Sabado, 23 de noviembre de 2024

Sentencia del T. C. de 11 de noviembre de 2012.

Matrimonio homosexual

En un mundo acostumbrado a pedir derechos sin darse cuenta de qué son estos, qué significa y qué implica en ello a los demás, todo esto tiene fácil solución. Si se piensa que los derechos se reconocen para amparar y proteger personas, instituciones o valores que la comunidad considera incuestionables o de gran valor, y que ello implica un encaje en los derechos y valores que ya estaban, de los demás, la cosa es más compleja y no tan sencilla. El matrimonio occidental, del derecho romano, anterior al cristianismo, se protegió jurídicamente porque era la manera natural de procrear, educar y socializar personas y su resultado era, estadísticamente hablando, de un resultado francamente bueno. Moralmente es deseable porque encaja en lo que se ha venido llamando ley natural (en la que no cabe el matrimonio entre hermanos, por ejemplo) y desde el punto de vista emocional y afectivo de los niños, procuraba un equilibrio sólo roto cuando alguno de sus componente no se comportaba de acuerdo a esa ley natural de ser racional, social y afectivo. Socialmente se sabe los males que trae la descomposición familiar, etc., etc., etc. Y para el estado es muy rentable proteger a la familia porque es un instrumento eficiente: poco consumo, muchos y buenos resultados. Por eso se legisla su protección.

Claro que hay otros tipos de relación. Históricamente han existido las poligamias y las poliandrias, que Occidente detesta y no reconoce, o reconoce como nocivas porque las castiga. También se pueden considerar relaciones que merecen protección y no la tienen como la de hermanos solteros que conviven tras la muerte de los padres, la de los padres con algún hijo soltero o, sin extenderme más, de de una tía con su sobrina sobrevenida en madre por fallecimiento de la natural. Merecen protección y no hay relación sexual por medio. Y no tienen protección ni figura legal; por ello, no se los discrimina, ¿o sí?

La relación homosexual, palabra que lleva un engaño en el nombre, la subliminal perversión del lenguaje, porque el sexo biológicamente es heterosexual, si no, no es sexo, hay que protegerla y darle la palabra matrimonio. Por qué. ¿Por qué no ampliar la protección a los cuartetos de dos machos y dos hembras?. O de un hombre con su caballo. Se dirá que es repugnante. Lo era hace 100 años la relación homosexual por no natural.

Y, además, derecho a adoptar. El derecho es del niño a ser cuidado en el entorno natural de su nacimiento, con sus padres biológicos, y no el derecho de los progenitores, sí la obligación. Y en esta orgía de derechos, los homosexuales reclaman el derecho a adoptar hijos que en ley evolutiva natural no pueden tener; es más, es aberrante tener, aunque la tecnología y las madres de alquiler lo hacen posible. Claro que está el argumento de que estarán mejor con una pareja homosexual que con unos padres, alcohólicos, por ejemplo. No es ético que te den a elegir entre estar mal y estar peor. La respuesta es simple: los niños de esos hogares deben y pueden estar con una familia como en la que nació y que los quieran. Desgraciadamente hay muchas parejas heterosexuales que no consiguen tener niños en adopción porque no los hay.

De qué estamos hablando y en qué mundo queremos convertir éste. Imaginemos que mañana un colectivo de vegetarianos estrictos se mueven y reclaman que a ellos como individuos no se les puede excluir de los programas de adopción porque eso les beneficiaría mucho y supone una grave discriminación. ¿Debemos pedir perdón por ello? Estamos hablando del derecho de la infancia a ser criada en el ambiente natural de su nacimiento. Los estudios de niños educados en familias homosexuales no son nada claros y poco rigurosos por padecer el sesgo de la orientación del investigador. 

Todo esto sin dejar de preguntarnos por la homosexualidad en el plano estrictamente biológico, de la madre naturaleza, tan amada y defendida por muchas de esas personas que defienden el matrimonio homosexual. Salvo gruesa manipulación, es una evidencia la mejora evolutiva que supone la aparición de los seres sexuados porque facilita un mayor intercambio genético y por tanto la más rápida acomodación al entorno por la selección de los caracteres mejor adaptados. No hay sexo masculino, femenino y neutro. Lo siento, la palabra homosexualidad no cabe en el lenguaje reproductivo.

