Franco es el único que venció al comunismo que implantó la República soviética en España. Y dijo , y consiguió, que mientras él viviera no mandaría el comunismo en nuestra patria. Pero, después de muerto no quedó todo bien atado. Prueba de ello es una Constitución sin Dios como norma moral de un pueblo de bautizados, en contra de la cual se opusieron los pocos obispos que tenían razón y se equivocaron los que creían que también tenían razón.   

  Entre estos últimos, uno aseguró por escrito que en la Constitución no tenían cabida ni el divorcio ni el aborto. Pues, ¡que Santa Lucía te conserve la vista!. El Consejo Presbiteral de Oviedo se lanzó en plancha pidiendo la libertad de todos los etarras presos por asesinato. Y cuando yo les dije que iban a seguir matando, se opusieron diciendo  que hasta ahora no tenían libertad y por eso se vengaban matando. A mi lado estaba sentado don Elías Yanes, obispo auxiliar, quien dudaba de semejante utopía.    

Pues, a ello. ¡Libertad!. Y el resultado ha sido que mataron a muchísimos más que en tiempos de Franco, sobrepasando las mil víctimas.  Ante este clima demencial, yo preferí abandonar el Consejo del Presbiterio. ¡Anda que te ondulen! Con el tiempo los hechos me dieron la razón; pero el Consejo Presbiteral no me la devolvió. La tozudez política se impuso.    

Las consecuencias también se impusieron para la Iglesia Española. Los Seminarios por los que pasó la sombra de Tarancón se subieron al tobogán de la libertad-libertinaje y se deslizaron con demasiada alegría, sin que los sabios, prudentes ellos, abrieran su boca, mientras sus aulas estaban llenas de pupitres sin alumnos. El número de miles de curas secularizados, ganó con creces a los 6.838 martirizados en los años 30 del siglo pasado sin una sola apostasía. ¿Es posible que, después de tantos siglos, no tenga vigor el asrgumento de Tertuliano cuando dijo “Sangre de mártires, semilla de nuevos cristianos?" ¿Por qué nunca se ha estudiado este fracaso tan rotundo?   

  Tarancón se murió llorando porque no dejaba resuelto el problema de la enseñanza religiosa en España, consiguiendo el caos de una generación abundante que ha perdido el camino de la fe, pues cuántos no se bautizan ni se preparan para la Primera Comunión, ni sabrán rezar un Padre nuestro por ejemplo por el eterno descanso del cardenal Tarancón Al final de la vida se ven las cosas de otra manera, sobre todo aquello que dijo: “que una pasada por la izquierda le vendría muy bien a la Iglesia Española”. A la hora de la muerte, aquello de “vanidad de vanidades y todo vanidad” es un argumento inapelable.  

   Y, ahora, para colmo de males, después de vanagloriarnos tanto por la maravillosa transición, con olvido de que se debió a quien nos dejó una clase media como jamás la tuvo España, hemos encumbrado en el poder y gobierno de una parte de la patria, a los terroristas abertzales marxistas y leninistas, a los que tanto juego les han dado los políticos con tal de no perder un peldaño en el poder. Esto sólo es capaz de hacerlo un país que sea “el hazmerreir”; “el que asó la manteca”. España.   

  Gracias mil tendremos que darle a Zapatero, el peor presidente de todos los siglos, que ha pretendido ganar la guerra que perdió su abuelito hace 73 años, el año 1939, exigiendo que el Tribunal Constitucional se montara sobre el Tribunal Supremo, fallando a favor de ETA-Bildu para que, enterradas sus víctimas, España se rompa  pedazos.   

  Gracias, también,  Zapatero, por dar cancha al separatismo catalán, por tu autoría personal de impulsar el Estatuto catalán que impusiera el Parlamento de la Generalitat. Puedes lucir con alegría la Gran Cruz de Isabel la Católica con que te premió Rajoy por tus grandes servicios.

    Gracias también a Rajoy que ha dejado en el arcén de las Vascongadas  a personas de la talla de Mayor Oreja y María San Gil y en lugar de arrasar en Asturias como en Galicia, prefirió el guirigay.  

Ángel Garralda