Viernes, 19 de abril de 2024

Los partidos son las oligarquías organizadas para el monopolio del poder político. No es el único que hay, pero es que están todos en las mismas manos.

Partidos y representación

En España, según nuestra Constitución, la voluntad popular y el pluralismo político se expresan por medio de los partidos políticos. No está previsto que los individuos, a título particular, participen en la política, sino que deben hacerlo mediante la formación de partidos .El supuesto en el que se basan las democracias liberales, del estilo de la española, es que los políticos, elegidos por medio del sufragio universal, representan a sus votantes, de modo que la cámara legislativa es una especie de microcosmos del cuerpo electoral. En teoría, en dicha cámara están representadas las distintas opiniones políticas de la nación de forma proporcional. Puesto que los votantes votan libremente, de entre las distintas opciones que se les ofrecen, cabría pensar que el principio se cumple, y así hay una mayoría de ciudadanos que realmente creen que esto es una democracia en la cual la soberanía reside en el pueblo.

Analizando la situación real se descubre que las cosas no son como nos dicen. Si en el congreso están, supuestamente, las principales opiniones políticas de los españoles, por medio de los partidos, y es un clamor que los españoles desean restringir los privilegios de la casta política ¿cómo es posible que dicha opción no haya tenido prácticamente eco en el Congreso?. Incluso, una iniciativa legislativa popular que solicitaba la derogación de privilegios para quienes ya no eran diputados fue rechazada por la mesa del congreso, sin ni siquiera pasarla a votación en la cámara, con el pretexto de que dicha materia, según la Constitución, no era de las que admiten iniciativa legislativa popular. Dicho aserto no podía ser más falso puesto que la Constitución no admite la iniciativa legislativa popular para materias fiscales (es decir, la recaudación de impuestos) y dice que cada cámara regulará su propio funcionamiento interno, pero no dice nada sobre quienes ya no pertenecen a las cámaras o sobre cómo se regularán las jubilaciones de los que fueron diputados. ¿Dónde está representada en el Congreso esa opinión política que consiguió reunir al menos 500.000 firmas y que seguro que suscriben todos los españoles, salvo los beneficiarios de esos privilegios de casta?

 Si en un referéndum se preguntase dónde hacer recortes ¿qué opciones saldrían elegidas?, ¿la de hacerlos en sanidad o la de hacerlos en las subvenciones a los partidos y a los sindicatos?,¿la de hacerlos en educación o la de quitar cargos de confianza y coches oficiales?. ¿Acaso un porcentaje significativo de los votantes del PP hubiesen votado igual que los diputados de ese partido?. Pues, curiosamente, todos los diputados del PP aprobaron los recortes en sanidad y educación, pero nadie mencionó otras alternativas que parecen más lógicas. ¿A qué votantes representaban en ese momento los diputados del PP?

No hay ningún partido que se haga eco de ciertas opiniones políticas que se encuentran huérfanas. Por lo que se ve, no todas las opiniones, ni siquiera algunas muy mayoritarias, tienen cabida en los órganos políticos de “representación”, y no digamos ya que tengan una cabida proporcional a su presencia entre los votantes.

Nuestro sistema electoral permite, además, que unos partidos obtengan un número de escaños mucho mayor que su porcentaje de votantes y a la inversa, que otros partidos tengan un número de diputados muy inferior al porcentaje de votos obtenido. ¿Cómo puede suceder esto?. Muy sencillo, con las normas electorales. Dichas Leyes no son naturales y universales, sino elementos convencionales variables según el tiempo y el lugar. De dichas normas dependen el valor de cada voto y la composición final de la cámara de representantes. Las normas electorales son una de las principales formas de manipular la voluntad popular. La elección, siempre arbitraria, de las circunscripciones electorales, las cuotas mínimas de voto para tener derecho a escaño, los requisitos previos para presentar candidaturas o las fórmulas matemáticas para traducir votos a escaños son algunas de dichas formas de manipulación y sirven para beneficiar a unos en detrimento de otros, alterando la proporcionalidad.

Si se desease una representación auténticamente proporcional, el sistema es muy sencillo: circunscripción única y reparto proporcional directo. Y aun así, esto solo garantizaría la proporcionalidad entre los votos y los representantes obtenidos por cada partido, pero no la proporcionalidad entre representantes y opciones políticas, ya que cada vez es menos variado el muestrario político, debido a la fuerte tendencia de nuestro sistema electoral hacia el bipartidismo efectivo y por la gran coincidencia de intereses de los políticos de todos los partidos al compartir privilegios y prebendas, exclusivos de su casta, que todos desean mantener, a costa del resto de los ciudadanos.