Por otro lado, la Asociación Americana de Psicología (y después todas las demás) hace años que eliminó la sexualidad como enfermedad por ser lo políticamente correcto y el tema se aborda casi con algodones y en ese mismo marco de evitación de conflictos. No es el mejor ambiente para investigar el asunto. 

También se argumenta que la sexualidad es una opción personal digna de ser respetada. Para darle acomodo y estatus adecuado, se habla de plano psicológico en la sexualidad personal como si existieran unos marcadores neurales o pudiéramos distinguir la homosexualidad en el cerebro. Homosexuales ha habido toda la vida; no podríamos decir con exactitud por qué razón en cada caso; problemas de indefinición en caracteres sexuales, también. Para escándalo de algunos, hay psiquiatras que abordan terapias para homosexuales y muchos, oh sorpresa, se sienten encantados de haber sido tratados y recuperar su heterosexualidad. Deberíamos buscar la verdad y como ésta es difícil de encontrar, al menos avanzar seria y fundamentadamente en el conocimiento de esta realidad.

A este respecto conviene recodar algo sobre lo que en educación sexual se pasa, muy a menudo, por encima: son los llamados estímulos ambientales en que se produce la respuesta sexual.  Se sabe, desde los tiempos de I.P. Pavlov (¡más de un siglo!) lo que es un condicionamiento clásico en el que estímulos neutros del medio, previos y simultáneos a la respuesta fisiológica, acaban adquiriendo el control sobre ella (aquello de que el perro insalivaba cuando oía los pasos del investigador que le llevaba la comida). En el contexto en que se produce la relación sexual entendida en sentido amplio (no sólo la coital) hay muchos estímulos relevantes y no sólo físicos o sensoriales, también cognitivos y emocionales, que explican por qué en ciertas situaciones se elicita la respuesta sexual y en otras cuesta tanto. Y esto es aprendizaje, no programación innata.

Hemos pasado de la crueldad de estigmatizar, segregar y castigar estas opciones a ponerlas casi en un altar y darles una carta de naturaleza en plano de igualdad con el único argumento de que es una opción más que desean un grupo importante de personas. Es muy propio de sociedades modernas y, creo yo, decadentes, dar legitimidad o certificado de moralidad a a algo porque una mayoría piensa que es bueno. Eso se llama relativismo moral y es una de las perversiones más nocivas de estos tiempos.

Yo pido a mis  hijas el respeto por esas formas de relación que no son tan habituales y les digo que es incoherente ser cristiano y no querer a esas personas. Reclamo el derecho a disentir, a proclamar y a defender lo que creo mejor para la persona. Y reclamo el derecho a no ser tratado como troglodita por no pensar de esa forma y por luchar para explicar al mundo lo que creo que es bueno y nos hace más felices como seres humanos.


Comentarios

Por Lancia de Latarce 2012-11-19 21:49:00

En relación con la adopción por parte de parejas de homosexuales escribieron en "la tercera" del diario ABC una carte cinco cientificos encabezados por las firmas de Grisolía, Segovia de Arana y Moreno de Avila en la que se argumentaba que no se podía llevar a cabo porque consituía un experimento y para realizar experimentos con seres humanos es imprescindible el consentimiento del experimentado, en este caso el niño objeto de la adopción, que por su minoria de edad no está en condiciones de otorgarla. Me pregunto por qué ese artículo cayo en el más profundo de los olvidos, sin que nadie lo cite, ni siquiera aquellas asociaciones o personas que no aprueban esta posibillidad y también por qué sus autores no volvieron a insistir ¿quizás por miedo al linchamiento social a pesar de su internacioanlmente reconocida cualificación cientifica?


Por JMA 2012-11-19 19:47:00

Buena exposicíón del nuevo articulista y no sólo tenemos el derecho a disentir del relativismo moral, también tenemos el derecho y la obligación a modificar el código civil, y legislar el matrimonio como lo que de verdad es, eso tan natural que el Rey Sabio, denominó Oficio de Madre.


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