaria, el Obamacare.
Al mando del Congreso, sin embargo, los republicanos gozarían de un arsenal de herramientas para obstruir la labor de la Casa Blanca: bloquear iniciativas mediambientales, paralizar el incremento del salario mínimo, rechazar inversiones en políticas educativas, paralizar nominaciones de magistrados pro Demócratas en general, y del nuevo fiscal general, en particular.