San Atanasio fue el principal defensor de la fe católica frente al arrianismo, que negaba que el  Hijo era consustancial al Padre. Sufrió hasta cinco destierros y muchos sinsabores, entre otros,  fue puntualmente abandonado por el Papa Liberio. Contó, en cambio, con la poderosa ayuda de su amigo san Antonio abad, fundador del movimiento eremita en Egipto.

Su gran labor fue luego secundada por los grandes obispos de Capadocia (San Basilio, su hermano san Gregorio de Nisa y su amigo San Gregorio Nacianceno) en oriente y por san Hilario de Poitiers y san Eusebio de Vercelli en Occidente.

Arrianismo

A principios del siglo IV, Arrio, sacerdote cristiano de origen libio, erudito de formación antioquena, y párroco de una iglesia de Alejandría, empezó a predicar que el Hijo había sido creado por el Padre y que, de hecho, hubo un tiempo en que el Hijo no existía. Su obispo, el patriarca san Alejandro, intentó disuadirlo, pero al persistir en sus ideas lo expulsó. Arrio, sin embargo, encontró una acogida favorable en otros obispos no egipcios, especialmente en Eusebio de Nicomedia, quien, a través de su influencia en la corte imperial tuvo un  papel importante en el desarrollo posterior del arrianismo.

La disputa fue convirtiéndose en una grave división, algo que preocupaba a Constantino, quien después de reunificar el imperio romano, pensaba que el cristianismo podría sustituir al antiguo paganismo como argamasa social. Probablemente bajo la inspiración de su consejero Osio, obispo de Córdoba, el emperador invitó a todos los obispos cristianos (incluso a los no romanos) a lo que luego sería considerado el primer concilio ecuménico, el primer concilio de Nicea. El Papa no acudió en persona, pero envió delegados. A Nicea acudió el obispo Alejandro acompañado de su diácono Atanasio, quien le sucedería en la sede de Alejandria.

El concilio acordó una declaración dogmática que fue suscrita por la gran mayoría de los obispos presentes, incluso los que luego se opusieron vivamente a ella. Dice así:  "Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor Jesucristo, el unigénito del Padre, esto es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho, en el cielo y en la tierra…"

Luego la situación cambió a consecuencia de nombramientos de obispos herejes y con la connivencia de emperadores arrianos llegándose a un momento en que los obispos arrianos eran mayoría.

Algunas consideraciones.

El evangelio y los escritos paulinos fueron interpretados por los arrianos de tal forma que parecía que no se oponían a su doctrina. La tradición defendida con claridad y decisión por san Atanasio jugó un papel importante.

Los católicos siempre han afirmado que Jesucristo era verdaderamente el Hijo y verdaderamente Dios, pero encontrar los términos técnicos para establecer con claridad las relaciones del Padre con el Hijo llevó su tiempo y dio origen a serias controversias dentro de la Iglesia.

Tanto los arrianos como los católicos acudían al Papa en busca de apoyo.

Es importante el papel de los visigodos en el desarrollo del arrianismo. En primer, lugar al derrotar y matar al arriano emperador Valente en la batalla de Andrianópolis, aliviaron la presión sobre los defensores de la verdadera fe. En segundo lugar, al seguir la predicación de Ulfilas, prolongaron la persistencia del arrianismo en Occidente. Finalmente, con la conversión de Recaredo sentaron las bases del catolicismo en España, de la que forma parte de forma indisoluble. Por lo menos, hasta ahora.