 La escasísima representación que pudiese quedar tras las perversiones del sistema electoral se esfuman definitivamente al comprobar el funcionamiento de los órganos políticos (ayuntamientos, diputaciones, congreso, etc). La disciplina de voto, posibilitada por la publicidad del voto, y la escasísima talla de nuestros políticos, cuyos ingresos dependen, casi siempre en exclusiva de sus cargos políticos, logrados gracias al partido, hacen que los resultados de las votaciones sean siempre predecibles. Las intervenciones y deliberaciones son estériles, pues el voto y las opiniones están controlados desde la cúpula de cada partido. Así desaparece totalmente el juego parlamentario, en el que, según la teoría, por medio de la dialéctica y el debate, se llegaría a la verdad, convenciendo por la fuerza de los argumentos. El trabajo parlamentario se hace actualmente entre las oligarquías de los partidos, y a las cámaras se va tan solo a plasmar el resultado de lo decidido previamente en las cúpulas de los partidos, que se mueven exclusivamente de acuerdo por sus propios intereses. Actualmente, por convincentes que sean los argumentos nunca se alterará el voto de los diputados que han recibido órdenes de votar en un determinado sentido . La representación no tiene absolutamente nada que ver con este sistema.

Así pues, sin representación real de los partidos respecto de sus votantes ¿qué relación hay entre esto y una democracia?. Claramente ninguna. El hecho de que haya votaciones periódicamente no garantiza la existencia de una democracia, ya que sin siquiera un atisbo de representación no puede haber soberanía popular. Si los partidos no representan realmente a sus votantes, y está claro que no lo hacen ¿qué función cumplen entonces?. Los partidos SIMULAN defender los intereses de ciertos sectores de votantes para captar su voto y alcanzar cuotas de poder. A más votos, mayores cuotas de poder. Por ello prometerán, mentirán y engañarán sin pudor, para hacer creer a más votantes que ellos representarán sus intereses y aplicarán las soluciones que los votantes quieren. Pero en política, lo prometido no es deuda, así que todas las promesas que han servido para captar votos en las elecciones no se suele cumplir. Como todos los partidos hacen lo mismo, ninguno se atreve a imponer normas que obliguen a cumplir los programas electorales.

 El poder alcanzado, los partidos lo usan para extraer beneficios en forma de rentas y privilegios, directa e indirectamente. Se ponen los sueldos que les da la gana, crean sinecuras y canonjías por cientos de miles y crean privilegios que solo les son de aplicación a los de la casta. El pueblo, mientras tanto, cree vivir en una democracia, porque se le permite votar periódicamente y porque, de vez en cuando, ve cambiar la faz de la oligarquía gobernante. Hasta las siguientes elecciones, esa oligarquía, en ausencia de auténticos elementos de control, se comportará dictatorialmente con la excusa de que como han sido ”elegidos por el pueblo”, ellos SON la manifestación de la “soberanía popular”. Pero una alternancia o sucesión de oligarquías, por breves que sean, no deviene en una democracia. El rasgo diferenciador de la democracia es la soberanía popular, y ésta solo es lograda, o directamente (viable solo en colectivos poco numerosos) o por medio de la representación. Sin representación no puede haber democracia. Habrá cualquier otra cosa, pero no una democracia. Así que ya sabe.

No se engañe, ni deje que lo engañen, España no es una democracia.

César Montero Dabouza


Comentarios

Por Néstor 2012-11-13 15:40:00

Tiene razón Montero: España no es una democracia. A mi no me representa, de verdad, que en teoría todos, ningún diputado o senador. No les he votado, pero aunque votase al menos malo, igualmente me haría una higa, por no sentirse delegado mío, si no de su partido.


Por Colunga 2012-11-12 15:21:00

Genial. Don César al parlamento, y los demás, al paro, o a acabar a latigazon el tramo de Unquera, por parásitos y mamones.


Por Pola de Gordón 2012-11-08 21:47:00

delegación, mandato imperativo, juicio de residencia, distrito único o uninominal, fin de las listas cerradas...los políticos españoles igual dicen que es fascista o reaccionario. Reaccionario sí que és; contra esta farsa que sufrimos.


Por Tremañes 2012-11-07 18:59:00

¡Quér razón tien el autor!. Ye una gran farsa todo el teatro en el que nos da pa comulgar ruedas de molino los fartones que manejan los partidos. La pena, que no sepamos el modo de mandarlos a todos a trabayar ocho horas. Esta casta putrefecta merecería el mayor castigo. Hay que acertar el modo con el que gestores honrados, pocos, ténicos, altruistas, administren mucho y estorben poco.


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