Iba a gobernar con talante, tolerancia y demás tópicos “progreseros” y lo hizo con el pésimo careto totalitario que aflora en los de su ideología cuando están en el poder. Menos mal que nunca dijo que proyectaba hacerlo para todos los españoles, porque gobernó únicamente para los separatistas, los revanchistas y las minorías sexuales, y (ése tal vez sea su mayor delito) despertó el encono cainita y guerracivilista que desde la transición permanecía aletargado. Una vez más la anti-España gobernó en España y lo hizo con el habitual resultado desastroso. Nunca hubo gobernante, al menos que yo recuerde,  que excitara tanta desaprobación, tanto aborrecimiento, aunque no olvidemos que los desastres de su gobierno no deben atribuirse sólo a su responsabilidad personal: fue reelegido secretario general de su partido casi con el 100 % de los votos, cosa que jamás se había visto en un partido de aspecto democrático como el PSOE. Sólo al final, que los suyos propios le dejaron tirado y semidesaparecido, arreciaron las críticas desde sus mismas filas, empezando por el que había sido su vicepresidente y “hombre fuerte” de su gobierno, quien, con desvergüenza inhumana, quiso lavarse las manos de la quiebra de España y del hundimiento de su partido, del que él es no menos responsable que el jefe de gobierno al que sirvió. El problema de este candidato es que en esta tierra se suele confundir  al muñidor y astuto  con el inteligente y al que siempre anduvo en labores inconfesables por las cloacas del estado con políticos de altos vuelos. En la campaña electoral pasada Rubalcaba demostró que su vuelo era de recorrido gallináceo. Muchos se dieron por satisfechos porque desaparecía Z. Pero la derecha, tan despistada como de costumbre, suele consolarse creyendo que González era mejor que Z. Nada de eso: tan sólo, en su tiempo, no pudo permitirse las alegrías que se permitió Z. en éste. Pero escuchar la voz de maestrón de F. González me produce el mismo estremecimiento de terror que si escuchara cantar el “Cara al sol”.

¿Estaremos gafados en España?. ¿Nos habrá mirado un tuerto?. Porque no puede ser que todos los gobiernos “progresistas” acaben de manera catastrófica: el trienio constitucional 1820/1823 terminó en vuelta al absolutismo; la primera república en bufonada; la segunda en tragedia; el felipismo en corrupción y quiebra; el zapaterismo en corrupción y bancarrota económica y, lo que es peor, nacional y moral. Por lo menos quien le sucede, el señor Rajoy, no es optimista, luego es realista. Mientras, Z., hundido en la cobardía y el descrédito ( ni siquiera tuvo el mínimo de dignidad de dar la cara la noche de la derrota), más que historia es pesadilla, de la que espero que despertemos.

Como le vaticinó Thomas Mann a Hitler, este “peligro público” tuvo “una caída deshonrosa”. Yo mismo estoy muy contento de que Z. desaparezca para siempre del mapa político. Pero se me ocurre pensar en algo que los socialistas desdeñan: el factor humano. Si este hombre actuó de buena fe, ¿cómo podrá soportar y sobrevivir a su inmenso fracaso?. Lo siento, pero Z., a pesar de todo el mal que hizo, me da pena. Una pena humana. Un hombre no debiera caer así.

Ignacio Gracia Noriega