Los Sres. Rajoy y Arriola están preocupados por los últimos resultados de las elecciones regionales de Andalucía y Asturias. Su interpretación del desastre es que están pagando el coste electoral por sus "ambiciosas" reformas y recortes. Así de fácil, porque ese argumento les tranquiliza, pensar así aquieta su conciencia, pues piensan que es consecuencia y el precio pagado por su sentido de la responsabilidad al adoptar las reformas que necesita España, reformas con las que (tiene narices) ellos dicen no estar de acuerdo, pero que se ven obligados a adoptar (otra vez) por responsabilidad. Y así se quedan tan anchos: "estamos haciendo lo que hay que hacer" y punto. De esta manera se convencen a sí mismos de que están poniendo en marcha un auténtico programa reformista, cuando realmente tal plan no deja de ser una serie de retoques y maquillajes sin ningún calado, ni ánimo transformador.  

 Lo que no entienden es que la fuga de votos no se debe a sus tibias reformas, sino precisamente a la ausencia de ellas y a la poca ambición de las que pocas que han puesto en marcha. Se olvidan de que el pueblo español les votó para que acabaran con los privilegios sindicales, la lluvia de millones subvencionados a la secta de la ceja, las televisiones públicas y el despelote energético. Para que acabaran con las taifas autonómicas y las metieran en cintura, restableciendo el Estado de Derecho y la vigencia efectiva de la Constitución Española en las regiones insumisas. Para que redujeran la constelación de municipios, garantizasen la separación de poderes e hicieran valer el principio de subsidiariedad de la Administración.

  Sin embargo, el Partido Popular, contrariamente a lo esperado y prometido, ha subido los impuestos escandalosamente, mantiene un mercado laboral cautivo de los sindicatos a quienes sigue recompensando con millones en subvenciones, centra la reducción del gasto público sobre la Administración Nacional permitiendo el despilfarro autonómico, tolera la insumisión fiscal de ayuntamientos y regiones antinacionales y mira para otro lado y mantiene en el Gobierno a Presidentes Regionales que apelan a la excarcelación de terroristas presos y a la secesión de porciones de España.

  Pero no sólo eso, el Partido Popular, con el tetra fracasado Sr. Arenas a la cabeza, se presentó a las elecciones andaluzas prometiendo el mantenimiento del PER y depositando flores ante la estatua del maurófilo e hispanófobo Blas Infante. Por su parte, ese mismo Partido Popular se presentaba en Asturias prometiendo el mantenimiento de los subsidios a la minería y con un programa clonado del socialista en multitud de materias, asumiendo como propia la ideología de género y el intervencionismo axfisiante del poder político sobre todos los ámbitos.  

Frente a estos despropósitos, el electorado se pregunta si realmente el Partido Popular es verdaderamente alternativa al PSOE, pues a fin de cuentas el Sr. Rajoy no aspira a transformar España, sino a salvar el Estado de Bienestar socialdemócrata aplicando ligeros retoques. Los Sres. Rajoy y Arriola no han entendido el mensaje, el electorado no les ha retirado la confianza por las reformas hechas, sino por las no hechas, por aquellas que masivamente se proponen y debaten en los foros, en la red y en la calle, por aquellas que esperábamos -aun con reservas- que el Partido Popular acometiera. España no necesita un gobierno reformista sino transformista.

  El Partido Popular, con su Rasputín de alcoba el Sr. Arriola, se empeñan en traicionar a sus votantes y asumir las interpretaciones de la izquierda. La gente se quedó en casa por decepción, por un desencanto producido por el continuismo y la falta valentía del Gobierno de España para abordar la revolución que necesita la patria, no por los "recortes" del Sr. Rajoy. El Partido Popular ha demostrado no creerse su propio discurso, es una formación política sin convicciones y que baila al son de la progresía y el separatismo, que tan solo aspira a ser perdonado por sus enemigos. El Partido Popular debería ser capaz de confrontar con la izquierda y los hispanófobos un modelo potente de sociedad distinto al progre y antinacional, de proponer y articular un discurso combativo que haga retroceder al socialismo, al feminismo, al ecofundamentalismo, la alianza de civilizaciones y el pensamiento débil del relativismo; en vez de jugar a aplicar recetas dulcificadas de dicha macedonia de pseudoideologías.  

Esperemos que al menos estas elecciones regionales hayan servido para desmontar el mantra de que la abstención favorece a la derecha y que hay que hacer campañas de perfil bajo. Cuando la derecha reniega o se avergüenza de sí misma, cuando el Partido Popular juega a ser invisible o a ser una versión moderada del PSOE, sus votantes se quedan en casa. Tome nota Sr. Rajoy.