No hay manera. Es increíble cómo la mentalidad socialista se ha colado y ha sido asumida acríticamente por todo el mundo. El intervencionismo más radical se ve como algo normal, indiscutible. La regulación asfixiante de todos los ámbitos de la vida social y privada por parte de los políticos nos parece lógica, su intromisión nos parece razonable. Resulta chocante que mientras los políticos son denostados y valorados negativamente por la inmensa mayoría del pueblo, sin embargo, esa misma gente acepta y defiende que esos mismos políticos decidan por nosotros. Existe una especie de desdoblamiento enfermizo en la sociedad, pues al tiempo que culpan a los políticos de todos sus males, simultáneamente aprueban y aceptan la ingerencia permanente de los políticos en todos los ámbitos de nuestras vidas al grito de ¡fuera la tiranía de los mecados! ¡más regulación!  

Este virus socialdemócrata, keynesiano e intervencionista ha sido inoculado en toda la población. Ha sido asumido por la izquierda, el centro y la derecha; por los religiosos, laicos y ateos; los homosexuales, bisexuales, zoofílicos y heterosexuales; asalariados, autónomos y empresarios; jubilados y parados. Todos ellos creen que el Estado (es decir, los políticos) es nuestra salvación, quien ha de poner los remedios, quien ha de sacarnos de la crisis ¿Pero no habíamos quedado en que han sido ellos (los políticos, es decir, el Estado) los que nos han metido en ella? ¿En qué quedamos? ¿Resolveremos el problema con las mismas recetas, con la misma medicina? ¿Solucionaremos la crisis creada por el Estado con más Estado? ¿Arreglaremos la crisis con más socialismo, con más impuestos, con más intervencionismo? Me temo que no, de esta crisis sólo se sale con menos política, menos ingerencia y más libertad.

  Muchos piensan que sí, que ante la actual situación tienen que adoptarse políticas que estimulen la demanda o atracando a los “ricos”. Que la solución se logra gastando más, hasta lo que no se tiene ni existe. Creen que la solución es más despilfarro, crear artificialmente demanda, gastar sin medida. Más inflación, más empleo público improductivo y especulación. Esa gente no sabe que la economía real no funciona a base de estímulos artificiales (salarios artificialmente altos, empleos públicos ociosos, obra pública innecesaria, viviendas deshabitadas, tipos de interés reales negativos, inflación), sino mediante la generación de riqueza. Que de la crisis no se sale repartiendo la riqueza existente, sino aumentándola.  

Sin embargo, existen otras recetas, hay una alternativa al socialismo y al estatismo. Y esa alternativa es más libertad. Los políticos tan sólo deben dedicarse a establecer unas pocas reglas del juego claras e iguales, a garantizar la seguridad jurídica y prestar los servicios básicos en régimen de subsidiaridad. El Estado, los políticos, han ido copando todos los campos de la sociedad y ha llegado el momento de que los ciudadanos, el pueblo, recuperemos el terreno que nos hemos dejado arrebatar y empecemos a tomar individualmente nuestras propias decisiones. Sólo así saldremos de la crisis.

  Sin embargo, no lo tenemos fácil, pues como antes decía, el intervencionismo se ha adueñado de todos. Hasta los partidos de derechas y presuntamente no colectivistas no son capaces de sacudirse los tics intervencionistas y alternan una de cal con otra de arena, en una palmaria manifestación de falta de coherencia.  

 Sin ir más lejos, en Asturias tenemos el caso de FORO (aunque lo mismo podríamos decir del PP), en el que se compaginan ciertas medidas o anuncios liberadores (libre elección de colegio, cierre de las sucursales en Madrid y Bruselas, intento de cierre de la TPA), con otras seriamente restrictivas e intervencionistas: mantenimiento de la incompatibilidad de los médicos del Servicio Público, reparto de millones entre los sindicatos empresariales y obreros, petición de derogación parcial de la Ley Ómnibus y el más llamativo, el sorprendente PER juvenil. Ellos lo llaman eufemísticamente salario joven o algo así, pero en el fondo no es más que una nueva modalidad de compra de votos a través de una paguina a unos chavales para que simulen estar trabajando en un Ayuntamiento o en la Universidad o sea, el PER juvenil. Un aparcadero remunerado para chavales, una propina mensual pagada con nuestros impuestos para que vegeten unos meses en una destartalada mesa perdida por cualquier rincón de cualquier ayuntamiento o se dediquen a hacer fotocopias mientras los bedeles siguen leyendo el periódico. Un auténtico despilfarro de dinero, un nuevo Plan-E pero sin zanjas. Cuando todos sabemos que la Administración Pública padece de hidrocefalia, que sobran cientos, miles de interinos y cargos, van y quieren colocar a unos cuantos chavales durante unos mesinos para falsear las estadísticas del paro juvenil.

  En fin, que no hay remedio, que no hay manera de sacarles de la cabeza esos tics intervencionistas. Que siguen erre que erre queriendo solucionarnos la vida, cuando lo único que queremos es que nos dejen en paz, a nosotros y a nuestros bolsillos ¡Que ya somos mayorcitos!